POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Está resultando este un otoño muy lleno de acontecimientos culturales en los que nuestra ciudad está presente. Si en la columna anterior comentaos sobre el segundo centenario del nacimiento de Eulogio Florentino Sanz, un gran escritor romántico y precursor del modernismo. Exposiciones de Collegium, Diálogos y Alfarería del agua, otra de los hierros de Juan Jesús Villaverde, que siempre nos sorprende con su obra. Y la recién abierta de la escuela. La celebración musical de Santa Cecilia por la Banda Municipal de Música, con un extraordinario concierto en el Teatro Castilla y en la misa de la parroquia… en fin, múltiples actividades, de forma que uno a veces no puede ir a todas.
Pero hoy quiero de nuevo acercarme a otra figura importantísima de nuestra historia, la reía Isabel I de Castilla, la Católica, tan nuestra y tan llena de connotaciones especiales que hacen de ella la mejor reina y gobernante de nuestra historia, ella fue un antes y un después en aquella Castilla a caballo entre el medievo y el estado moderno, una reina querida por su pueblo que con su testamento y codicilo nos dejó el mayor tratado del humanismo cristiano, y fue precursora de los derechos humanos, mucho antes de que los conociéramos y valorábamos como hoy lo hacemos.
Estamos en la tierra de Isabel, y en nuestro caso de Madrigal, Arévalo y Medina, el histórico “triángulo isabelino”, el epicentro de la vida de esta figura que viajó y conoció los rincones más apartados de su reino y hasta la última ciudad, villa o pueblo de él. Pero el epicentro de Castilla isabelino por excelencia es este triángulo que, hoy más que nunca, recuerda su figura gigantesca de esta mujer, y en unos momentos en que resurge y cuaja con gran fuerza el movimiento en pro de su canonización, cumplidos ya y con creces los momentos de aportación documental en el que han aflorado millares de documentos nuevos que afianzan aún más esos valores que ella nos descubren, si es que quedaba alguna duda.
Esta mujer, adelantada a su tiempo, está siendo celebrada y querida de forma creciente en ciudades, villas y pueblos de España y del mundo, especialmente en Hispanoamérica, donde se la reconoce, se la quiere y se la venera, aunque surjan algunos episodios de lo contrario. Y así ha sido cuando conmemoramos el 518 aniversario de su muerte, en centenares de lugares, desde catedrales a las más apartadas parroquias e iglesias perdidas por la geografía, se la ha recordado y se la ha rezado.
Y así es como en esta tierra de Isabel, Madrigal, Arévalo, Medina del Campo y Ávila entre otras muchas, hemos celebrado el aniversario de su muerte, con actos religiosos de misas de aniversario y de acción de gracias, con actos culturales en conferencias, programas de radio y espacios visuales de homenaje a esta figura universal.
Madrigal, su cuna y punto de mira siempre de Isabel. Arévalo, la villa señorío de su madre, donde vivió sus primeros años y recibió una exquisita educación primera, donde despertó sus valores religiosos junto a las gentes que formaban el séquito de aquellas Casas Reales, donde empezó su devoción a la Virgen de las Angustias que personificó en su propia madre y que luego extendería por tantas ciudades, donde adquirió ese franciscanismo que la acompañaría toda su vida. Y Medina del Campo, su villa donde vivió muchos acontecimientos de su reinado, donde testó y nos dejó un verdadero tratado de las humanidades y ese codicilo tan especial para sus súbditos de América… Estos días de han prodigado actos y recuerdos hacia nuestra reina.
El sábado día 26, en mi ciudad, y promovido por la Asociación Cultural La Queda, con otros amantes de la figura de Isabel, se colocó una corona ante la estatua situada ante la Puerta de la Villa o del Alcocer, en la Plaza del Arrabal, con la complicidad de unos y la sorpresa y curiosidad de los viandantes y muchos turistas que por allí pasaban, después de los acordes del repique de campanas de San Juan, la torre arevalense más cercana. Por la tarde, este que suscribe realizó una semblanza de la Reina Isabel y “la mi villa de Arévalo”, recordando el paso y las vivencias isabelinas en esta población siempre tan querida por ella. Y finalmente su recuerdo antes de comenzar la misa en la parroquia de Santo Domingo de Silos, aplicada en su memoria.
Actos emotivos que nos recuerdan la grandeza de esta figura histórica irrepetible y tan nuestra…
FUENTE: EL CRONISTA