POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Mucho se ha escrito sobre este sepulcro que contiene los restos de Martín Vazquez de Arce del que poco se sabe en realidad, salvo que murió en la acción militar de la Vega de Granada en junio de 1486. Su padre fue secretario de los Mendoza y la infancia del joven, muerto a la edad de 26 años, se desarrolló en el Palacio del Infantado de Guadalajara donde Martín se convirtió en paje del primer Duque. Nada tenía que ver pues con Sigüenza donde finalmente su hermano Fernando manda construir su sepulcro funerario, un sepulcro con su efigie que pasa por ser una de las obras cumbre de la escultura funeraria del tardo gótico español.
El monumento póstumo se atribuye a Sebastián de Almonacid, de Guadalajara y debió construirse entre los años 1486 en que muere Martín y 1504 en que aparece ya como realizado en el testamento de su padre, enterrado en la misma capilla de la Catedral de Sigüenza.
La figura del joven, en alabastro, no aparece yacente sino recostada con una pierna sobre la otra medio incorporado en actitud de leer un libro que sostiene abierto en sus manos. Interpretaciones recientes descartan -por el ángulo visual- que estuviera leyendo sino meditando sobre algo leído ya que sus ojos se dirigen directamente al suelo, no libro. El conjunto funerario supone una innovación destacada y una pieza de enorme limpieza y pulcritud. Está considerada una de las más sublimes realizaciones escultóricas del gótico.