POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
El Día de Europa es una celebración que tiene lugar cada 9 de mayo en la Unión Europea, en recuerdo de la denominada Declaración Schuman, en la que el ministro francés de exteriores, Robert Schuman, dio el primer paso para la integración de los estados europeos al proponer que el carbón y el acero de Alemania (entonces República Federal Alemana) y Francia (y los demás países que se adhiriesen) se sometieran a una administración conjunta, impulsando la creación de la primera Comunidad Europea: la del Carbón y Acero, siendo por tanto el origen de la actual Unión Europea.
Esta propuesta fue realizada en 1950, cinco años después de la rendición del régimen nazi que había tenido lugar el 8 de mayo de 1945.
El 70 % -aproximadamente- de las legislaciones nacionales de los 27 Estados miembros proviene de la Unión Europea y el 68 % de los europeos está convencido de que su Estado se ha beneficiado de pertenecer a ella.
Pero más allá de la Unión política, económica, defensiva…, existe la Europa cultural y espiritual, que da el fundamento existencial, el sentido de su identidad y el alma de su actividad a la Unión de los 27 Estados.
Durante la actual pandemia, la fundación francesa Robert Schuman ha ido publicando una copiosa antología, que más bien parecía un repertorio completo, de los tesoros histórico-culturales de toda Europa, vivos y actuantes en las bibliotecas y archivos, museos y exposiciones, conservatorios y escuelas de música, catedrales y monasterios, universidades, teatros, palacios, casas consistoriales…, donde -además de vivir- se mantiene, se cultiva, se expande, se contagia el espíritu que hace posible que podamos hablar todavía, y -pase lo que pase- coyunturalmente de Europa.
Celebremos este día 9 de mayo -la fiesta de nuestra patria europea- sin la cual, situaciones como la que se derivará económicamente de la actual pandemia, serían total y absolutamente catastróficas para España, una ruina insalvable.