POR JUAN JOSÉ LAFORET HERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA (LAS PALMAS)
En estos días de mayo florido, de tantas tradiciones marianas, cuando la Villa Mariana de Teror y la ciudad onubense de Niebla han conmemorado solemnemente el 25 aniversario de su hermanamiento, el pasado domingo 5 de mayo, he vuelto ahora a visitar, acompañado por la presidenta del Hogar Canario de Sevilla, la grancanaria Purificación Benavente, la Iglesia de San Nicolás, en el corazón de la antigua Sevilla, y allí, ante la sagrada imagen suya, réplica de la que recibe culto en Teror, una vez más pudimos hablar de la «universalidad del Pino», de ese regocijo «…entorno a esa devoción a la Virgen del Pino que no tiene fronteras, ni distancias,…» y que lleva el fervor por la Patrona grancanaria y Señora de Teror a muy diversos y distantes lugares de uno y otro lado del Atlántico pues, como ya señalaba en 1917 el escritor y periodista Francisco González Díaz, el «…señorío de la Virgen del Pino se extiende a toda la provincia; más allá de ella, en el destierro de la emigración, en los remotos países americanos, la Señora aún reina, manda y edifica dulcemente…»
Hoy la Virgen es motivo de hermosos y efectivos hermanamientos, procura lazos de solidaridad y amistad con muchos otros pueblos de dentro y de fuera de Canarias, en España y en el extranjero, un encuentro humano, espiritual y trascendente que deja huellas perceptibles en muy diversos lugares de Cuba y Venezuela, o de Sevilla y Niebla, por mencionar unos pocos ejemplos muy a vuelapluma.
Estos días en Sevilla he podido recordar los días memorables de hace veinticinco años, aquel mes de mayo de 1999 en el que, arropada por los actos solemnes y festivos del hermanamiento oficial entre Teror y Niebla, bajo el manto de su patronazgo coincidente en la Virgen del Pino, junto con un amplio abanico de historias y tradiciones comunes, tenía lugar la presentación, bendición y entronización de una reproducción de la imagen de Nuestra Señora del Pino de Teror en la hispalense Parroquia de San Nicolás, a escasos metros del antiguo callejón de Los Canarios, en la actual Puerta de La Carne, lugar que en el siglo XVI fue conocido en Sevilla como ‘el Barrio de los Canarios’, pues allí vivían muchos naturales de las islas –mayoritariamente de Gran Canaria- y sus descendientes, que se habían quedado a vivir en esa capital, como recuerda el que fuera cronista oficial hispalenese Luis Montoto en su libro sobre ‘Las calles de Sevilla.
En esa ocasión era también un grupo de canarios allí afincados, agrupados en el actual Hogar Canario de Sevilla, los que llevados de su hondo fervor, de un irrefrenable deseo de «…volver a Ti, en el alba de un 8 de septiembre, por los caminos que forja nuestra ilusión…», como proclamaba en 1962 el escritor grancanario José Rodríguez Batllori en su pregón del Pino en Sevilla, los que, con la ayuda del Cabildo de Gran Canaria, el Ayuntamiento de Teror, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria y la Fundación Mapfre Guanarteme, se propusieron, y lograron, contar con una imagen de la Patrona de la Diócesis de Canarias para ofrecerle su cariño, sus ilusiones y sus esperanzas cada 8 de septiembre y tener también allí sus ‘días del Pino’, a la par que contribuían a extender esa universalidad que señala a la Virgen que reina desde su villa teroreña.
Esos mismos días también se inauguraba un espléndido azulejo con la imagen de la Virgen del Pino en la calle que lleva su nombre en la Triana hispalense, cuya reproducción se colocó en la plaza de Teror, aunque se retiró hace ya más de un año por obras en el edificio que la lucía en su fachada. Sin embargo, el pasado domingo, en el acto de aniversario celebrado en el salón de plenos del Ayuntamiento de Teror, los alcaldes de ambas localidades se comprometieron a que los azulejos con las imágenes de ambas patronas del Pino, vuelva a relucir en lugar público y destacado de Teror y de Niebla.
También es inolvidable la emoción honda, contenida, el enorme regocijo que sentía cada vez que, en los meses previos, me acercaba al taller donde el prestigioso escultor e imaginero sevillano Miguel Bejarano Moreno daba forma, poco a poco, a aquella imagen de Nuestra Señora del Pino y como, casi por milagro, pues él nunca había visto la talla original, surgía una espléndida reproducción tocada por los propios ángeles. Fue una oportunidad exclusiva que siempre le he agradecido muchísimo.
El autor de esta imagen de la Virgen del Pino es un artista con enorme prestigio, incluso una reproducción suya de la Esperanza Macarena se ha llevado a Miami. Como ha destacado el catedrático de Historia del Arte Universidad de Sevilla Juan Miguel González Gómez, se trata de un escultor que «…estilísticamente se inscribe dentro del Neobarroco sevillano. Sus esculturas bien dibujadas y modeladas, reflejan una especial atención al estudio anatómico. Sus obras, tendentes siempre a la idealización y suavidad de líneas, toman indudables referencias del natural. Su impronta clásica deja sentir soluciones montañesinas, mesinas, roldanianas, etc. En las imágenes marianas recurre, a veces, a formulas propias de José Montes de Oca, Cristóbal Ramos o Juan de Astorga…» Él realizó aquella talla, como me explicó personalmente «…en madera de cedro real, sobre la que se procedió a sus imprimaciones, y posteriormente a su policromado, en técnica del pulimento brillante, finalizando con una suave pátina y algunas veladuras…»; una talla de «candelero», o sea hecha para vestir, de unos 80 centímetros a la que, aparte de los correspondientes vestidos y manto de la Virgen y el Niño, se la dotó de las coronas y aureolas, así como de las características media luna y ráfaga grande, logrando en conjunto un tamaño ideal para la entronización que se le hizo.
Unos días y una entronización inolvidable de hace veinticinco años; unas devociones hispalenses que ahora, en estos días de mayo en Sevilla, junto a grancanarios residentes allí, rememorando lo que previamente pude disfrutar en Teror, junto a terorenses y onubenes, he rememorado «…confundidas entre la multitud fervorosa e impaciente de romeros y peregrinos…», que en su onírico caminar muestran esa universalidad de la devoción por la Patrona de la Gran Canaria.