POR JAVIER NÁJERA Y MARTÍNEZ, Y LUIS YUNTE RICOTE, CRONISTAS OFICIALES DE PARACUELLOS DE JÁRAMA (MADRID).
Todas las guerras por definición son terribles pues suponen el mayor fracaso del entendimiento entre los hombres. Además el enfrentamiento siempre está envuelto en un halo de odio hacia el contrario, producto del adoctrinamiento y fanatismo, o sencillamente por las ansiadas de poder de un pueblo sobre otro. Todas las guerras producen dolor, sufrimiento y muerte.
Paracuellos, dentro de una siempre convulsa y cambiante Europa, no ha sido ajena al devenir de la historia, sufriendo también periodos de conflictos bélicos en mayor o menor medida. Ya desde la antigüedad, con la invasión romana, después por pueblos del norte de Europa, pasado por musulmanes y cristianos en la Edad Media, con la invasión francesa, en una de las tres Guerras Carlistas en la Edad Moderna y finalmente en el siglo XX la Guerra de Marruecos y la Guerra Civil.
Todos estos conflictos han supuesto cambios en la fisonomía urbana y poblacional. Algunos más evidentes que otros, aunque muchos olvidados para siempre. Por ejemplo de época romana, las dos villas enterradas una en Miramadrid y otra en Belvis, las desaparecidas ermitas del Castillo o de Nuestra Señora de Belvis en época visigoda, o el derruido Castillo de Paracuellos de Jarama y la desaparecida villa de Valdemahoma durante la ocupación musulmana. Y finalmente la destrucción de las campanas, el retablo y toda la imaginería de la Iglesia en la Guerra civil.
El esfuerzo y sacrificio humano es difícil de cuantificar en la antigüedad, pero si podemos hacernos una idea de lo que ha supuesto en conflictos más recientes. Por ejemplo, en la Guerra civil donde más de un centenar de vecinos pagaron con sus vidas ir al frente o fusilados después de ella. La guerra del Rif con Marruecos que duró 16 años y que dejó más de 30.000 muertos, algunos de ellos vecinos por lo que en 1927 se organizó un Te Deum en la Iglesia como homenaje y recuerdo. Más atrás en el tiempo, en 1848 durante la segunda guerra carlista, todos los jóvenes en edad militar se tuvieron que refugiar en la capital ante el avance de las tropas Carlistas y el temor a que fueran obligados a alistarse, muchos acabaron en el bando Isabelino.
Pero afortunadamente para nosotros, hay un conflicto que está increíblemente bien documentado en el archivo municipal. Se trata de la invasión de las tropas francesas de Napoleón entre 1808 y 1814. Aunque no tenemos datos de cuantos vecinos fallecieron o se alistaron en el ejército español o en las guerrillas de bandoleros, sí tenemos del sufrimiento que causó a los vecinos. Los antecedentes de esa ocupación se sitúan después de la derrota francoespañola en Trafalgar y el fracaso de la conquista naval de Gran Bretaña.
El emperador francés Napoleón I planificó la invasión de Portugal ya que este país incumplía el bloqueo que había impuesto a las islas. Para ello obtuvo de sus fieles aliados españoles la autorización para que sus ejércitos atravesasen la península. Es así como Paracuellos, al igual que muchas otras poblaciones, fue ocupado (que no conquistado) por los franceses en su marcha hacia tierras lusas, y cómo sus habitantes ante los acontecimientos que se sucedieron posteriormente, se sublevaron en la llamada guerra de la Independencia Española.
España no atravesaba su mejor momento y los conflictos por el poder entre Carlos IV y su hijo Fernando, habían debilitado la monarquía. El motín de Aranjuez fue la escenificación de esas luchas y donde el Príncipe de Asturias consiguió que su padre abdicase a su favor. Fue coronado rey con el nombre de Fernando VII. Napoleón, conocedor de la crisis que atravesaba la familia real y de su debilidad, decidió dar un golpe de efecto y los reunió en suelo francés con el pretexto de arreglar los asuntos familiares. Fueron todos a Bayona junto con el valido Godoy, donde fueron retenidos y obligados a abdicar a favor de su hermano José Bonaparte, conocido despectivamente por los españoles como “Pepe Botella”, por su supuesta afición a la bebida, aunque fuera incierta esta afirmación. Los ejércitos franceses, con la excusa de atacar Portugal, invadieron España.
En la mañana del 2 de mayo de 1808 el último de los Borbones abandonaba el palacio real, pero el pueblo de Madrid interpretó los acontecimientos como un secuestro de sus soberanos y se levantó en armas contra los invasores franceses. Es en ese momento cuando se redactó el llamado bando de los alcaldes de Móstoles, considerada popularmente como una declaración de guerra contra los usurpadores franceses y que dio comienzo a la Guerra de la Independencia.
Sin un ejército digno de ese nombre con el que combatir a los franceses, que contaban con 116.919 hombres y 16.895 caballos en sus fuerzas de ocupación, los españoles de las zonas ocupadas utilizaron como método de lucha la guerra de guerrillas, único modo de desgastar y estorbar el esfuerzo de guerra francés. Como consecuencia de estas tácticas, el dominio francés no pasó de las ciudades quedando el campo bajo el control de las partidas guerrilleras de líderes como Espoz y Mina, o Juan Martín el Empecinado, del que luego hablaremos. Sin embargo, a medida que la guerra se prolongaba en el tiempo, el ejército español pudo reorganizarse y junto a tropas inglesas y portuguesas, ganar finalmente la guerra al considerado en aquella época mejor ejército del mundo.
Paracuellos se mantuvo al margen de los campos de batalla, aunque con alguna escaramuza puntual. Lo que no faltó fue el tránsito de tropas que, además, se convirtió en una constante a lo largo de la guerra. Para que los batallones llegaran a Paracuellos desde Madrid sin tener que utilizar la barca, partían por el camino general de ruedas que salía por la suntuosa puerta de Alcalá, tomaba el camino de la venta del Espíritu Santo hasta Canillejas, y de ahí al puente de Viveros desde el que salía el camino a Paracuellos.
Los madrileños no estaban dispuestos a suministrar a las tropas francesas los alimentos básicos con los que mantener a los ejércitos invasores, por lo que para evitar problemas, los franceses contaron con la protección de las fuerzas armadas llegadas de Francia para restaurar el flujo de mercancías entre la capital y las diferentes ciudades de la provincia. En diciembre de 1808 los altos cargos franceses tomaron la decisión de colocar destacamentos del principal cuerpo de la caballería francesa, los Dragones, en Torrejón de Ardoz, Paracuellos, Alcovendas, Las Rozas, Brunete, Móstoles, Getafe, Pinto, Vallecas Vicalbaro y Torrejón. Los comandantes de las tropas se colocaron estratégicamente tanto en los pueblos y ciudades como en las rutas de comunicación para proteger las escoltas de los productos de primera necesidad, a la vez que controlaban los alimentos que les quedaban a los residentes rurales, asegurándose de que verdaderamente los suministros se habían agotado en ciudades y pueblos.
Posteriormente los franceses crearon las Milicias Cívicas cuya función era la de guardar el pueblo y sus propiedades contra la invasión de los que ellos llamaban bandidos, que era el nombre que recibían los guerrilleros españoles. Según los invasores estaba integrada por hombres honrados dispuestos a defender por si mismos sus bienes, su vida y su libertad. La componían profesionales, tenderos, funcionarios, los propietarios, negociantes, maestros de cualquier oficio que tuvieran una tienda abierta y los hijos de los mismos que comprendieran una edad de entre 17 y 50 años.
Tenían por objeto colaborar con las autoridades bonapartistas en las labores de guardia, vigilancia y policía de los pueblos. Fue en junio de 1810 cuando crearon estas milicias y en Paracuellos contaban con una compañía compuesta por 50 hombres.
El 6 de abril de 1810 el Ayuntamiento de Paracuellos recibió un cuestionario sobre Población, Establecimientos, Fábricas, Artes y Oficios, á cuyas preguntas deben contestar con la mayor individualidad todos los Pueblos de esta Provincia de Madrid. Suponemos que fue el alcalde o el secretario del Consistorio quienes rellenaron el interrogatorio ya que no consta la firma en ninguna parte. Pero es un documento que nos aclara mucho cómo era el pueblo en esos años. Para empezar, lo que más nos llama la atención era la falta total de fábricas y gremios artesanos entre los 343 vecinos censados; del total de 109 preguntas, dos terceras partes estaban dedicadas a averiguar la industria y artesanías de los pueblos de Madrid y todas ellas quedaron sin contestar u obtuvieron una respuesta negativa. El cuestionario empieza con el número de vecinos a los que, aparte de los ya dichos 343, había que sumar dos frailes del suprimido Convento, el uno de 40 años y el otro de 70.
La pirámide de la población que hemos elaborado a partir de esos datos, en plena Guerra de la independencia, nos muestra una realidad y unas condiciones de vida francamente duras. La estructura piramidal estaba muy mermada en las edades superiores a 60 años, con tan sólo ocho personas. El habitante más longevo de Paracuellos era un varón que estaba entre la franja de 70 a 80 años. Esta falta de ancianos se debió principalmente a la ausencia de higiene entre la población que propiciaron frecuentes y periódicos episodios de enfermedades contagiosas, como las fiebres amarillas o el cólera.
Así, a la pregunta de si desde el año 1803 se ha aumentado ó disminuido la población, contestaron con un esclarecedor: Se ha disminuido por varias enfermedades que se han acometido. La tasa de nacimientos es elevada pero esta cifra disminuye rápidamente en la siguiente franja, lo que nos muestra una elevada mortandad infantil. La franja de mayor crecimiento estaba comprendida entre los 25 a 40 años, seguramente ese aumento notable se debió a personas no nacidas en Paracuellos que se emparejaron con vecinos de aquí.
El cuestionario continuaba con el número de casas habitadas, que eran cincuenta, cinco sin habitar y diez en ruinas. Se carecía de hospitales y casas de hospicio y se contestó que no ante la pregunta de si había despoblados. La educación de las niñas muestra una dura realidad ya que a la pregunta de si hay Escuelas de primeras letras de niñas se respondió con una negativa, pero con el deseo de los vecinos de tener: No hay por falta de fondos para su dotación, cuyo establecimiento interesa a la sociedad. Nos daba cuenta también de la actividad de los vecinos, que en su inmensa mayoría se dedicaban a la agricultura. Eran las labores del campo las que ocupaban a la mayor cantidad de paracuellenses aunque el dato más llamativo, sin duda, era la falta de propiedad de la tierra de los que la cultivan. A la pregunta deQuántos labradores propietarios hay se contestó que ninguno.
De igual forma nos enteramos que eran treinta los arrendamientos, veinte los jornaleros, treinta los criados de labranza, dos los ganaderos,cuatro los ganaderos-labradores, cuatro mayorales, cuatro pastores de ganados y diez arrieros que también labran, además de cuatro criadas y un cirujano. También se preguntaba que si los labradores en las temporadas de invierno, en las demás en que no estén dedicados á las labores del campo, y en los días en que la estación no les permite trabajar, se dedican al ramo de la industria (,,,) y se respondió con un contundente: Están en continua ocupación del campo.
No había feria alguna en el pueblo y las únicas cercanas eran las de Madrid y Alcalá que se celebraban los jueves. El cuestionario terminaba sugiriendo al escribiente que explicase la causa por la que se carecía de industria y le invitaba a manifestar su opinión sobre el estado actual del pueblo. Sin entrar en detalle sobre dichas causas, este se despachó de una manera clara y concisa, con un contundente: Carece de todo.
Algo más extenso fue el interrogatorio rural fechado también el 6 de abril de 1810. Así en poco más de 32 preguntas, nos enteramos del deterioro que estaba sufriendo la agricultura, fuente principal de ingresos de los vecinos. Seguramente debidos a la Guerra, a los robos, a la entrega de suministros a las tropas y a la falta de mano de obra cualificada provocada por el alistamiento de individuos en los ejércitos en conflicto. Empezaba el cuestionario preguntándose el porqué de la falta de cultivo de las tierras, y se contestaba con un tragicómico: Por las escasas facultades de los vecinos. Cuál era la cantidad de tierras baldías y a quién pertenecían: La mitad del término jurisdiccional: pertenecen a varios afrancesados forasteros (…) y de vecinos del Pueblo. No causaban daño alguno y eran usadas como pasto para el ganado. A la pregunta de si ha tenido el pueblo épocas (no muy remotas) de mayor cultura; esto es, de mayores cosechas, de mayor población… se contestó de forma negativa con un: Ha tenido mala labor: ha sido mala también la población en tiempos antiguos, y muestra en el interlocutor, por cómo respondió al resto del cuestionario, una falta total de entusiasmo que probablemente desde su perspectiva, le llevó a falsear la realidad. Por ejemplo cuando afirmaba que nunca había habido bosques, que se carecía de tierras de regadío o de tierras de capellanía. El motivo por el cual existe esta decadencia en el pueblo se debía, según él, a los robos y saqueos padecidos, y la solución que plantea era: Podrá volver el Pueblo a su esplendor aliviándole de las cargas que tiene sobre sí. Esto es, la exención de impuestos, la concesión de préstamos a los agricultores y la cancelación de bagajes a las tropas.
Sobre el agua que había en el pueblo informa: Tiene las necesarias a su consumo: no habiendo tierras de regadío: tiene una fuente distante de la población de donde se abastece el Pueblo y bebe el ganado: tiene otra dentro pero inservible por falta de medios para ponerla…cuya obra es urgentísima de necesidad. A los agricultores también les dejaba mal parados, ya que cuestionaba su preparación con un: Se cultivan menos hoy las tierras que antes por las menos facultades del sembrador. Y que no conocían más abono que el estiércol obviando otros como la cal, la greda y el cascajo. Además afirmaba que no tenían vacaciones en ningún momento del año y que están en continua ocupación.
La última parte del cuestionario estaba dedicada a la cantidad de fanegas que se cultivaban. Primeramente se comentaba que las tareas se realizaban con animales y no con la fuerza de los brazos: Comúnmente con ganado mular y alguno que otro con Bueyes y nada de azada. No había tierras cultivadas por los propietarios pero sí ciento cincuenta arrendadas cada año, otras trescientas por arrendadores y cincuenta tierras cultivadas de mayorazgos. La cantidad total de tierras cultivadas eran de quinientas y cincuenta a seiscientas y las que se dejaban descansar por un año son: Las mismas sobre poco más o menos. Las dedicadas al cultivo de la uva eran veinte fanegas, una fanega de olivares y finalmente doscientas fanegas de prados y pastos naturales.
Se sabe más bien poco de las tensiones que la guerra provocó en Paracuellos aunque tenemos unos cuantos documentos que demuestran que hubo altercados importantes. Como por ejemplo, la revuelta que ocurrió en Paracuellos el 6 de septiembre de 1810 cuando el rey intruso D. José Bonaparte fue a una batida de caza a Viñuelas acompañado por 600 soldados franceses con 2 piezas de artillería. Esa misma tarde los patriotas consiguieron sorprenderles, matando a 28 de ellos y haciendo prisioneros a 30. También sabemos que la aportación de suministros a los ejércitos provocó entre los vecinos situaciones muy violentas y una enorme desesperación ante la escasez de recursos que ponía en serio peligro su propia supervivencia.
La guerra se dejó notar y se “sufrió”, sobre todo, en el acantonamiento de tropas en las inmediaciones de Madrid. Primero, de tropas francesas que en su acordado tránsito para invadir Portugal, acamparon en las inmediaciones de Madrid, principalmente en Fuencarral y Alcobendas en su vertiente noreste y que después de su derrota en la batalla de Bailén y tras tomar el propio Napoleón el mando de sus derrotadas tropas, volvieron a entrar en Madrid por Somosierra y volvieron a ocupar todo el noreste de la periferia de Madrid. Conocemos los recibos de los suministros a las tropas francesas acantonadas en Alcobendas y de otros suministros a tropas que creemos españolas en Alcalá de Henares, Torrejón, Ajalvir, Daganzo de Arriba y Daganzo de Abajo. Parece ser que Paracuellos no fue ajeno a este movimiento constante de tropas de un lugar a otro ni incluso al acantonamiento de las mismas en su suelo.
Sabemos que tropas francesas de la región de Chambéry (capital del departamento de Saboya) estuvieron acantonadas aquí, en la zona denominada Eras de Chamberí, como también lo estuvieron en el popular barrio madrileño de Chamberí, el cual debe su nombre. Concretamente fue El Cuerpo de Dragones de la Caballería el que estuvo acampado en estas eras que ocupaban todo el margen derecho de la actual calle Mirasierra.
Hoy están completamente edificadas y en recuerdo, solo se conserva una calle con su nombre: Calle de las Eras de Chamberí. También sabemos que en las afueras de Paracuellos se instaló un ejército español de forma más o menos estable durante cierto tiempo, el suficiente como para que la gente denominara la zona como Llanos del Pendón, nombre que permanece en la actualidad. Según el diccionario de las RAE, pendón es: Un estandarte pequeño que se usaba en la milicia para distinguir los regimientos, batallones y demás cuerpos del ejército que iban a la guerra.
A propósito de este destacamento francés, hay una carta fechada el 11 de agosto de 1811, que habla sobre la solicitud que hace un Comandante francés llamado Bremont, a las autoridades municipales para que elaboren un listado con todas las enfermedades que padecen o han padecido los vecinos, debido a que parte de sus tropas acampadas en la localidad han contraído enfermedades. Sabemos que la preocupación de los mandos militares por las enfermedades de sus tropas siempre ha sido en todas las guerras un verdadero problema, hasta el punto que en la mayoría de ellas causan más bajas que la propia guerra. Por eso, este comandante que se encuentra hospedado en la posada de la villa, decide tomar cartas en el asunto y manda al alcalde una carta con esta cometido. El cirujano de la Villa D. Julián de Ávila le contesta diciendo que son varias las enfermedades: la fiebre intermitente, el cólico y paracólico, que lo achaca directamente a la mala costumbre de los vecinos de desayunar Pepinos y Queso, y luego llenar el estómago con abundante agua. También ha habido varios procesos catarrales y fiebres, especialmente en otoño que los achaca a la situación geográfica del municipio, y por último comenta que en ese momento hay una epidemia de viruela.
Ha quedado constancia escrita de una gran cantidad de tropas españolas de paso o que descansaban aquí. Gracias a la relación de suministros que los vecinos hicieron en 1816 a dichas tropas, podemos hacernos una idea clara del número y la cantidad de suministros aportados. Nos sorprende, sin embargo, que sobre las tropas francesas se haya pasado de puntillas, apenas una relación apresurada de material entregado fundamentalmente en el 1809 y parte de 1810, en los puntos de Alcalá, el puente de riberos, Rejas y demás, como también los transeúntes por esta villa, y una pequeña anotación de una aportación del día 22 de marzo de 1808 según testimonio de D. Diego Sanz López “representante” del municipio de Alcobendas que aseguraba que Paracuellos aportó 204 raciones de cebada, cuatro vacas y veinte carneros. Datos que se incluyeron en la relación que se hizo en 1816, como si lo entregado a los franceses fuera hecho desde la más absoluta falta de oficialidad.
Y parece ser que fue así, ya que el 19 de marzo de 1811 el ex alcalde D. Balbino de Soria fue llamado por los señores Alcaldes para que entregue las cuentas de los suministros hechos en varios puntos para las tropas francesas. D. Balbino obedeció pero dejó escrita su protesta y el ruego de que se los devolvieran para deshacer unos desequilibrios grandes que se encuentran en ellas. No sabemos si su petición fue aceptada o el documento que manejamos es el que contiene los errores, en cualquier caso, es el que tenemos y del que damos cuenta más delante en forma de gráfico. Que Paracuellos quedase al margen de las grandes ciudades posibilitó que la presencia de autoridades afines al nuevo monarca, el rey José Bonaparte, quedara probablemente marginada o fuera inexistente. El alcalde en el comienzo de la guerra era D. Balbino de Soria, nada sospechoso de afrancesado ya que fue secretario de la marquesa de Malagón y nombrado por esta alcalde de nuevo en 1829. Al igual que su sucesor D. Donato García que hizo también de secretario de la Marquesa.
De cómo fueron las tensiones que generaron entre los vecinos la regularidad y obligatoriedad de las entregas, nos deja constancia una carta fechada el 27 de octubre de 1812, en la que el alcalde D. Donato García expuso ante el superior de intendencia de Alcalá de Henares los hechos que habían acaecido entre los vecinos encargados del “bagaje”, esto es, de la conducción de suministros: Que por este comisionado de guerra del punto de Alcalá se ha pedido a este pueblo cuatro carros … permanentes para hacer el servicio, (…) que conociendo su eminencia el grave perjuicio que este pedido traía por la exorbitancia al pueblo, después de hacer a dicho señor sobre el asunto varias reflexiones haciéndole una pintura verdadera de la situación del pueblo, convino últimamente en que fuesen dos carros o doce caballerías de carga. Y que a pesar de que el comisario de guerra comprendía los males y quebrantos para el pueblo y aceptaba rebajar la carga que le correspondía, el relevo entre los encargados diarios se interrumpió según el turno que llevaba el bagaje Pedro de Mesa, Cándido Bayo, Gregorio González, Francisco Lorenzo y Antonio Valero, pero con motivo de haber abandonado esta obligación algunos de los referidos resistiéndose a efectuarlo con pretestos despreciables. Esto provocó que el intendente amenazara al pueblo con una dura sanción de 500 ducados. El mismo día de la redacción de la carta, el alcalde contaba la llegada de un caballero oficial con dos soldados para hacer valer en caso de resistencia la orden de dicho comisario y de cómo le acompañó a ver a los encargados y les exigió que a las cinco de la mañana del día siguiente viesen prontos con las caballerías para marchar en su compañía a Alcalá.
Parece ser que el máximo impulsor y responsable de la desobediencia fue Cándido Bayo que con las expresiones más insolentes, atrevidas y escandalosas acusaba al comisario de guerra de afrancesado por suponerle que había exigido para la tropa francesa mas raciones de las regulares con la que había estado comiendo y bebiendo. Y si bien el documento en su tramo final tiene letras ininteligibles, se puede leer que el alcalde terminaba con una defensa del vecino del que decía era de genio pacífico y recordaba que lo verdaderamente importante era el restablecimiento al día siguiente de los suministros. No creemos que finalmente hubiera sanción alguna porque el ayuntamiento y concejo público y abierto acordaron que el 27 de siguiente mes se haga repartimiento entre el vecindario par apagar a Pedro de Mesa, Cándido Bayo, Gregorio González y demás que han hecho el servicio por este pueblo con sus caballerías, dietas o jornales devengados excluyendo los cuatro días que eran de su obligación.
Y todas estas tensiones que degeneraron en episodios como el narrado antes, se debieron a la precariedad y constante entrega de pertrechos que no hicieron más que acentuar la pobreza de la población y que desde el Ayuntamiento se intentaba mitigar. Una carta fechada dos años antes, el 9 de enero de 1810, enviada por el alcalde al intendente francés que pretendía obtener suministros para las tropas francesas, también lo demuestra. Las siglas V. S. Y. a las que iba dirigida la carta, corresponden a Vuestra Señoría o usía Ymperial, en alusión al título otorgado al emperador de los franceses.
Como vemos, el tratamiento que usaron en la carta las autoridades paracuellenses no se corresponde a las que se le ha de dar a un monarca (que serían de Vuestra Majestad o Vuestra Alteza), y denota una falta evidente de reconocimiento al nuevo rey: Para dar debido cumplimiento al decreto que V.S.Y. se ha servido poner al memorial que con fecha 3 del corriente le ha dirigido este pueblo, nos hemos juntado todos los individuos de que en el día se compone este Ayuntamiento ; y con dictamen del Señor cura Párroco que tan bien asistió según lo ordena dicho decreto; de común acuerdo debemos asegurar a V.S.Y. en beneficio de la humanidad afligida, y en honor a la verdad, que si a este vecindario no se le perdonan los cortos picos de granos y demás que expone en su citado memorial, quedará reducido a la mayor miseria y absolutamente imposibilitado de poder continuar en el apreciable ramo de la agricultura. Cuya desgracia esperan sea evitada por el benéfico corazón de V.S.Y cuya vida ruegan a Dios que guarde muchos años.
Pero no fue ni mucho menos un caso aislado y excepcional la negación de los habitantes de Paracuellos a entregar alimentos a las tropas. La mayoría de los pueblos de España estaban en la misma situación. Un país arrasado por la guerra y un gobierno, el español, con una economía de guerra que no podía hacer frente al pago de los suministros que las tropas en tránsito incautaban. Cuando se producía en un pueblo la entrega de víveres, sus habitantes quedaban en la más absoluta miseria, quedando además incapacitados para hacer frente a los impuestos que la hacienda pública les reclamaba. Esto llegó a tal extremo que las regiones no pudieron pagar tributos y lo tuvieron que hacer mediante la entrega de cereales. Las tropas españolas apenas recibían lo justo para poder sobrevivir. Sin salario, muy mal equipadas y peor vestidas pero que, gracias a su convicción en la causa, seguían adelante. Esto también provocó saqueos constantes que los mandos se veían incapaces de evitar. Más terribles aún fueron los saqueos de las tropas francesas que además iban acompañadas de frecuentes baños de sangre y violaciones.
Al final de la guerra, la situación era ya insostenible por más tiempo. Los pueblos se negaban a dar lo que no tenían y las amenazas por parte de la intendencia general que se encargaba del abastecimiento regular no se hicieron esperar. El 30 de junio de 1814 el Ayuntamiento de Paracuellos recibió una carta donde se exponía que los pueblos del partido judicial se negaban a dar las raciones que les correspondían para mantener las tropas acantonadas en Alcalá de Henares, Ajalvir y Daganzo de Arriba. La distribución de lo que tenía que aportar eran: Ajalvir (68 Raciones), Cobeña (49), Daganzo de Arriba (69), Daganzo de Abajo (31), Fresno del Torote (31) y Paracuellos (86). Enterado (…) de que los Pueblos auxiliares de eses distrito se niegan a contribuir con los suministros que les corresponden (…) he tenido a bien mandar que (…) se les condenará a cada uno en la multa de 100 Ducados que irremisiblemente se les exigirá militarmente.
Pero no sólo recibió Paracuellos peticiones de la intendencia general. El 3 de julio de 1814 el propio alcalde del Ajalvir D. Mario Antequera, ante lo angustioso de la situación, mandó una carta al alcalde de Paracuellos solicitándole el envió de raciones de pan, cebada y estopa, que ya le había solicitado en otra ocasión: En cuanto a la subsistencia de la tropa acantonada en esta villa y en la de Daganzo de Arriba. Esperaba que se presentase a la mañana siguiente con los suministros acordados, especialmente los de cebada especie por no haberla aquí ni en Daganzo. Pero no sólo no se presentó sino que contestó al día siguiente con una carta que sonaba a excusa, intentando justificar que la operación carecía de los trámites legales que había de seguir.
Entendía el alcalde que Paracuellos había de contribuir a esos gastos que las tropas generan pero con las órdenes oportunas: Para que este pueblo proceda con el conocimiento debido, se le instruya de las órdenes que esa Justicia haya recibido del Exmo. Señor Gobernador Militar y Político de la Capital. Nada de esto sabe Paracuellos, y por consiguiente entre este Pueblo en la operación sin nociones, y sólo por un efecto de buena fe. Pero siempre con las reservas y protestas (oportunas). Sin embargo no se negaba a las obligaciones que tenía y terminaba la carta con la promesa de que iría el Comisionado de este pueblo para que le fuese enseñada la superior orden en la que constasen las obligaciones impuestas a Paracuellos.
No fue hasta febrero de 1821, siete años después de acabada la guerra, que el Ayuntamiento hizo un balance general de los suministros aportados por todos los vecinos a las tropas: La Villa de Paracuellos tiene representados en esta Comisión de un cargo los estados y recibos de suministros ejecutados en los años desde 1808 a 1814 a tropas españolas y francesas (…) y para que sirva de resguardo, se practica la correspondiente liquidación de los que sean de legítimo abono se les da en documento. En esta relación también aparecían los llamados Bonos de guerra que las intendencias de los ejércitos daban a los pueblos a cambio de víveres. Aunque la realidad fue que la mayoría de estos pagarés nunca se cobraron, y mucho menos el resto de incautaciones.
En seguida vinieron otras guerras y otros problemas y, a pesar de las reclamaciones, esto pasó a formar parte de la historia.
De la gráfica de suministros a las tropas españolas que detallamos a continuación hay que hacer varias apreciaciones. La primera ha sido la dificultad en cuantificar los pesos y medidas de todo lo aportado. Así podemos decir que, por ejemplo, una ración de pan equivale a veintiocho onzas y una ración de carne a siete onzas. Con los suministros líquidos la cosa está más clara ya que una arroba de vino son, aproximadamente, dieciséis litros, sin embargo, una de aceite son doce litros y medio. Y, finalmente, las fanegas, que eran utilizadas para la cebada o el trigo entre otros y que equivalen a cincuenta y cinco kilos y medio. Aparte de todo esto, existen otras medidas, como los celemines para el trigo o las cuartillas para el vino y el aguardiente, que tienen un valor inferior. Todo ello lo hemos tenido en cuenta a la hora de elaborar la gráfica con los totales, aunque pudiera existir alguna variación que no influye o distorsiona las aportaciones.
Otro dato a tener en cuenta son las grandes diferencias de las cantidades requisadas por los distintos regimientos. Esas diferencias se deben a que el número de soldados variaba desde ejércitos enteros a pequeñas partidas o incluso individuos solos que, bien por enfermedades o mutilaciones, quedaban rezagados de sus cuerpos de ejército. La obligación de auxiliar afectaba a todos ellos. Por otra parte, hubo ejércitos que pasaron varias veces en el mismo año, lo que se contempla en la suma final. En cuanto a las unidades que pasaron, la que más nos llamó la atención fue sin duda la partida de observación del famoso guerrillero Juan Martín Díez el Empecinado, que se llevó la nada despreciable cantidad de 200 arrobas de vino (3.200 litros) y 5 de carne. Este guerrillero llegó a dominar toda la Alcarria y llego a tener una guerrilla formada por más de 10.000 hombres. Varias partidas suyas, como los voluntarios de Guadalajara o los tiradores de Sepúlveda, también requisaron suministros en nuestra localidad.
La última de las consideraciones es la inclusión en 1814, de un apartado para el suministro de estopa, que en el resto de años no existe No sabemos el motivo del aumento pero este elemento era utilizado tanto para prender las mechas de las armas como para la fabricación de ropa. El detalle más representativo del estado precario de la economía fue que, en el último año de guerra, desaparece el suministro de vino y casi por completo el de carne, pero aumenta el desembolso monetario. Como si los vecinos una vez desprendidos de todo, sólo les quedaran algunos ahorros en forma de monedas. Cabe destacar por último, la cantidad de pequeños suministros, incluidos en el apartado de “otros”, que resultan curiosos y que no hemos querido obviar. Existe constancia de aportaciones tales como onzas de chocolate, jabón, pescado, queso, aceite, huevos, arroz, carbón, menestra, herraduras, gallinas, ollas, cacerolas, mantas, colchones, etc. En términos redondos, la cantidad total en que el Ayuntamiento estimó lo requisado y que nunca se pagó, fue de 1.236.170, 29. Reales.
Este es nuestro repaso a la Guerra de la Independencia, que como todas las guerras han dejado hambre y destrucción. Esta ha sido la crónica de cómo se vivió en nuestro municipio.
Bibliografía.
– NÁJERA MARTÍNEZ, J.; YUSTE RICOTE, L. (2016): Historias de Paracuellos de Jarama. Ayuntamiento de Paracuellos de Jarama. Madrid.