POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
La gran Semana de Pasión constituye uno de los acontecimientos más importantes y trascendentes de nuestra capital, sin olvidar su significado y su historia que en cada uno tiene esa luz que se enciende o se apaga, parpadea tímidamente o brilla fuerte, segura y atrayente según geografías, culturas o sencillamente situaciones personales.
Pero ese acontecimiento y ese fenómeno tiene, como es natural, un principio y ese ya ha comenzado en la ciudad, porque no pasa día que no veamos algún detalle que nos cambia el ritmo y nos traslade casi inconscientemente a un momento de la Semana de Pasión. Pasado el Pórtico ese acontecimiento musical con categoría internacional, ha llegado el ambiente semanasantero cargado de detalles que nos recuerdan todo y nos va ambientando sin prisa, ni pausa, una túnica que va o viene de la lavandería, el lejano eco de una música, un cartel… Y nos afirmamos más en ese testimonio tan de la tierra de que la Semana Santa es nuestra bandera y como tal nuestro signo de identidad. Pero, a pesar de ese no estar, no cabe duda que algo queda y vemos cómo aflora ese sentimiento, un tanto desdibujado pero que se conservaba en los fondos de los recuerdos, acaso medio escondido por las circunstancias o el ambiente pero vivo, porque en el fondo cada uno llevamos nuestra cruz, más o menos pesada y ese Cirineo que nos ayuda, es un buen aviso para nuestro Calvario.
Nada digamos del ambiente y actividad de las parroquias, en un constante ir y venir dentro de la liturgia cuaresmal y ese añadido de lo que llega con los actos cargados de fervor y de ese ceñimiento de evocación y recuerdo al calendario pasado que tantas y tantas veces nos hace bajar la mirada cuando intentamos encontrarnos con nosotros mismos.
Posiblemente sea esta una de las cosas más difíciles de las que huimos, no sé si por miedo o por vergüenza, pero a pesar de lo duro que nos resulte es un buen ejercicio de la personalidad. Este ambiente semanasantero, cargado de recuerdos, de los que nos dejaron junto a esa carga de emociones, puede ser una buena ocasión para reencontrarnos con ese yo al que tan poco cuidamos.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/