POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
El COLEGIO DE LA INMACULADA (PP. JESUÍTAS), de Gijón, cerró ayer los actos conmemorativos de su inauguración, en 1890, como centro educativo regido por la comunidad jesuítica.
Actos, a nuestro entender, muy humildes, muy «caseros», aunque no exentos de historia y de recuerdos muy sentidos; especialmente por aquellos colegiales de promociones «postbélicas», es decir de aquellos que vivimos el «renacer de un colegio destruido» para verlo ahora transformado en un centro «siglo XXI».
Espigando datos de aquellos días de «primera piedra», un 3 de febrero de 1889, un día «tempestuoso de vientos huracanados» (vientos que en años posteriores harían mella en la historia colegial), recordamos los versos que un profesor y poeta local gijonés, don Bartolomé Prieto, escribió al respecto:
«De Loyola los ínclitos hijos
en las lides de Dios aguerridos,
ven al fin sus deseos cumplidos
tras penosa y cruel dilación.
Ya la piedra angular del suntuoso
edificio al Señor consagrado
y al saber rectamente ordenado
ve con júbilo puesta Gijón.»
El 1 de septiembre de 1890 se inauguran oficialmente las clases. Es Rector el P. Domingo Landa, que en 1898 será relevado por el P. Ramón Vinuesa, persona de gran simpatía y buen humor, al par que de gran carácter y firmeza en sus decisiones.
En su juventud, junto con otros compañeros jesuitas, escribió un libro de poesías morales -«Coprógenas»-, aparentemente «malolientas», como apuntó el P. Victoriano Rivas S. J.,pero llenas de enseñanzas de conducta. He aquí una de ellas, recogida por el P. Victoriano Rivas:
«Por tirar una «pluma»
se cagó en los calzones Moctezuma.
Y en trance igual Napoleón tercero
en plena mierda se bañó el trasero.
¡Jamás a la pasión sueltes la cuerda:
lo que comienza en pedo acaba en mierda!»
Yo fui colegial de la Inmaculada desde 1951 a 1957. Interno durante 5 cursos y externo durante dos.
Podría contar cosas y cosas relativas a un sistema educativo severo y eficaz; a una convivencia de alumnado que titularía de ejemplar, a una disciplina que alternaba exigencia y trabajo con comprensión y cariño; a una formación religiosa que, nos gustara o no, formó sentido crítico de opinión.
Después, en 1969, ya Licenciado en Química y tras 7 cursos de docencia en Sahagún (León), fui profesor de Física en el Colegio hasta mi jubilación.
Es decir, mi «vida colegial » en la Inmaculada abarca ¡¡¡42 años!!!
El Colegio y mis alumnos -y anteriormente mis compañeros de bachillerato- fueron forjando día a día mi personalidad como profesor y como educador, como autor de libros de texto y como estudioso del costumbrismo asturiano.
Hoy puedo presumir que gracias a todos ellos soy el profesor del Colegio, jubilado, que más obra ha editado (210 libros) y que, si «Dios me da vida y claridad de juicio», seguiré publicando.
Gracias, muchas gracias, al Colegio de la Inmaculada. A la Comunidad jesuítica, en la que deseo destacar los nombres de los P. P.Von Riedt, Victoriano Rivas, Arturo Rivas, Manuel Santos, Casto Gutiérrez, Eustaquio Sánchez Castro, Emilio Martín, Gumersindo Treceño, José María Patac… Y dentro del profesorado seglar, el de don Iván Fernández Candosa, ejemplar docente en el campo de las Matemáticas; y el de don Daniel Pérez, profesor de gimnasia y oriundo colungués, que siempre fue un gran amigo y compañero.