Señora mía, celebro al tiempo que condeno su anunciada postulación a la candidatura por el estado que seguramente habrá de gobernar el año próximo, en el cual se encuentra Nepantla, lugar que me vio nacer a mediados del siglo diecisiete.

Y lo celebro porque se permite contender a una mujer, incluso de origen humilde, a diferencia de mis tiempos en que estuvimos condenadas a la vida oscura, siempre en segundo plano, vida de la que trascendí gracias a mi carácter y principalmente a mi genialidad, lo que me ha permitido pasar a la historia conocida como “La Décima Musa”.

Sepa que como usted, también pertenecí a una Corte Palaciega, la mía virreinal, la suya ya bastante venida a menos, porque sepa que, como dicen en Sonora Grill, hay niveles chata, perdonando la ironía.

A fin de estar en libertad para dar vuelo a mi pluma, evité el matrimonio decidiendo mi reclusión primero, con las Carmelitas, aunque eso de andar descalza toda la vida como que no se me dio, por lo que pasé a las Jerónimas en donde sí “me hallé” hasta el fin de mis días.

El punto central de esta carta se refiere al moche que se hizo hace tiempo, a los trabajadores del ayuntamiento de Texcoco cuando ocupó la Presidencia Municipal y por lo que se ha hecho tanto escándalo.

Acostumbrada a las comedias de enredos le sugiero contestar a sus detractores:

¿Cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga -o sea usted, que tuvo que pecar aportando moches a la causa de El Señor de los Tiempos Perfectos-; o bien, el que paga por pecar, o sea, aquellos, sus subordinados? Obviamente son ellos los culpables del pago de esos diezmos, quienes dejaron de aportar a los gastos familiares de una manera irresponsable; quienes en ese tiempo callaron como momias y quienes deben ser indiciados por la UIF como responsables directos en contra del bienestar de sus familias, según la impecable lógica cuatroteísta.

Por cierto, muy poco se ha hablado de mí en esta transformación, sepa que hasta miedo tengo que la señorita Vilchis me vaya a sacar en una Conferencia Marranera debido a mi obra “El Divino Narciso”, diciendo que… es cierto, pero se exagera. También escribí otra obra de enredos a la que intitulé “Los empeños de una casa”, pero le prometo que fue haciendo referencia a “Los empeños de un ocaso”, obra de Calderón -de la Barca-, sin saber que ese apellido iba a ser detestado tres siglos después, culpable de la violencia habida en México desde tiempos de la Conquista hasta estos tiempos.

Bien, le comento que fui condenada a destruir todos mis escritos por culpa del Marx Arriaga de aquellos años, pero se salvaron muchos de los que usted pudo bien haber leído a su paso por la Secretaría de Educación Pública; pero si no ocurrió así, no se lo tome personal Maestra, me parece gente bien intencionada y finalmente si su desempeño en ella no llega a ser siquiera mediocre, no será culpa suya sino “de quien la hizo comadre”.

Y en relación a su paso por esa Secretaría, le permito plagiar una de mis más célebres frases para cuando cierre la puerta del sagrado espacio educativo inscribiendo en su portal: Yo, la peor de todas. Con afecto, Juana Inés.