POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Ahí está, dentro de unos días, el DOMINGO DE RAMOS; celebración que exalta la entrada triunfal (valga la expresión) de Jesús en Jerusalem, precursora de su Pasión, Muerte y Resurrección. Es la procesión de «los ramos» y de «las palmas», plena de simbolismo, en la que los niños compiten en «la lucha de ramascos» y en estrenos de ropas y calzados. Lo decía el refrán: «El que no estrena en Día de Ramos, no tiene pies ni tiene manos».
Días antes de la fiesta niños y mayores salían en búsqueda de ramos de laurel, los más floridos, los más apuntados; ramos que, ya benditos, se guardaban para colgar en corredores y balcones, para bendecir campos y tierras de labrantío, para quemar en días de tormenta buscando protección ante los rayos… Procesión «a ramascazo limpio», del que no se libraba ni el propio sacerdote cuando, al retornar al templo y solicitar la apertura de la puerta cantando el himno «Gloria, laus et honor tibi sit, Rex Christe Redemptor…, los niños le recibían con una lluvia de hojas y ramas floridas.
Ese himno lo cantaba un lector en el interior del templo, persona que normalmente no sabía latín, y que, como sucedía en mi pueblo, los interpretaba en este tenor: «Gloria, laus y honor pa Ti, si yes Cristo el Redentor…».
Antiguamente, en Asturias, era costumbre en este día la degustación de gachas de panizo (una gramínea de origen oriental de cuya abundancia en el Principado ya da testimonio el P. Carballo en el siglo XVII), tal como recuerda el cantar: «Domingo de Ramos/ panizos comiamos;/ con llechi o sin ella/ allá los tengamos».
Eran un a modo de fariñes o farrapes elaboradas con harina de panizo, leche, mantequilla y azúcar.
Desde bien entrado el siglo XIX se generalizó la costumbre de que los niños llevaran el «ramu» o la «palma» a sus padrinos; advertencia de que el Domingo de Pascua éstos deberían corresponder con el bollo. ¡Que todos disfrutemos de un día feliz!