POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
La Villa y Puerto de Lastres (o, si quieren, Llastres), en el concejo de Colunga (Asturias), nació y vive mirando al mar.
Pueblo en balconada sobre las aguas, oreado con brisa de sal y bañado en espuma de oleaje, tiene en el mar (o la mar) su tentación de aventura, su promesa de trabajo en peligro y su riqueza de progreso.
El mar (la mar) y el pueblo forman un todo inseparablemente humano.
Lo cuenta el candasín J. Marcelino García en su «Mar enalborada» (Gijón 1988):
«Mirando a la mar, viene a mi
el silencio lentamente.
Tiembla el agua y canta triste
salmos de remotos inviernos.
Alza para mi palabras misteriosas
y luego se encarama en el aire
de la noche, y entra sobre él
-fría y galopante-
en el pueblo que ya duerme. »
Lastres (o Llastres) tuvo en la pesca -la de altura y la de bajura- un gran potencial económico basado en el trabajo y la ciencia artesanal de sus gentes. Su realidad, ya bien entrado el siglo XIX, fue la Industria Conservera, muy especialmente orientada hacia el bonito, la sardina y la ANCHOA.
Así, por ejemplo, tenemos noticia de fábricas decimonónicas como La Asturiana (1870), La Rosario (1876), La Constancia (1897) y otras ya del siglo XX. Tales fueron, por ejemplo, La Rosario, La Lastrina, El Navío, La Argentina, La Silvia, Juan Llera, La Cantábrica, La Mercedes…
Las últimas que recuerdo en sus años finales de actividad fueron las de Forascepi, Gallego y La Mercedes; ésta en la bajada hacia el muelle y en la que pedíamos «macizu» para ir a pescar.
Cesó en su actividad hará unos 30 años.
Y tras ese silencio-muerte, Lastres (o Llastres), en una aventurada «resurrección empresarial», retoma su pasado de industria artesana conservera muy bien orientada hacia la ANCHOA.
Esa anchoa de primavera, plena de sabores de mar y garantía de calidad, que nada tiene que envidiar, porque las supera, a las muy afamadas que se elaboran en otras localidades.
Hoy, con el último «bautizo», Lastres (o Llastres) cuenta con tres «conserveras de ANCHOAS».
EUTIMIO BUSTA, en cierto modo el abanderado de esta recuperación, también se decanta por calamares y chipirones en tinta con gran éxito de calidad y de mercado.
Sus hijos Rafa y María dirigen y rigen magistralmente cocinas y servicio en el Restaurante.
ROBERTO CANAL Y FERNANDO MENÉNDEZ, en 1998, centran en la ANCHOA su ilusión preferente como «delicatessen».
La marca TELVA, nombre de una pescadera lastrina, abre mercados locales, provinciales y hasta internacionales porque, eso es indudable, solamente «la excelencia» logra el triunfo.
Y por último, el nacimiento de una tercera industria conservera. Con la marca HAZAS, AGUSTÍN FERNÁNDEZ MARGOLLES, hijo de Víctor Fernández Hazas, nos sorprende con el admirable resultado de su trabajo. Tras varios años de ilusiones, de esfuerzos y de burocracia (la siempre molesta burocracia), logra su empeño de empresa. Sus primeras «latas de anchoas», unas 350, fueron adquiridas en solamente estos tres días de fiesta. La crítica no podemos decir que fue buena o muy buena, sino que hemos de hablar de ¡EXTRAORDINARIA!
Señoras y señores: EUTIMIO, TELVA Y HAZAS. Tres firmas, tres empresas, tres ilusiones y tres inversiones en el despertar industrial de Lastres (o Llastres). Artesanía y calidad.
¡Eso sí es hacer concejo! ¡Merecéis el triunfo!
¡Enhorabuena y Gracias!