POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS MÉXICO)
Y quién iba a decir que 30 años después, una hija de Cortés y nieta de Moctezuma contraería matrimonio en la barranca zacatecana con Juan de Tolosa, descubridor y uno de los primeros pobladores de las Minas de #Zacatecas, donde tuvieron descendencia.
Estoy hablando de doña Leonor Cortés Moctezuma. Y respecto del sitio donde se supone que tuvo lugar el encuentro entre Cortés y Moctezuma, existe un testimonio gráfico que da cuenta de tal suceso. Es un mural colocado en la parte posterior del templo donde descansan los restos de Cortés.
obre el encuentro, Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, consigna:
«Se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes caciques debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchihuites, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello; y el gran Moctezuma venía muy ricamente ataviado, según su usanza, y traía calzados unos como cotaras, que así se dice lo que se calzan, las suelas de oro, y muy preciada pedrería encima de ellas; e los cuatro señores que le traían del brazo venían con rica manera de vestidos a su usanza, que parece ser se los tenían aparejados en el camino para entrar con su señor, que no traían los vestidos con que nos fueron a recibir; y venían, sin aquellos grandes señores, otros grandes caciques, que traían el palio sobre sus cabezas, y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas porque no pisase la tierra.
E como Cortés vio y entendió e le dijeron que venía el gran Montezuma, se apeó del caballo, y desque llegó cerca de Montezuma, a una se hicieron grandes acatos: el Montezuma le dio el bienvenido, e nuestro Cortés le respondió con doña Marina que él fuese el muy bien estado. E parécerne que el Cortés con la lengua doña Marina, que iba junto a Cortés, le daba la mano derecha, y el Montezuma no la quiso e se la dio a Cortés; y entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margajitas, que tienen dentro muchos colores e diversidad de labores, y venía ensartado en unos cordones de oro con almizcle porque diesen buen olor, y se le echó al cuello al gran Montezuma; y cuando se lo puso le iba a abrazar, y aquellos grandes señores que iban con el Montezuma detuvieron el brazo a Cortés que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio; y luego Cortés con la lengua doña Marina le dijo que holgaba ahora su corazón en haber visto un tan gran príncipe, y que le tenía en gran merced la venida de su persona a le recibir y las mercedes que le hace a la continua.
¿Quién podrá decir la multitud de hombres y mujeres y muchachos que estaban en las calles e azoteas y en canoas en aquellas acequias, que nos salían a mirar? Era cosa de notar, que ahora, que lo estoy escribiendo, se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó; y considerada la cosa y gran merced que nuestro señor Jesucristo nos hizo y fue servido de darnos gracia y esfuerzo para osar entrar en tal ciudad, e me haber guardado de muchos peligros de muerte, como adelante verán».