NOTICIA QUE CITA A PEPE MONTESERIN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Pepe Monteserín es escritor desde el meñique hasta los tuétanos y, por eso, no le pesan las palabras. Acostumbra a llevarlas siempre consigo, allá donde vaya, usándolas sin descanso para dejar anotadas sus vivencias, reflexiones, ocurrencias, fantasías y viajes. Por eso, cuando hace cuatro años decidió emprender un viaje a pie con el objetivo de alcanzar los techos montunos de Asturias, las palabras y la inspiración fueron de las primeras cosas que –indefectible e inconscientemente- cargó en su petate. Y cuando el viaje se alargó, llevándolo a recorrer todas las provincias y techos montunos de España, las palabras también se fueron con él, acompañándole sin quejas en un periplo en el que ascendió más de 500 montañas.
«Emprendí viaje hacia los techos de todos los concejos de Asturias en la época del confinamiento, cuando sólo se permitía salir al monte a los federados. Los hice todos y cuando terminé y pude salir de nuestras fronteras, completé los de España», relata, condensando en menos de medio centenar de palabras una aventura en la que se inició tras estar casi 40 años alejado del montañismo y que concluyó en 2022, con la publicación de un libro titulado «Por todo lo alto» en el que se recogen un total de 130 cumbres, 78 asturianas y 52 españolas.
Fiel a su estilo, Monteserín deja claro que este libro no es sólo una guía para engolarse en los techos más altos y míticos de la Península, sino que también es un compendio de las reflexiones, las anécdotas y los pormenores que le acompañaron hasta esos lugares. De ahí, que el índice para seguirlo esté estructurado en temas, variopintos y singulares: niebla, nieve, viento, garrapatas, eucaliptos, hayas, comida, cruces, soledad, frío, trifinios, vértigo, mosquitos, barro, estrellas, perros, sidra, política, infartos…
»Hay tantos temas como capítulos. Es decir, 130. Los concejos y provincias están mezclados, ordenados alfabéticamente, y en cada montaña cuento cómo llegué arriba pero también con quién, lo que sucedió… y reflexiono acerca de un tema relacionado con la excursión», aclara, añadiendo que su narrativa tiende a la poética y que el libro no son sólo pasos sino que también contiene mucha filosofía andarina, anécdotas, versos y citas literarias relacionadas con la montaña, el caminar y las emociones que despiertan los altos riscos.
En cuanto a los montes recogidos en «Por todo lo alto», Monteserín cuenta que los seleccionó basándose en su calidad de ser techos de concejos o de provincias, pero que para alcanzarlos acabo recorriendo medio millar de lugares: «En cinco años subí más de 500 montañas, más de las que había subido en el resto de mi vida… Esto se debe a que en algunos recorridos realizaba en una semana todos los techos de la Comunidad de Valencia, o de Cataluña, varios de Andalucía… Y que, además, en Asturias, salgo los miércoles con un grupo de montaña y subo donde corresponda», apunta, describiendo su aventura como agotadora pero muy satisfactoria.
Preguntado por su preferencia hacia una sola cumbre de todas las conquistadas, Monteserín duda un instante, volando veloz en su memoria por centenares de trayectos: «Si hablamos de techos de concejos, la Torre de Santa María, por la arista de la aguja de Enol, o por la Canal Rubia; o, en invierno, por el corredor del Marqués. Si hablamos de montañas asturianas, en general, el pico Urriellu, claro; y en Picos de Europa también me parece obligada la Peña Santa de Castilla».
En su largo viaje por las montañas, Pepe también encontró curiosidades, «El techo natural de Valladolid es el Cerro de Cuchillejos, pero es más alta la torre del homenaje del Castillo de Curiel; hollé ambos, claro. También en Muros de Nalón, aquí en Asturias, recorrí todos los puntos de la rasa, los más altos, y el barrio de El Palomar, quizá el techo, en el límite con Pravia, y hasta escalé con el párroco al campanario de la iglesia de Santa María…», relata sonriente, como describiendo travesuras que surgieron sobre la marcha y que tuvo que llevar a término para completar su misión de andar por todos los altos.
En cuanto al libro, afirma que fue componiéndolo al tiempo que caminaba. Y que aquellos que se acerquen a él descubrirán que está escrito desde la emoción, como toda su obra: «La manera de escribir es la mía, mi estilo, apenas cambio trátese de una obra de ficción, un libro de viajes o una necrológica. Escribo desde la emoción y tengo el síndrome de Midas: todo lo que siento lo convierto en literatura. Además, me inspira más un gesto humano o la mirada de un gato que el Everest; más la hoja desprendida de un haya que la pared del Gran Capitán, en el Yosemite, o las cataratas de Igüazú; más una ola breve, desmenuzada en la arena, que una galerna…», sentencia poético, dejando claro que «Por todo lo alto» no es sólo un compendio de rutas (que también).
La charla concluye veloz, disertando acerca de lo mejor y lo peor de subir montañas, «todos los inconvenientes o puñeterías de la montaña son un valor. Es como si la paloma se quejara de la resistencia del aire, que es precisamente lo que le permite volar»; también hay tiempo para las fantasías: «Me gustaría subir con Hernán Cortés y con Diego de Ordaz al Popocatepetl (subí solo); o ir con Jesucristo a ayunar en el desierto de Judea (estuve solo); o subir con Moisés al Nebo, en Jordania (también fui).Pero, sin duda, un personaje con el que bajaría a la cueva de Montesinos sería con Cervantes… aunque también me valdría el Quijote», arguye seguro, con un guiño cómplice, dejando claro –de nuevo- que aquellos que gusten de caminar acompañados de reflexiones e imaginación pueden encontrar en «Por todo lo alto» una buena guía para descubrir montañas y un buen compañero de viaje.