POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES)
El próximo domingo 26 de mayo se tiene previsto la celebración de nuevos comicios locales en toda España. Será una nueva jornada festiva donde la democracia municipal volverá a abrirse paso como expresión más genuina de la recuperación de la libertad individual en el ámbito más próximo a la ciudadanía, su Ayuntamiento. En esta ocasión los arroyanos empadronados en la población elegirán su XI consistorio municipal de este nuevo periodo democrático que se inició en 1979; es decir, hace ya 40 años.
Mucho han cambiado los tiempos, y hoy, a diferencia de entonces, la participación en política no acarrea las dificultades que tuvieron que experimentar aquellos valientes que en 1979 dieron un paso al frente para liderar la recuperación de la democracia municipal. Una democracia local de la que se les había privado desde el ya muy lejano 1936. Y es que la última vez que los arroyanos pudieron elegir a su alcalde se remontaba nada menos que a las elecciones municipales de abril de 1931. Porque los “comicios” locales de noviembre 1973, los últimos que celebró el franquismo, no sirvieron ni para elegir al máximo regidor, que fue nombrado a dedo por el gobernador de la provincia, como todos los alcaldes de la dictadura, y ni por supuesto, y por varias cuestiones, la votación de aquel año nunca tuvo visos de una auténtica libertad democrática.
Y no fueron unas elecciones libres aquellas de 1973 porque los arroyanos únicamente pudieron elegir un número limitado de concejales, los de Representación Familiar; en segundo lugar porque únicamente pudieron presentarse a puestos de concejales aquellos que se identificaban claramente con el Régimen franquista, necesitando, por consiguiente, el aval de las autoridades y de la Guardia Civil para poder presentar su candidatura, y descartando de la misma forma a todo aquel que resultaba sospechoso; y sobre todo, no fueron libres porque un buen número de las arroyanas estuvieron excluidas del censo electoral (se necesitaba que fueran mayores de edad y además estar casadas para poder ejercer el voto).
Nada de lo anteriormente descrito se produjo en abril de 1979 cuando se convocaron las primeras elecciones para conformar los primeros consistorios de la recién estrenada democracia. En este caso, y en atención a la nueva Constitución que ya se habían dado los españoles un año antes, no hubo ningún tipo de cortapisas para que dentro de la ley, y sin tener en cuenta ideología alguna, todo el arroyano que quisiese podría presentarse para regir los destinos de sus conciudadanos. Por supuesto, la mujer también pudo participar tanto activa como pasivamente de la nueva fiesta de la democracia e independientemente de su condición de mujer soltera o casada. Una situación que fue aprovechada por dos valientes, y con enorme éxito porque, como podremos comprobar, ambas fueron elegidas como concejalas y en representación de dos agrupaciones políticas distintas.
Aunque los arroyanos ya habían votado en dos ocasiones desde 1977 para elegir sus representantes en Cortes, ahora todo era distinto. Las elecciones de 1979 dirimían quién iba a ser el máximo regidor de la población. Una situación completamente novedosa porque durante 40 años los alcaldes se habían sucedido en el puesto sin que la ciudadanía tuviese la más mínima participación. Había que empezar por organizar las candidaturas casi sin conocer cómo hacerlo. Todo resultaba novedoso y todo era una incógnita, incluso poder vaticinar los resultados finales porque para unas elecciones locales no existía ejemplo alguno desde hacía ya demasiados años.
Con una población que rondaba las 7.000 almas, entonces, como ahora, el número de concejales que había que elegir era el de 13, una cifra que se correspondía con las localidades que tenían entre 5.001 y 10.000 habitantes. Después de un proceso largo de conversaciones, y no sin problemas para ubicar como cabeza de cartel en algunas candidaturas, especialmente el PSOE, en el mes de abril se dieron a conocer las tres posibilidades por las que podrían optar los arroyanos a la hora de designar a su alcalde. El PSOE local eligió a José María González Bravo como su candidato; la UCD del presidente Suárez, que solo un mes antes había revalidado su victoria en unas elecciones generales, optó por Jorge Antonio Bravo García; y, por último, se presentó a los comicios una Agrupación de Electores independientes de cualquier sigla política a nivel nacional y que lideró el empresario Nicolás Pedrera Chaves.
Con seguridad, la candidatura que mayor expectación provocó entre los arroyanos una vez conocidas por todos fue la del PSOE, ya que el liderazgo de José María González Bravo fue una auténtica sorpresa para un buen número de paisanos. Aunque José María era una persona muy comprometida con sus semejantes, ni de cerca daba el “perfil” de lo que en la Transición democrática se consideraba un militante o votante del PSOE. Los motivos por los que decidió liderar este partido, según las palabras que me transmitió en una larga conversación que tuvimos en su casa de Arroyo no hace tanto tiempo, fueron dobles. Por un lado, se encontraba el hecho que ninguno de los socialistas de entonces querían aceptar ir como número uno en aquella candidatura; y en segundo lugar, y “mucho más importante para mí fue que no podía permitir que el alcalde de Arroyo no fuese un Arroyano”. Y es que, efectivamente, los otros dos candidatos, aunque afincados en la población y sintiendo verdaderamente a su pueblo de adopción, no habían nacido en Arroyo. El candidato de la UCD era de Valencia de Alcántara y el independiente de la Agrupación de Electores era originario de Malpartida de Cáceres.
El resto de los aspirantes a concejales que dieron un paso al frente en un momento aún dubitativo en la conformación de nuestra democracia fueron los siguientes: por el PSOE, además de José María González, estaban Félix Pajares Moreno, Felicísimo Bello Merino, Antonia Femia Cordovilla, Cándido Montero Tato, Salvador Chaparro Cid, Pedro Paniagua Pajares, Félix Santano Padilla, Francisco Lucas de la Montaña, Ladislao Bermejo Cerrudo, Casto Javato Cambero, Florencio Cid Gil y Faustino Leal Martín. Por UCD acompañaban a Jorge Antonio Bravo, Juana Sánchez Barrero, José Manuel Bañegil Molano, Joaquín Crespo Crespo, Daniel Collado González, Juan Cid Rodríguez, Simón Jiménez Tejado, Domingo González Pizarro, Pablo Aparicio Blázquez, Rufino González Cid, Inés Mendo Mellado, Luis Mendoza Corbacho y Lázaro Santano Bonilla. En la Agrupación de Electores, además de Nicolás Pedrera estaban Marcelino Collado Bravo, Amador Fondón Chaves, Sebastián Higuero Holgado, Victorino Collado Pajares, Gervasio Romero Delgado, Guillermo Ordiales Barrantes, Luciano Campos de la Montaña, Ángel Robledo Gutiérrez, Pablo Terrón Fondón, Santos Carrero Collado, Dimas Rodríguez Muro y Cándido Pasán Domínguez.
La campaña electoral se celebró en un ambiente de total tranquilidad y sin hechos dignos de mención. Más de 5.200 arroyanos tenían aquel martes 3 de abril (entonces también se utilizaban los días laborables para votar) derecho de sufragio y casi 4.000 decidieron ejercerlo con total naturalidad. Al margen de unos pocos votos nulos y en blanco que no llegaron ni a la media centena, el resultado definitivo no dejó lugar a dudas. La ciudadanía de Arroyo optó por abrumadora mayoría por la candidatura que lideraba José María González Bravo. Efectivamente el PSOE obtuvo 2.596 votos lo que representaba casi el 67% de voto escrutado. Una cifra que a lo largo de la historia de los comicios locales ha sido superada una sola vez y por escaso margen. Un dato que reportó al PSOE local 9 concejales (hasta Francisco Lucas de la Montaña). La UCD quedó en segundo lugar contabilizando 948 votos, y muy lejos de los más de 2.000 que había obtenido este partido en el pueblo en las generales de 1977. Los más de novecientos votos representaban algo más del 24% de los sufragios, votos que le otorgaron 3 concejalías (hasta José Manuel Bañegil Molano). Por último, la Agrupación de electores obtuvo unos dignos 342 votos, casi el 9% de las papeletas, que provocó que su número uno fuese elegido como concejal.
De esta forma, se conformó un nuevo consistorio que presentaba grandes novedades sobre lo que había estado ocurriendo en los últimos cuarenta años en la localidad. Por un lado, el PSOE arroyano de la mano de José María González Bravo recuperaba el poder local después de la salida abrupta del mismo en julio de 1936 y, por otro, la nueva corporación municipal presentaba un auténtico hito histórico, por primera vez dos de las tres mujeres que se presentaron a los comicios fueron elegidas por sus paisanos, pudiendo sentarse como concejalas de pleno derecho en el Ayuntamiento arroyano, Antonia Femia Cordovilla y Juana Sánchez Barrero. “Veníamos de una dictadura y queríamos un cambio, había mucha ilusión”, nos recuerda el nuevo alcalde de la localidad.
Se inició, pues, una legislatura, la primera de nuestra democracia municipal con grandes esperanzas pero también con no pocas dificultades. Nos señala José que fue una “época muy complicada, pero pese a ello hicimos muchas cosas”, efectivamente fue así, la caja del Ayuntamiento, por distintas cuestiones estaba casi a cero, fueron años de falta de lluvia terrible que provocó que el pantano de Molano se secase completamente, por lo que tuvieron que realizar 3 pozos para que la población siguiese con agua potable en sus domicilios. Todavía recuerda con perfecta nitidez el día de su toma de posesión, aquel jueves 19 de abril de 1979 con un salón de actos repleto de público cuando tomó propiedad de su cargo, y añorando el largo y caluroso aplauso que se le brindó por todos sus paisanos, e incluso de sus contrincantes políticos. “Lo que más lamento es que los representantes de los ciudadanos se dirijan entre ellos con insultos”, nos dirá con un poso de tristeza.
Uno de los aspectos por los que más batalló el nuevo alcalde durante aquella primera legislatura fue en la mejora de la sanidad de la localidad. Efectivamente, una vez que se confirmó a Juan Rovira Tarazona como nuevo ministro de Sanidad y Seguridad Social, no tardó en realizar las gestiones pertinentes para que el ministro catalán aunque diputado por la provincia de Cáceres arribara a nuestra población para conocer de primera mano los problemas que Arroyo tenía en materia de infraestructuras médicas. De esta forma, todo un ministro, entonces venían ministros a nuestro pueblo, llegó a la población en honor de multitudes y con gran expectación. En Arroyo dio a conocer su proyecto de Reforma Sanitaria entre los que incluyó la creación de Centros Rurales de Salud. No tardó esta propuesta en ser una realidad. En enero de 1980 se dio a conocer oficialmente el mapa sanitario de la provincia de Cáceres, en el que se afirmaba que Arroyo de la Luz tendría una “Unidad Sanitaria Local” con cabecera en nuestra población y que comprendía su propio municipio. Todo un logro y un avance para sus habitantes.
Mucha menos suerte tuvo José cuando quisieron tratar de “desmontar” nominalmente la dictadura en el callejero local. Un asunto que dividió completamente al PSOE local en dos facciones distintas, y que no pudieron resolver a diferencia de lo que sucedió en Aliseda, por ejemplo, población con uno de los alcaldes más jóvenes de España, José Luis Martín Cabezalí, donde asunto del callejero quedó decidido completamente un mes después de su toma de posesión. En Arroyo, en cambio, la división del partido local en dos grupos que pensaban de forma distinta provocó que hubiese que esperar hasta la segunda legislatura para que este asunto se cerrara casi en su totalidad. Aquella disparidad de criterios no deja de ser un tema curioso pero que, como tantas otras veces señalamos, conformará otra interesante historia.
En resumen, y a pesar de cualquier objeción que pudiese ponerse, la primera legislatura de nuestro nuevo periodo democrático conformó la fiesta de la libertad. Y es que los gobiernos locales, este primero de José María González Bravo y todos los que llegaron posteriormente, con todas sus contradicciones, han sido siempre los principales motores del cambio social y los propulsores de algunos de los avances más importantes que ha vivido nuestra población. Por ello, una vez conocidas las cuatro candidaturas que se presentan a los comicios del 26 de mayo de 2019, este cronista lo único que puede desearles es mucha suerte a todos y a cada uno de ellos. Resulta más que evidente que si ellos la tienen, los beneficiados seremos todos nosotros y, por supuesto, nuestro querido Arroyo de la Luz.