POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA).
Pues sí, casi sin darnos cuenta estamos cumpliendo el décimo aniversario de Credo, la edición arevalense de Las Edades del Hombre. Un acontecimiento cultural que de vez en cuando aflora en nuestra memoria como un hecho de colosal importancia, un acontecimiento cultural que fue un antes y un después en el mundo de la cultura y el turismo de la ciudad.
De vez en cuando con algunos amigos que vivieron o participaron de aquello, recordamos con alegría y una miaja de nostalgia aquellos meses en que nuestra ciudad se convirtió en meta de tantos visitantes, turismo cultural.
Y así fue cuando el otro día, en esas visitas nocturnas de mi vida, ya son 38 ediciones en las que hemos hablado de tantas cosas de Arévalo que, podría decir que “se me acaba la candela” como dijo el Alcalde Ronquillo al rey Felipe II cuando le pedía la venia para fundar su enterramiento en el Monasterio de El Real. Resulta que aquel alcalde justiciero no gozaba del beneplácito del monarca y ya siendo muy mayor, para la época, insistía con su petición ante el rey con esa frase siendo nonagenario… fíjense amigos lectores, aquel justiciero que la leyenda sitúa pronto en Valladolid sacado de su tumba por los demonios por sus durezas justicieras contra Acuña el comunero… leyendas decimonónicas que los hechos desmienten, resulta que Ronquillo murió anciano en sus casas de Arévalo, las mismas que fueron de su pariente Juan Velázquez de Cuéllar. Y resumiendo, que este no es el objeto de mis líneas, imploraba al rey por su preocupación de ser enterrado al amparo de aquel importante monasterio, donde efectivamente, años después fue enterrado a una edad avanzada…
Aquella gran comitiva que formaba el público asistente a las nocturnas nos recordó las colas de “Las Edades”. Nuevamente se renovó la expectación por esas rutas que ofrecemos cada verano tanto al público arevalense como a numerosos visitantes de muy distintos y lejanos orígenes.
Ya estaba yo más relajado después de esa noche de las visitas nocturnas, tan ajetreada y al tiempo tan gratificante, cuando estaba viendo desde la escalinata de la parroquia la larga comitiva de la fiesta de la bicicleta, a su paso por la Plaza del Arrabal, cuando recibí una llamada que me dio mucha alegría. Estaba aquí mi amigo Rubén, “el guía de Las Edades”, con el que trabé gran amistad mezclada con mucha admiración, porque es un sabio del arte, con un ojo de aguilucho y otro de lince para escrutar piezas de arte.
Desde hacía tiempo teníamos pendiente una visita mía a Palencia, que es donde ahora trabaja, pero al final fue al revés, llegó el a nuestra plaza tantas veces paseada en su ocupación de guía de Credo, acompañado de su novia y su madre. Y pasamos un buen rato…
Nos dio tiempo para tomar algo, dar una vuelta por la emblemática Plaza de la Villa y a nuestro paso, descubrirme algún detalle de arte de lo que íbamos viendo…
Cuantas veces hemos recordado un grupo de arevalenses cercanos a la experiencia de “Las Edades”, aquella visita que realizamos al Valladolid de Gregorio Fernández que visto con él resultaba distinto y sorprendente. No nos quedó un lugar con algo del gran maestro imaginero que no visitáramos, incluidas algunas obras atribuidas, con su mirada sutil y certera. Fue un día agotador, pero fue una gozada y volvimos sabiendo mucho más de aquel gran maestro barroco, cansados de tanto patear Valladolid, pero contentos por la lección de arte de este amigo-guía que siempre esta con los brazos abiertos para los amigos.
O aquel otro viaje al Toledo de El Greco, un grupo más pequeño, Pablo, él y yo. Otro día muy intenso de arte monográfico, y más cansado por configuración urbana de Toledo, tan llena de cuestas como de sorpresas que iban saliendo al encuentro. Una ciudad tan cargada de arte e historia que nunca acabas, siempre encuentras algo nuevo fuera de las cosas fundamentales, de las que tampoco te cansas. Pero, aparte de la concentración de obras de arte, lo importante es verlas con los ojos de un experto que te introduce en los secretos de cada obra, de cada rincón, de cada arquitectura. Fue el día del paraguas, que en el Museo de Santa Cruz me lo cambiaron… y era nuevo!!! por uno de baratillo… pues ahí va, como hablamos, estas líneas de recuerdo dedicadas al amigo Rubén, a Abbie y a su madre… ¡Que grata visita!
FUENTE: R.G.S.
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