POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
Este día del calendario en los anales de Orihuela ha tenido diversas conmemoraciones desde la Guerra Civil. En un principio, sería considerado tal como se decía durante el franquismo como Día de la Liberación, en que en el año 1939, los reclusos nacionales encerrados en el Seminario, abandonaban materialmente el encierro en dirección a la ciudad acompañados por el repique de campanas. Poco tiempo después, sería al contrario, y durante algún tiempo los inquilinos pasarían a ser los republicanos. Eran algunas de las consecuencias de una confrontación fratricida.
A los tres años, el 28 de marzo de 1942, fallecía en el Reformatorio de Adultos de Alicante el poeta Miguel Hernández: era Domingo de Ramos. Como una premonición, el italiano Antonio Fantucci, en la revista ‘Momento’ plasmaba en su trabajo ‘Mane, nobiscum, Domine’ la dedicatoria «A Miguel, que se muere, solo». En esas circunstancias era incluso arriesgado el nombrar al poeta al que tanto debe Orihuela, y que políticamente se había identificado hasta lo más íntimo con la República. Después de una Guerra Civil la situación política no era favorable para ello, resultando hasta osado tenerlo en consideración, por las posibles represalias que pudieran derivarse. Sin embargo, los editores de esta efímera publicación dedicada a la Semana Santa, que políticamente hablando no eran inequívocos, lo permitieron.
Entre ellos encontramos al alcalde Mariano Belda Garriga, a Gabriel Sijé, a Antonio García (Molina Martínez) y a Eladio Belda Irles, siendo este último el que de su peculio sufragó el sepelio de Miguel. En ‘Momento’ encontramos algunos contrasentidos, pues mientras que se recordaba al poeta, se rendía también homenaje a Luis Bueno Ferrer, caído en la División Azul, y al que su madre, Amelia Ferrer, Cayetano López Noguera y el citado Gabriel Sijé le dedicaron sendos artículos. La revista se completaba con las firmas de Manuel Martínez Ros, Emilio Bregante Palazón, Antonio Escudero Esquer, Fulgencio Ros Alifa, Luis Almarcha Hernández, Fernando Brú Giménez, Elías Abad Navarro, Vicente Hernández Romero, Francisco Díe, José Franco Martínez y Carlos Fenoll. Las fotos eran originales de Antonio Ballester, M. Belda, A. Bernard, Penalva, Esteban Montero, J. Franco. En la portada aparece un dibujo de Adolfo Pérez León representando al Cristo del Consuelo. Hoy, ninguno de ellos está entre nosotros, pero dejaron su huella con esta publicación que fue impresa en los talleres de Zerón y que veía la luz, ese mismo día en que Miguel abandonaba este mundo, «en el júbilo y el sol del Domingo de Ramos».
Al margen de cualquier tipo de contrasentidos, en ‘Momento’ dejó su impronta Carlos Fenoll con uno de sus mejores poemas dedicado al Cristo Yacente de José Seiquer Zanón. Imagen que Juan Bellod Salmerón le hizo admirarla, haciéndole observar su mano derecha: «Y esa mano, y esa mano que, muerta/ más no del todo fría, levemente entreabierta/ bendice todavía!». Talla que se incorporó a las procesiones de ese año, siendo adquirida por el Excelentísimo Ayuntamiento. En esos primeros años de los cuarenta del siglo XX comenzaban a fundarse nuevas cofradías como la de la Samaritana, que desfilaría por primera vez al año siguiente, por iniciativa del sacerdote Antonio Roda López que ostentaba la Presidencia de la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de la Semana Santa. En la directiva de esta última, encontramos muchos nombres recordados como Juan Villaescusa, Manuel Penalva Fons, Juan Pertusa, Evaristo Cárceles, Manuel Muñoz Aliaga, Mercedes Maseres, Jesús Botella Brotóns, Ignacio Genovés Genovés, Luis Boné Rogel, Emilio Bregante Palazón, Enrique Garriga Mercader, Manuel Martínez Ros y Luis Almarcha Hernández.
Los desfiles procesionales del año 1942 quedaban reducidos al Domingo de Ramos con la ‘Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores’ que desfilaba con la imagen de La Dolorosa que se veneraba en el convento de San Juan de la Penitencia. Desde la iglesia de la Merced, por primera vez, el Lunes Santo salió la Cofradía del Ecce-Homo que sacaba en procesión a las imágenes de Jesús de Salzillo y de Pilato, también del mismo autor, y actualmente venerado como San Judas Tadeo. La cita del Martes Santo era con la Cofradía del Perdón, con sus pasos de La Caída con imágenes de Salzillo y Felipe Farinós, y La Verónica, de José Díes, estrenada ese año. En la tarde de Miércoles Santo, la VOT hacía estación hasta el santuario de Monserrate con las tallas de Nuestro Padre Jesús de José Sánchez Lozano y el Cristo de la Agonía de Salzillo. Al toque de oraciones se producía el traslado desde la iglesia de San Juan hasta la Catedral de los pasos de San Juan, el Triunfo de la Cruz, el Sepulcro y La Soledad. Por la noche, y desde la iglesia de San Agustín, la Cofradía del Lavatorio con las tallas de Francisco Salzillo de Jesús lavando los pies al apóstol Pedro y el Arrepentimiento del Príncipe de los Apóstoles. En la noche del Jueves Santo, la Hermandad del Silencio sacaba en procesión al Cristo del Consuelo, considerado en esas fechas como de autor anónimo (hoy documentado como de José Puchol). La procesión general tenía su protagonismo en la madrugada del Viernes Santo y en ella, además de la Convocatoria y Los Armaos desfilaban siete pasos. Por la tarde salía la procesión del Santo Entierro, «organizada y costeada por el Excmo. Ayuntamiento», encabezada por el Caballero Cubierto, distinción que recayó en el conde de La Granja. En ese año, se estrenó los tronos de San Juan y de la Soledad, así como el Cristo Yacente y la urna de madera tallada de Balaguer y dorada por Enrique Luis.
Han transcurrido setenta y dos años desde aquel Domingo de Ramos 28 de marzo, en que ‘Momento’ servía de pórtico a una Semana Santa que empezaba a resurgir, y que premonitoriamente veía a Miguel Hernández morir solo. Sin embargo, con el tiempo transcurrido podríamos decir que la figura y la obra del inmortal poeta vives, estás entre nosotros.
Fuente: http://www.laverdad.es/