POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Muchas gentes saben -y han visitado- que Colunga, en Asturias, alberga uno de los mejores museos mundiales relativos al Jurásico. Época aquella de los grandes reptiles o lo que fueren, que en sus andares por nuestras costas dejaron huellas de pisadas y multitud de restos óseos, hoy fosilizados. Y con ellos otros pequeños animalejos como ammonites, belennites, rinchonellas, terebrátulas…
Sí, sí; no les quepa duda alguna.
Colunga y su Jurásico son una verdadera escuela de Paleontología.
Todas esas especies de grandes y enormes bichos, desaparecieron, y ahora se estudia la posibilidad de que en alguna muestra hayan quedado restos de ADN y sea «factible» recuperar tales gigantescos ejemplares.
No, si ya lo decía un cantar que sabíamos de pequeños parodiando a aquel de «la paloma»:
«Si a tu ventana llega un diplodocus,
trátalo con cariño que quedan pocus»
No, No es probable que conozcamos diplodocus, ni dinosaurios, ni plesosaurios, ni tiranosaurios; ni disfrutemos con ellos jugando al escondite como hacían los «Picapiedra» Pedro y Pablo…
Sin embargo, ¡qué cosas tiene la vida!, a veces aparecen muestras sospechosas de algún ADN, origen de una especie universal muy antigua que un compañero mío, profesor de Biología, definía como TREPADACTYLUS y que nosotros decimos «caradura», «trepa», «buscador de cargos y de honores», «lameculos», «abrazafarolas»…
Y, miren por donde, en una plantación de patatas (colunguesas, por supuesto) apareció este tubérculo «adulterado en su forma», que algunos asimilan a la cabeza de un caballo o de un burro y que un servidor, estudioso de la conducta humana, inmediatamente asoció a un TREPADACTYLUS TUBEROSUM con finalidad de»llamar la atención» y progresar en su estima como «potenciador de ventas».
Yo, que soy viejo, conocí -y sufrí- ejemplares diversos de Trepadactylus (el docens, el discens, el politicus, el dinerarius, el episcopus, el cardinalis…) pero nunca había visto el TUBEROSUM, que crece bajo tierra y sobre la tierra se arrastra para buscar un triunfo efímero.
Y, claro, termina siendo compost o ingrediente de una tortilla.
¡Vaya por Dios!
En vez de habla de Covadonga les aburro con esta pelmada de reflexión acerca de la conducta humana.
Aunque, créanme, en Covadonga, en estos días venideros, proliferarán Trepadactylus «a punta pala».
Y las gentes, no lo duden, serán felices.