POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Fue en el «año mil y quinientos y veinte a cuatro» cuando Francisco Delicado escribió el «Retrato de la Loçana Andaluza», obra que se editó en Venecia en 1528 y que en España no se volvió a reimprimir hasta 1871, con gran disgusto de don Marcelino Menéndez y Pelayo, que calificó el libro de «obsceno, inmundo, feo y lleno de frívolas apariencias y vergonzoso contenido».
¡Qué diferencia de criterio con el que Delicado justifica la autoría de su obra!. Una obra escrita «por dar olvido al dolor y también por traer a la memoria muchas cosas que en nuestros tiempos pasan, que no son laude a los presentes ni espejo a los de a venir».
En el «Mamotretro II» nos cuenta Delicado que Aldonza «sabía hazer HOJUELAS, pestiños, rosquillas de alfaxor, testones de cañamones y de ajonjolí, nuégados, xopaipas, hojaldres…».
Quedémonos con las hojuelas, también llamadas ojuelas, que, en realidad, son «primas hermanas » de las castellanas OBLEAS, primas, a su vez, de los «Barquillos» , y que, como vemos, su antigüedad en la cocina española se remonta, como mínimo, al siglo XV.
GRAJAL DE CAMPOS es municipio leonés, englobado en el Partido judicial de Sahagún, y distante de esta villa (ciudad) capital unos 5 km. Grajal alcanzó rango de localidad importante en tiempos del rey asturiano Alfonso III el Magno, y desde el siglo XVI realza el señorío de su estampa con la belleza de su castillo.
Pero Grajal brinda, paisaje aparte, un sabrosísima joya a sus visitantes: LAS OBLEAS; un a modo de barquillos o de hojuelas que se repartían en fiestas vecinales y de Cofradía y que hoy, casi perdida su tradición, vuelven a renacer a la historia dulcera.
Esta es la fórmula de elaboración que obtuve en Grajal cuando trabajé en Sahagún: Se mezclan muy bien 1 kg de harina y 300 g de azúcar, después se añaden 2 huevos y se revuelve todo mezclando con un cucharón de madera; seguidamente, poco a poco, se va añadiendo agua, a la vez que se remueve con el cucharón, hasta lograr una pasta ligera que se aromatiza con unos granos de anís y un chorrito de licor al gusto.
Porciones de esta pasta se disponen en «los hierros» (moldes circulares con forma de tenazas grandes), ya calientes, y se hornean hasta cocer perfectamente. Por regla general «los hierros» marcan dibujos en la oblea y, en casos, hasta el nombre del elaborador o elaboradora.
El truco, según me explicaron, está en el batido de la pasta, que ha de hacerse lentamente y con mucho cuidado y paciencia. Desde «estes histories de Fidalgo» sea nuestro «grito de ánimo» para recuperar una tradición que no debe perderse en Grajal de Campos.