EL DESTINO HIZO QUE LA MEDIEVALISTA Y CRONISTA OFICIAL DE LEÓN MARGARITA TORRES SEVILLA, JUNTO AL HISTORIADOR DEL ARTE JOSÉ MIGUEL ORTEGA DEL RÍO, CONOCIERAN LA EXISTENCIA DE UNOS RAROS PERGAMINOS CONSERVADOS EN EL CAIRO
El Santo Grial está en León. La reliquia más importante de la cristiandad lleva mil años en San Isidoro, tras recorrer más de 5.000 kilómetros en un arriesgado viaje. La copa de la que bebió Jesucristo en la Última Cena es una de las joyas del museo, donde siempre ha estado a la vista y, sin embargo, ha pasado ‘desapercibida’ como el cáliz de doña Urraca, un objeto admirado por sus gemas preciosas y el espléndido trabajo de orfebrería.
La prueba del carbono 14 confirmó que es coetáneo de la época de Cristo. Una investigación histórica resuelve ahora uno de los mayores enigmas de la Humanidad. La biblioteca cairota de la Universidad de Al-Azhar, fundada en el año 975 y convertida en un gran centro de conocimiento por el sultán Saladino, guardaba un secreto que durante siglos historiadores, fanáticos de la religión y escritores han tratado de desentrañar sin éxito.
Si existen las casualidades, el destino hizo que la medievalista y cronista oficial de León Margarita Torres Sevilla, junto al historiador del Arte José Miguel Ortega del Río, conocieran la existencia de unos raros pergaminos conservados en El Cairo. Pero no fue la primera pista. Cuando la cronista de León ‘barrió’ San Isidoro hace cuatro años con un georradar en busca de las construcciones que se esconden bajo los cimientos, le llamó la atención, como si la contemplara por primera vez, un arca egipcia con una inscripción que, como se cercioró entonces, no había sido bien traducida. Las primeras pesquisas llevaron a los dos investigadores hasta Egipto, donde consultaron con expertos sobre esta enigmática caja de plata expuesta al público en la ‘sala de los tesoros’ de la colegiata y que menciona a un emir del siglo XI.
La clave egipcia
Los legajos conservados en El Cairo relatan el lugar donde permaneció la Copa de Cristo y su traslado final a España. El Santo Grial lo custodió la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén hasta su destino definitivo: León. Las continuas guerras en la ciudad santa provocaron el saqueo de esta iglesia, centro de veneración católica. Fue así como el cáliz cayó en manos del califa fatimí que reinaba en Egipto. Los fatimíes entraron en el país del Nilo en el año 972, donde fundaron una nueva capital a la que llamaron al-Qáhira (El Cairo), que significa ‘La Triunfante’. Mientras Margarita Torres husmeaba en la Biblioteca de la Universidad de Al-Azhar, en la calle tenían lugar las cruentas batallas de la llamada Primavera Árabe. Tres años después, está a punto de ver la luz el ensayo Los reyes del Grial (Editorial Reino de Cordelia), libro que documenta uno de los grandes de descubrimientos de la Historia.
«A partir del insospechado hallazgo —gracias a la intermediación del arabista Gustavo Turienzo Veiga, buen conocedor de las fuentes medievales—, la posibilidad de demostrar desde dónde y cómo llegó a España el Cáliz de Cristo nos llevó por el camino de la asepsia científica para poder ofrecer al lector sólo aquellas informaciones objetivas que sirvieran para apoyar tan extraordinario descubrimiento», explican los autores en la introducción de Los reyes del Grial, cuyo texto pretende ser definitivo, lejos de las leyendas sobre templarios y guardianes de la copa de la Última Cena que han alimentado durante siglos la literatura y el cine. Un día del año 1054 o 1055 el califa fatimí entrega la Copa del Poder, como una prueba de amistad, al emir de la taifa de Denia, quien a su vez deseaba congraciarse con el monarca más importante de la cristiandad hispana del momento: Fernando I El Magno (1037-1065), quien se convirtió en rey de León tras el asesinato de su cuñado Vermudo III en la batalla de Tamarón. Es posible que el Grial no fuera un obsequio aislado y que en el mismo ‘lote’ llegara, entre otros presentes, el gallo de la veleta —que ha quedado demostrado que es de origen persa-sasánida y anterior al siglo VII—.
Fernando y su esposa Sancha fueron los principales benefactores de San Isidoro, al que desde un principio dotaron de grandes tesoros y reliquias. Hicieron traer desde Sevilla el cuerpo de San Isidoro y desde el monasterio de Arlanza las reliquias de San Vicente de Ávila. Poseían además desde antiguo parte de la mandíbula de San Juan Bautista.
Pinturas reveladoras
Cuando Fernando I recibe la copa del emir de Denia sabe perfectamente que se trata del Santo Grial. La pregunta inmediata es ¿por qué lo mantiene en secreto? ¿temía que León se convirtiera en un gran centro de peregrinación o le asustaba que la ciudad pudiera ser atacada?
El cáliz de doña Urraca se compone de dos copas o cuencos de ónice de origen greco-romano. A los investigadores siempre les chocó que Urraca entregara a los orfebres algo que materialmente no tenía gran valor y además era un objeto de uso pagano. Pese a todo, los joyeros realizaron un trabajo brillante.
Lo cierto es que sabiendo dónde está el Grial muchos enigmas de San Isidoro cobran sentido. El Panteón Real hay que verlo ahora desde esta perspectiva, como un santuario dedicado al cáliz de Jesucristo. Al igual que ocurre con las tumbas faraónicas, la cripta funeraria de los reyes leoneses está repleta de alusiones al Santo Grial.
La escena principal del Panteón de los Reyes, considerado la Capilla Sixtina del románico, representa la Última Cena. Tras Jesús y los apóstoles, en un plano muy destacado, un sirviente llena de vino la copa donde, según la tradición, Jesús instituyó la eucaristía el Jueves Santo antes de ser crucificado. Se comprende así que la monarquía leonesa quisiera ‘contemplar’ en su última morada el cáliz de Cristo. Los reyes del Grial, que saldrá a la venta a principios de abril, presenta «nuevos y definitivos datos a partir de la ciencia y la historia», afirman los autores. El libro de Torres y Ortega repasa además ‘los otros griales’, desde el citado de Valencia al cáliz de Antioquía, el Sacro Catino de Génova, el Vaso de Nanteos o el cáliz de Ardagh.
Si Dan Brown convirtió en un best seller El código Da Vinci, con una descabellada teoría sobre el Santo Grial y, más importante aún, disparó las peregrinaciones a los lugares que cita el escritor en su novela, San Isidoro puede recibir en los próximos meses una auténtica avalancha de turistas y curiosos. El museo de la colegiata, por el que anualmente desfilan en torno a los 100.000 visitantes, acaba de subir esta misma semana el precio de la entrada, de 4 a 5 euros.
«Conocemos todo el proceso y la investigación», afirmó ayer el abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez Llamazares, quien confesó estar «un poco asustado» ante el impacto que va a tener el descubrimiento de que el Santo Grial está en León.
Fuente: http://www.diariodeleon.es/ – verónica viñas