POR GOVERT WESTERVELD, CRONISTA OFICIAL DE BLANCA (MURCIA)
Josefa Talavera Abenza, conocida cariñosamente como Josefica, vivió una vida extraordinaria marcada por su fortaleza, su dedicación a la familia y su integración en la comunidad de La Nucía, donde fue una figura muy querida. Nació en Archena en 1919, en el seno de una época cargada de desafíos históricos. Desde joven demostró una tenacidad única que la acompañaría durante toda su vida.
Tras casarse con Antonio Cano Parra, oriundo de Blanca, juntos formaron en Blanca una familia con cuatro hijos: José Antonio, Mariano, María Isabel y Lina. En 1965, el matrimonio se trasladó a La Nucía, un cambio que supuso un nuevo comienzo en su vida. La llegada de Josefa a este municipio marcó un antes y un después, ya que rápidamente se ganó el cariño de sus habitantes gracias a su personalidad dinámica y su habilidad para involucrarse activamente en la comunidad.
A lo largo de los años, Josefa mantuvo una vitalidad envidiable. Su salud de hierro le permitió mantenerse independiente y preparar su propia comida hasta los 100 años. Este detalle es un reflejo de su carácter fuerte y determinado. Rodeada siempre del cariño de sus hijos, nietos y biznietos, construyó un legado familiar que perdura en la memoria de todos quienes la conocieron.
Las visitas regulares que recibía de amigos y conocidos, incluyendo mi esposa y él que escribe este relato, reforzaron el vínculo especial que Josefa tenía con su entorno. Era una mujer de conversación amena, cuyo ejemplo de longevidad y espíritu optimista dejaba huella.
A los 105 años y un mes, Josefa Talavera Abenza cerró un ciclo vital lleno de amor, esfuerzo y contribución a su comunidad. Su historia no es solo la de una mujer centenaria, sino la de un verdadero pilar familiar y social, cuyo recuerdo permanece vivo en La Nucía y en todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerla.
Fotos: Josefa y Antonio en Blanca / 100 años
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