«A LOS PAISANOS SE LES LLAMABA GATOS DEL FORNO, LAS MUJERES NO TENÍAMOS NI NOMBRE», CUENTA LA CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO, CARMEN RUIZ-TILVE
El símbolo que cobijaba a los ovetenses, que incluso les dio nombre, cayó en menos de un mes, con prisas que descartaron posibilidad alguna de indulto. Una premura que, sin embargo, no ha conseguido talar su presencia en la ciudad. Una placa en la calle Uría recuerda el punto exacto donde se ubicaba El Carbayón, el roble centenario que cedió al hacha hace esta semana 135 años y que en 2013 revivió con sus dimensiones reales en forma de proyección artística. Porque aunque ya no se le vea, los de aquí saben que se llaman como él, que son carbayones por algo.
Antes de que comenzará a usarse el gentilicio a los hombres ovetenses se les conocía como gatos del forno. «A los paisanos se les llamaba así, las mujeres no teníamos ni nombre», cuenta la cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve. Los hornos de pan fueron trasladados extramuros tras el incendio que devastó la ciudad en 1521. Se instalaron camino de San Lázaro justo en el recorrido que los hombres realizaban después de frecuentar la zona de alterne. «Venían de los alrededores y muchas veces se encontraban la Puerta Nueva cerrada. Dormían al calor de los hornos, de ahí el apelativo», explica.
Pero cuando la ciudad empezó a crecer había en el Campo de San Francisco muchos carbayos muy antiguos, «de ahí viene el gentilicio», subraya Ruíz-Tilve. Muchos de esos robles fueron desapareciendo y el imponente Carbayón quedándose solo y aislado. La estación de tren llegó y era necesaria la construcción de una calle que uniera las locomotoras con la ciudad intramuros. Así nació la calle Uría, con el árbol en su trayecto. Contaba el rector de la Universidad de Oviedo Fermín Canella que «el silbido de la locomotora anunciaba su caída».
El 13 de septiembre de 1879 el jardinero municipal manifestó la necesidad de derribar el árbol, que, informaba, estaba enfermo. «Lo real es que ocupaba parte de la acera de Uría y en lugar de modificar unos metros el trazado, ganó la chapuza como siempre», describe la cronista oficial. Hubo polémica y una discusión entre los ediles, pero el derribo fue aprobado por 14 votos contra 9 y El Carbayón subastado por 192,50 pesetas. El 2 de octubre comenzó la tala «que duró tres o cuatro días». Las raíces estaban bien ancladas: llevaban al menos cinco siglos allí hasta alcanzar los 30 metros de altura y un tronco de seis. Así era El Carbayón.
Fuente: http://www.elcomercio.es/ – Idoya Rey