POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
I
Iba Dios en un asnillo
sobre los mantos del pueblo,
que el pueblo da lo que tiene
a los que se hacen como ellos,
y entre los ramos de olivo
y las palmeras al viento,
se dirigía a los niños
ingenuos de los hebreos.
-Dejad que canten la gloria
bendita del Rey del Cielo.
Dejad que entonen “Hosanna”
al que es Pastor y Cordero.
Entre las exclamaciones,
la voz de los fariseos:
-Pues te muestras como Dios,
por Dios que habrás de ser muerto.
La Virgen que lo escuchaba,
la Virgen de los Remedios,
tiembla igual que una paloma
ante el cazador en vuelo.
II
Ha entrado en el Templo solo
con un látigo de ira.
Van rodando por el suelo
las mesas de los cambistas.
-De la Casa del Señor
habéis hecho una guarida
de ladrones, donde reinan
la avaricia y la mentira.
Al César lo que es del César,
serpientes, raza de víboras.
A Dios sólo la oración.
Dios dracmas no necesita.
-Ha quebrantado la Ley
de Moisés este Mesías.
Reo es de muerte, comentan
por las calles los escribas.
III
Hacia Betania regresa
el Predicador de fuego.
Sabe que Marta y María
lloran a Lázaro. El duelo
por el hermano y amigo
lleva tres días y medio.
¿Por qué no se dio más prisa
el que cura a los enfermos?
-Si hubieras estado aquí,
Lázaro no habría muerto.
-Yo soy la Resurrección,
les dice el manso Maestro,
ante la piedra que cubre
el cadáver somnoliento,
y la vida nuevamente
se encarna en todos sus miembros.
¿Vio la Virgen esta escena?,
se preguntan los escépticos.
¿Y quién puede separar
Hijo y Madre en tal encuentro?