ANTONIO BOTIAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA Y PERIODISTA
El encuentro con Antonio López (Tomelloso, Ciudad Real. 1936) se produce a la hora del café, aunque él prefiere infusión. Es en un reservado del restaurante Alborada, en Murcia, donde acaba de comer.
En la mesa están todavía los escombros de un templado almuerzo con la consejera de Cultura, Miriam Guardiola; el director general de Bienes Culturales, Juan Antonio Lorca; el director del Museo de Bellas Artes, Javier Bernal, y el pintor almeriense Andrés García Ibáñez. Al habitáculo entran también el jefe de fotografía de ‘La Verdad’, Enrique Martínez Bueso, y el cronista oficial de Murcia, y nuevo asesor de Presidencia de la Comunidad Autónoma, Antonio Botías.
No cabe más gente. Antonio López localiza en medio del cónclave al periodista. No tiene reparos en que pasen todos a su mundo interior, una explosión de facundia, auténtica teoría y práctica del arte. Lo que le ha traído a Murcia esta semana, después de que en 2012 fuera nombrado doctor Honoris Causa por la UMU, es una exposición en el Palacio de San Esteban, ‘Juventud’, pero con cuyo título no está nada de acuerdo. Para empezar. Cinco torsos humanos de tamaño natural (tres masculinos y dos femeninos), en mármol blanco, realizados en Cuéllar (Cantoria, Almería).
Una de las modelos es Ana, bailarina de Águilas, y uno de los chicos es un artista de Puerto Lumbreras, Javier Parra. «Es un pintor con mucha sensibilidad, puede ser muy interesante», vaticina el maestro de este lumbrerense del que sugiere seguirle la pista y que conoció como participante en los talleres que impartió en Olula del Río con Andrés García Ibáñez, del que puede disfrutarse estos días en el Museo de Bellas Artes el óleo ‘La fraternidad universal’, una reinterpretación del ‘Himno de la alegría’ cantado por un coro desnudo.
Antonio López, maestro del realismo español, célebre por sus 20 años gastados pintando a la familia de Juan Carlos I, tiene mirada profundísima. Observa al interlocutor con atención. Por unos minutos, parece que se evade de la comida para atender todas las preguntas, sin evitar interferencias.
-¿Cómo se conocieron ustedes?
-¿Que cómo nos conocimos Andrés y yo? Pensaban hacer una exposición, ‘La gallina ciega’, y en un viaje que hicieron a Madrid nos visitaron a Francisco López y a mí, hace como 15 años. Fue una exposición colectiva de realismo contemporáneo de varios artistas andaluces, y ahí nos incorporamos nosotros dos.
-La exposición que se ha presentado estos días se llama ‘Juventud’.
-[Pone cara de desacuerdo, buscando complicidades]. Sí, bueno, son jóvenes… Podía no llamarse ‘Juventud’ y llamarse de otra manera. Lo difícil es buscar un título para algo que no lo necesita. Yo lo considero un grupo de retratos. Se les ha representado desnudos. Hasta el vientre. Y trabajándolos en un material que no es usual en la escultura figurativa de nuestra época, que es el mármol. Eso lo lleva hacia atrás, mucho, haciendo algo que corresponde a nuestra época absolutamente, que son unos personajes que andan por la calle, que son reales. Eso es lo más llamativo de ese conjunto de esculturas.
-Parece que una de esas esculturas se hará a 6 metros de escala para la ciudad autónoma de Melilla.
-Sí, una de las chicas, que tiene una cara muy delgada, cordobesa, que se llama como mi mujer, María Moreno [también pintora]. Dudábamos entre uno de los chicos y la chica, llevamos unas pequeñas esculturas para que las eligiera el presidente de la comunidad, y eligió a la chica. Le gustó. Estas obras las íbamos a hacer cuatro: los hermanos Francisco y Julio López Hernández, Andrés García Ibáñez y yo. Julio y Francisco han muerto, así que nos hemos quedado Andrés y yo. La escultura ya está creada, se trata de agrandarla a 6 metros, y va a ir en bronce. La mayor que se ha hecho así está en Olula, que es la cabeza de una escultura mía, a un tamaño como la Esfinge de Guiza, pero yo he hecho una con el formato estético de las que se exponen en Murcia, también de seis metros, y que está a las afueras de un pueblo de Madrid.
«Siento mucho apego a la vida»ANTONIO LÓPEZ
-¿Usted no se cansa de trabajar?
-Bueno, es una cosa bonita, ¿si no qué haces? ¿No hay que trabajar? ¡Hasta los ricos trabajan en nuestra época! [En ese momento vuelve a lo del título de la exposición, y pregunta a los presentes qué nombres hubieran escogido «para ese grupo de personas tan reales». Botías dice ‘Modernidad’, a lo que Antonio López responde: «¡No! La modernidad ya se supone». La consejera de Cultura salta: ‘Pobladores’, y el de Tomelloso reacciona con alegría: «¡Pobladores! Sí, porque es como una tribu». La conversación deriva hacia el desnudo, «como una cosa exclusiva de la contemporaneidad, excepto la Maja de Goya», dice García Ibáñez, y Antonio López no está de acuerdo y recuerda que Canova hizo a Napoleón «en pelotas, pero como a un héroe de la Antigüedad. Además, Velázquez pintó a una mujer desnuda de espaldas, absolutamente real; le posó una mujer real con nombres y apellidos, pero él la llamó Venus, y entonces no podía tener el nombre de los modelos». García Ibáñez trae a colación que Lucien Freud sí ha hecho retratos desnudos con nombres y apellidos. «¿Y qué les pones? Pues los nombres, como cualquier otro retrato», se responde el maestro, nombrado este año doctor Honoris Causa por la Complutense].
-Las esculturas de mármol que trae a Murcia, ¿pueden tocarse?
-Yo pienso que las esculturas están para tocarlas, las personas también, pero no lo puedes tocar todo, ni a todas las personas. Yo hago lo posible por tocarlas. Pero el mármol, si lo tocas mucho, pierde esa sensación de algo inmaculado, por eso hay que lavarse las manos. El bronce aguanta mejor el sobeteo. La escultura tiene una capacidad de interrelacionarse con el espectador que no tiene la pintura, entonces te dan ganas de tocarla, de besarla, o de escupirle, es como algo muy real que no lo tiene la pintura. Y en el caso de estas esculturas todas tienen la voluntad de representar el mundo real objetivo, es que es extremada esa sensación.
«Si la Venus más antigua del ser humano te dicen que es cosa hecha por alguien de hoy lo creerías»ANTONIO LÓPEZ
-¿Es posible contenerse?
-Yo he fundido hace poco en Madrid una escultura que es una cabeza de una niña. Tendrá un metro. La parte del cráneo la alisé muchísimo con limas y con lijas, y la dejé lisa como si fuera de cristal. Y es que la mano se te iba al cráneo, para acariciarla. Porque las formas humanas son muy acariciables, muy delicadas y suaves. La vista trabaja y la mano tiene que incorporarse, si es posible.
-¿Cuál es el sentido que más ayuda a un artista?
-Yo creo que la vista, igual que para los animales. A un gato lo dejas ciego y lo matas. Sin embargo, si lo dejas sordo, yo creo que lo matas menos. La vista es, de los cinco sentidos, el absolutamente imprescindible para poderte mover, para casi todo. En la pintura, la vista es el sentido que lo descifra todo. En la escultura es la vista y es la forma, el tacto. Es una forma real que ves por primera vez y quieres ver cómo es. Un cuadro no tiene más que un punto de vista, pero una escultura tiene infinitos puntos de vista, como una persona real.
«Claro que Salzillo está sobrevalorado, pero la gente tiene todo el derecho a amarlo»ANTONIO LÓPEZ
-¿Ante qué obras ha sentido el impulso de querer pasar la mano?
-Tampoco habría que insistir en eso [ríe]. Cuando ves un Cristo, de Gregorio Fernández, por ejemplo, en la Catedral de Sevilla, está a 3 metros, y tienes delante una verja, son figuras sagradas, y tienes que tener prudencia ante esas cosas porque puedes estropearlo, o ensuciarlo. Los cuadros tampoco deben tocarse, solo los pintores, para ver cómo es, o sentir, la materia. En los museos, no se puede tocar, ni te dejan arrimarte más de la cuenta.
-¿Qué es lo que más ha influido en su carácter como artista?
-Yo siento mucho apego a la vida. Pase lo que pase. Y me gusta mucho mi trabajo de pintor y escultor, y en mí, como en Andrés, va eso de pasar con naturalidad de la pintura a la escultura, sin notar diferencia. Los dos tenemos mucha sensibilidad para descifrar la forma de las cosas. La forma cuando eres pintor la pintas, y cuando eres escultor la realizas de una forma directa, eso es una cosa preciosa. Te quedas sin el color, te quedas sin la luz, pero tienes la forma real, y eso nunca podrá tenerlo la pintura. Por eso existe la escultura. Yo pienso que si hubiera un lenguaje para relacionarte con el misterio sería antes la escultura que la pintura. Por eso los ídolos, las imágenes religiosas… han sobrevivido. La pintura ha seguido creciendo hasta el siglo XIX, el hombre entra en el paisaje cuando el color se metió en tubos y sale con los bártulos a pintar en el exterior. Pero la escultura ha variado poco desde la Antigüedad remota. Si la Venus más antigua del ser humano te dijeran que es una cosa hecha por alguien de ahora lo creerías. Eso no pasa realmente con la pintura.
«Las esculturas están para tocarlas, las personas también; pero no lo puedes tocar todo»ANTONIO LÓPEZ
-Cada ciudad tiene su luz, y todas creen que es la más especial. ¿Cómo es la luz de Murcia?
-Eso se dice de todas partes, de Madrid, de París… Pues es como las caras, cada cara tiene algo especial, pero no sé si eso es fácil de descifrar. Seguro que habrá alguna diferencia entre la luz de Murcia y la de Valencia, pero si estuviera aquí Ramón Gaya te diría qué diferencia hay entre la luz de Murcia y la de Roma. Pero hace falta afinar mucho. Yo no soy capaz. Yo he empezado una pintura con Andrés en la costa de Almería, y a mí lo que me parece diferente de cualquier otro mar es el tono azul del mar de Almería. Pero la luz la encuentro igual que la de Tomelloso. Para mí es el mar de Almería. Pero seguro que la persona que vive allí sentirá matices que a mí se me escapan.
-[En un momento dado, uno de los presentes en el café alza la voz y lanza una pregunta] ¿Salzillo está sobrevalorado?
-Sí, sí está sobrevalorado. Pero la gente tiene todo el derecho a amarlo. Es una elección del pueblo, el pueblo elige cosas. El grupo que elige Salzillo no va a elegir a Giacometti, pero es indudable, para mí, que está sobrevalorado. Pero lo más triste es lo contrario. Es peor el desprecio, que a una persona que tiene valor no se le preste atención. [«La gran injusticia», replica García Ibáñez, «es la infravaloración»]. Salzillo es un escultor querido en Murcia, sí. Yo recuerdo que cuando era un muchacho en Tomelloso se hablaba de Salzillo y se contaban anécdotas, como, por ejemplo, que para hacer una Dolorosa le dio una noticia muy triste a su mujer, y entonces vio la cara… y, de repente, así vio cómo tenía que expresar el dolor… Tonterías. Hay un anecdotario y cuando lo tienen los artistas han entrado en relación con el pueblo, si no no existe ese anecdotario.
«Me atemoriza ponerme enfermo y todo lo que pueda dificultar mi trabajo»ANTONIO LÓPEZ
-¿Usted está muy pendiente de lo que se dice sobre su obra y sobre cómo el espectador la interpreta?
-Hay que mirar de año en año, o de década en década, porque si lo miras de día en día te vuelves loco. En esta última década lo tendría que pensar. Yo sigo trabajando, y si sigues trabajando es que todo va bien. El mundo del arte es de enorme turbulencia, y en un día puedes oír una cosa y la contraria en relación a tu trabajo, y eso hay que tenerlo en cuenta para no volverte loco. Si sigues trabajando y viviendo de tu trabajo es que todo va bien. No pido más. Yo procedo de una época en la que no podías aspirar a otra cosa más que a vivir de tu trabajo, como vive el médico o como viven las prostitutas.
-Se dice que hemos superado la crisis, ¿pero cuál es su percepción?
-Yo creo que estamos entrando en ella. Que el hombre está entrando en una crisis muy profunda y que no conoce las consecuencias. Y que tiene relación con la superpoblación, yo también pienso, como Truman Capote, que es un peligro real. El hombre no trata con suficiente sensibilidad el mundo en que vive. Yo creo que eso es algo que se va a empezar a plantear ya de ahora en adelante. Ya las ciudades están muy contaminadas. Empieza por eso y acabará en más cosas. Quizás el hombre no vive como debe vivir, y no está gobernado como debe. Las expectativas no tenían que ser las que son, tenían que ser otras. No lo está haciendo bien, pienso yo. Somos muchos y el hombre tiene mucho poder sobre las cosas, y los errores hoy son mucho más graves que los de antes. Antes Nerón podía quemar Roma, pero no podía llegar a más. Ahora el hombre puede hacer cosas terriblemente peligrosas para todos, y también hay medios para sanarse. La eterna lucha del bien y el mal.
-¿Qué es lo que más teme?
-Me atemoriza ponerme enfermo. A cierta edad te vuelves muy frágil. Y luego estoy muy obsesionado con mi trabajo, y temo todo lo que pueda dificultarlo, como perder la vista. Manuel Madrid.
Fuente: https://www.laverdad.es/culturas/hombre-entrando-crisis-20181223002724-ntvo.html