POR JOSÉ ANTONIO MARÍN MATEOS, CRONISTA OFICIAL DE CEUTÍ (MURCIA)
El alumbrado público, junto con otras medidas dirigidas a mejorar la salubridad y la seguridad en pueblos y ciudades, supone un avance en la historia del urbanismo que cambiará hábitos, desde los sociales hasta los productivos, convirtiéndose en un servicio urbano esencial del que ya no se podrá prescindir, a pesar de que costara llevar a cabo su implantación. Hasta el momento del establecimiento del alumbrado público, la iluminación de las calles sólo se realizaba en algunos edificios acomodados, templos, altares urbanos u otros lugares públicos, todos ellos con carácter independiente, o cuando había algún acontecimiento especial: finalización de una guerra, boda regia, nacimiento real, etc., pero no era un servicio colectivo accesible al común de la población.
Ahora nos cuesta imaginar que la actividad en la calle se acabara a las 10 de la noche en invierno y a las 11 en verano, pero las actas municipales del municipio así lo recogen cuando se prohíbe que la gente salga a partir de esa hora y quedarse parado en las esquinas. Se argumentaba que la oscuridad de la noche, la estrechez de muchas calles y los recodos de otras, favorecían los robos y el uso de armas de fuego en peleas.
El día 9 de febrero de 1876, siendo alcalde de Ceutí, Vicente García Bernabé, el Ayuntamiento compraba 12 faroles comunes y 12 de reverbero (se acoplaba al farol unos reflectores de latón que actuaban como un espejo, ampliando el radio de acción, tanto del alcance como de la intensidad de la luz, de manera notoria) por 350 pesetas, invirtiendo 30 pesetas en alumbrado.
Al aprobar el presupuesto para 1876-77 ya se incluía partida para este concepto con un montante de 300 pesetas que incluían el salario del sereno Brígido, 30 pesetas; el petróleo a consumir, 130 pesetas (10 latas); torcidas y trapos por valor de 25 pesetas y el arreglo de faroles presupuestado con 50 pesetas. En el mes de agosto de este mismo año de 1876, se nombra Sereno con el cargo de Pregonero y Enterrador a Brígido Soriano Montes de esta vecindad con el haber anual de 90 pesetas, con derecho a cobrar los puestos de la plaza pública, la limosna de estos vecinos todos los sábados y una pequeña retribución por las sepulturas que hiciera en el cementerio para el enterramiento de cadáveres. A finales de año se aprueba aumentar en dos reales diarios al expresado Sereno, que cuida también del alumbrado público, en razón a que no figura más que con un real, con cuya cantidad no puede estar bien atendido este servicio.
El jueves 16 de noviembre de este año de 1876, tenía lugar la inauguración del alumbrado público, siendo solemnizado por la Corporación municipal y la Banda de Música del pueblo dirigida por Teodoro Alfonso Navarro, recorriendo las calles de la población, que estaban ocupadas por multitud de personas que demostraron su júbilo vitoreando al alcalde y al municipio por lo mucho que hacían a favor del pueblo. Se quemaron vistosos fuegos artificiales y el alcalde de la villa, D. Vicente García Bernabé, obsequió en su casa con un espléndido refresco a los señores del Ayuntamiento, a la Banda de Música y a otras muchas personas. La fiesta terminó bastante tarde sin haber tenido que lamentar en ella el más pequeño disgusto.
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