FRANCISCO FRANCO FERNÁDEZ, CRONISTA OFICIAL DE CARTAGENA, (MURCIA) PROPUSO LLEVAR HOTEL MANDARACHE AL TEATRO
Hotel Mandarache es el libro de Ignacio Borgoñós, un cartagenero que es autor de otras obras como Ánimos sombríos y Recitando a Petrarca. Esta novela ha sido reeditada por Malbec tras diez años de su anterior edición.
En Hotel Mandarache vemos la vida de un arquitecto del siglo xx que se traslada a Cartagena. Obligado a mudarse, llega a la ciudad portuaria, donde comienza a trabajar con Carfás, un cacique que le encarga la construcción de un gran edificio: un hotel. El papel de la mujer en la época, las apariencias y el poder son los pilares de la narración.
¿Por qué eligió Cartagena como escenario de la acción?
Porque el patrimonio modernista de Cartagena es amplísimo. La gente suele andar por la ciudad sin levantar la cabeza, pero en el momento en que lo hace encuentra edificios como el Gran Hotel, la Casa Llagostera o el Palacio Consistorial, cuya belleza es impresionante. Además, escribí Hotel Mandarache estando en Valencia, con lo cual tenía morriña de mi ciudad. Y también porque don Gabriel Carfás y Senet, los protagonistas que me inspiraron para escribir este libro, eran el reflejo de dos personas reales que pisaron las calles de la trimilenaria. Todos estos eran motivos más que suficientes para que se desarrollara en Cartagena.
¿Qué es para usted esta ciudad?
Mi ciudad. Me siento cartagenero y cartagenerista. Creo que es una ciudad con un tremendo potencial, con una historia grandiosa, con personajes valiosísimos y atractiva para el visitante. Es una ciudad literaria, patria de Carmen Conde y de Arturo Pérez Reverte. Y es la gran olvidada por la administración central y la autonómica. Es una injusticia que no se invierta más aquí, que de los presupuestos regionales lleguen migajas.
Cartagena tiene la historia, la industria, el turismo; en cambio no recibe en proporción. Creo que si se restituyera la provincia de Cartagena todo cambiaría y podría crecer muchísimo más, conforme también lo harían los municipios de la comarca del Campo de Cartagena. Esta ciudad debería ser Patrimonio de la Humanidad, por su arsenal y castillos y fortalezas.
Y, sinceramente, creo que Cartagena es tan fuerte y resistente que, pese a siglos de desidia y de gobiernos malintencionados e inútiles para su progreso, ahí sigue guardando tesoros a la espera de un gobierno cartagenerista en mayoría que quite complejos y explote el potencial, propiciando así su despegue definitivo. Cartagena es la ciudad sin límites.
Igual podemos encontrar en ella tesoros de la arqueología y vivir de ello, que es una ciudad tecnológicamente puntera con la UPCT a la cabeza y una industria concentrada en el Valle de Escombreras, que convierte el municipio en un polo industrial de España.
¿Por qué escogió Hotel Mandarache como título?
Por el mar de Mandarache, que es el que baña el entorno del Arsenal Militar. Un nombre muy cartagenero y pegadizo. Además, era cuestión de llevarle la contraria a don Gabriel Carfás, el personaje siniestro de la novela, que quería darle su apellido al hotel, mientras que el joven arquitecto que lo construye quería llamarlo Mandarache porque fue allí donde encontró el amor.
El protagonista es arquitecto. ¿Hay algún edificio de la ciudad que le impresione?
Son tantos… Palacio de Aguirre, Palacio Consistorial, Casa Pedreño, el Casino, la Casa Cervantes, la Casa Maestre, la Casa Zapata, y así podría estar un buen rato enumerándolos mientras me recreo mentalmente en la belleza de su arquitectura. Pero realmente el edificio que me hace sentirme más orgulloso es el Gran Hotel, una auténtica maravilla del modernismo cartagenero, con esa cúpula bulbosa y originalísima que destaca con nombre propio en el cielo de la ciudad.
¿Se inspiró en alguno de estos edificios para elaborar su historia?
Sí, precisamente en el Gran Hotel. Lo que sucede es que en la novela traslado ese hotel en construcción a la plaza del Ayuntamiento, frente al Palacio Consistorial, y allí es donde aparece cubierto de una lona para mantener el misterio de su construcción hasta las páginas finales del libro.
La etapa del modernismo es la que queda recogida en la novela. ¿Cree que esta es la etapa de esplendor arquitectónico de Cartagena?
Por supuesto. No hay otra igual desde el esplendor romano. Los edificios modernistas en la ciudad dan testimonio de la mayor época de riqueza en la ciudad, donde los capitostes que habían hecho dinero con las minas de La Unión se hacían sus fastuosas residencias en Cartagena, compitiendo en esplendor y belleza.
Aunque el protagonista es un hombre, las mujeres tienen mucha importancia en la historia. ¿Cómo ha cambiado la vida de las mujeres desde entonces hasta ahora?
Era una época difícil para la mujer. De hecho, en la novela queda reflejado así. Había un gran sometimiento al marido, que en el caso de don Gabriel Carfás se eleva a la enésima potencia. Pero la vida siempre se abre paso, y por eso doña Elena encuentra el amor con Senent, abriendo un resquicio a la esperanza.
Sin embargo, me pliego a mi aportación inicial, e igualmente la novela refleja apaños con una criada para encontrarle marido, falta de libertad para elegir pareja, y también recuerdo una paliza de Carfás a su propia hija por no haber seducido a quien él quería como yerno. Nada que ver con la época actual, donde la revolución feminista ha estallado. Las mujeres de ahora están a años luz de las de la época que refleja el libro.
Una de las reflexiones que aparece en la obra es que “somos espantapájaros al viento”. ¿Cree en el destino?
Bueno, creo que cada vez sé menos. Del destino tampoco entiendo. Cuanto más amplío mis saberes, más me reafirmo en que el mundo es ancho y ajeno, como diría el escritor peruano Ciro Alegría. ¿El destino? Y yo que sé. Me limito a vivir. Supongo que soy también uno de esos espantapájaros esperando que los desbroce el viento y, mientras, trato de disfrutar de la vida como puedo, retrasando ese desbroce, evitándolo en la manera de lo posible.
Respecto a los personajes de la novela, tan vez alguno de ellos, como doña Elena, sea reacio al destino, no lo soporte, desee actuar contra él. Pero el resultado es el mismo. Las personas lo intentan, luchan; en realidad lo desconocemos todo mientras seguimos sin reparar en la fortuna de vivir.
“Somos simples juguetes del azar, soldados de guerras cotidianas contra agentes exteriores a nuestra existencia y que el intelecto apenas puede suavizar con distracciones”. ¿Todo depende del azar? ¿El suicidio, presente también en la historia, es una lucha contra estos agentes exteriores?
Me quedo con lo de juguete del azar. Hasta los más poderosos lo son, como Carfás. Cada ciudad, cada país, tiene sus poderosos, pero el azar está ahí aguardándolos a la vuelta de la esquina. El azar es caprichoso, juega con nosotros, a veces no entendemos el éxito de personas indeseables y el fracaso de auténticos trozos de pan, pero no está en nuestras manos la solución.
Lo único que tiene significado entonces radica en luchar. Respecto al suicidio, lo dejaremos en manos del escritor y filósofo rumano Emil Cioran y sus libros. En el caso de los personajes de Hotel Mandarache y su comportamiento en la obra, regresamos al azar, a la lucha por la vida; no son ajenos a lo que les sucede al común de los mortales. La cuestión es quién sabe conducirse bien por la vida y quién no, quién tiene más aguante o a quién le va mejor, ya sea por determinismo, por suerte o por esfuerzo propio.
Las apariencias eran muy importantes en la época en la que se desarrolla la acción. ¿Lo siguen siendo?
Efectivamente. Las apariencias siguen teniendo vigencia. Aparentar en una ciudad siempre se ha llevado. El modernismo es prueba de ello con su afán por tener la casa más bonita, la más bella, la empresa más importante.
Es un progreso legítimo, aunque muchas veces se da el caso del éxito en los negocios y el ridículo estrepitoso a la hora de destacar en sociedad, porque la clase se tiene o no se tiene, y eso no lo da el dinero, sino la educación. En la actualidad el modelo se repite.
Para quien no la conozca, ¿cómo definiría su novela?
Como una novela modernista y sentimental, donde destaca el azar, los ojos que acertaron a cruzarse en la infinita soledad del tiempo. Sin duda se trata de una novela sin más, sin ninguna etiqueta. No creo en ellas. Eso es cosa del mercado editorial. Para mí, los libros son buenos o malos, no hay más.
De este libro salió una primera edición hace unos años y esta es la segunda con la editorial Malbec. ¿Cómo cree que va a ser la acogida en esta ocasión?
La segunda edición ha sido un premio. Tenía ganas de que volviera Hotel Mandaracheporque creo que es un trabajo que siempre debe estar ahí, al alcance de los chavales para que conozcan mejor la ciudad, al alcance de los nostálgicos para que puedan ver cómo era la ciudad de entonces, y del que no es de Cartagena para que la descubra. El objetivo era convertir Hotel Mandarache en la novela de referencia del modernismo en Cartagena. Una obra definitiva, para siempre. Ojalá sea así.
Tengo entendido que la van a llevar al teatro.
Sí, Hotel Mandarache va a ser llevada al teatro. El estreno será a mediados de 2019. La obra la ha adaptado la profesora Belén Piñana, que ha hecho un magnífico trabajo y que supervisa la puesta en escena. Todos los actores son de la Asociación Cultural Los Modernistas de Cartagena de Levante, que le están poniendo muchísima ilusión y trabajo.
Estoy muy orgulloso de ellos y agradecido a Belén. Igualmente, a Paco Franco, el cronista, que nos puso a todos en la senda de llevar esto al teatro. Y qué decir de José Antonio Martínez, que va a ser un don Gabriel Carfás perfecto. Además, me ronda por la cabeza que el estreno sea de carácter benéfico. Lo vamos a “petar”.
¿Está trabajando en algo nuevo?
Siempre. Yo soy escritor por vocación, no por una moda o por tener una idea, plasmarla y ya está. Para mí es algo mucho más serio. Llevo escribiendo desde los diecisiete años sin parar. Tengo publicadas tres novelas y un libro de cuentos.
He sido finalista del Vargas Llosa, Premio Libro murciano del año en Narrativa y tengo más de quince premios literarios de narrativa corta conseguidos por diversos lugares de la geografía nacional. Escribir y leer son tareas imprescindibles en mi vida. En breve se publicará mi cuento Doberman ilustrado por Luis del Caso, con el que gané el Concurso Nacional de Cuentos José Calderón Escalada. Y sí, procuro escribir todos los días. Ahora estoy con una novela corta.
Un lugar de Cartagena en el que le guste perderse.
Hay un rincón justo en la curva donde hay que decidir si vas al faro de la Curra o hacia Cala Cortina, donde me voy con mi bicicleta Crazy Horse y suelo bañarme en verano. Está rodeado de bloques y enfrente queda el mar abierto. Ese rincón me ha dado mucha paz en momentos complicados. Le tengo cariño.
Un libro que recomiende.
Así, a bote pronto, recuerdo la lectura de El pan a secas, de Mohammed Chukri, me gustó mucho. Me pareció muy fuerte la manera de pelear por la vida de un chaval que procede de la más absoluta pobreza. Lo leí en dos sentadas. Narra un mundo desconocido para mí, el del Marruecos profundo. Sorprenden testimonios así. Mónica Pelluz.
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