POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN)
Ni que decir tiene que la primera peculiaridad que exhibe Guarromán al viajero que la visita es su propio nombre, el cual suscita, al menos, en quien lo oye por primera vez, el esbozo de una sonrisa sin malicia, y tal vez las más descabelladas elucubraciones sobre su significado. Poseer un nombre de chocante sonoridad, como es el caso de Guarromán, y estar ubicado junto a la muy transitada autovía de Andalucía, donde tantas oportunidades hay de exhibirlo, supone ante todo, más que un reto para un investigador de historia local, un acicate más para dar a conocer a los cuatro puntos cardinales que tras este peculiar topónimo se esconde un bello, cuando no poético, significado.
Pero antes que nada deshagamos dos entuertos sobre esta cuestión, ambos basados en dos errores muy extendidos, que no por ser muy repetidos han de llegar a ser ciertos. Uno de ellos es aquel en el que se suele hacer todo un alarde de falta de imaginación y, sobre todo, de poca agudeza de ingenio, cuando se asegura por algún que otro indocumentado, que Guarromán es la unión de dos vocablos, uno de origen español, “guarro”, y otro tomado prestado del inglés, “man”, cuyo significado es hombre, y que induce a pensar a los poco informados que Guarromán quiere decir “hombre guarro”, así sin más. Incluso ha llevado a creer a algunos, que conocen las raíces germánicas de los primeros colonos de esta real población de Carlos III, que el vocablo “man” en realidad es de origen alemán, pues también en esta lengua “mann” (con dos enes) significa hombre, con lo cual quiere buscársele fundamentos históricos a lo que no deja de ser un mero desatino filológico.
Este asunto sería una mera anécdota sino evidenciara los débiles conocimientos que sobre nuestras raíces históricas tienen las generaciones más jóvenes de este fin de siglo, sin olvidar la gran influencia que ha ejercido sobre nuestra forma de vivir, durante estas tres últimas décadas, la llamada cultura de la lengua inglesa, que nos mueve de forma automática, y hasta lógica podríamos decir, a ver en Guarromán, el “guarro” junto al “man”, y nos ciega las entendederas para ver el “gua”, o el “guada”, junto al “roman”. Esto nos lleva a comprender de qué forma tan sencilla puede difuminarse el legado de ocho siglos de cultura árabe en estas tierras. En sólo tres décadas de teleseries americanas con risa en conserva incorporada, y canciones cantadas en inglés que pugnan, la mayoría de las veces más por motivos económicos que artísticos o culturales, por llegar a los más altos puestos de los «40 principales», hemos comenzado a borrar de la memoria colectiva lo que costó adquirir generaciones enteras. No somos contrarios a conocer y que se conozca la cultura «imperante» hoy en día en el Occidente, pero no por ello vamos a asistir impasibles a como tal cosa se hace a costa de diluir las diferentes culturas que han conformado nuestros referentes de identidad. El caso expuesto sobre la descabellada etimología de Guarromán, no es más que una pequeña muestra que nos alerta de cómo nuestras generaciones más jóvenes pueden llegar a disponer de los más sofisticados medios y conocimientos para alcanzar las más altas metas planteadas por el futuro, y en cambio verse privadas de lo más esencial del bagaje cultural que las mantiene arraigadas en el entorno de su tierra. Tal circunstancia les haría perder todas las referencias que les mantienen unidas a la colectividad en la que viven. Un pueblo sin raíces históricas y tradicionales es un folio en blanco, donde puede escribirse cualquier cosa, hasta su partida de defunción como colectividad diferenciada de las demás.
El otro entuerto al que hemos hecho referencia es el que se produce al conjeturar que el origen del nombre de Guarromán hay que buscarlo en un mítico y legendario personaje local llamado «Juan Román», a quien habría que atribuirle ser el primer dueño o regente de la antigua Venta de Guarromán, hoy terraza de verano, que en sus orígenes se habría denominado presuntamente «Venta de Juan Román».
Ningún documento escrito apoya esta última teoría, y los que hemos consultado tiran por tierra tal presunción etimológica. De este modo, según la documentación estudiada en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, ya nos aparece fechado el 6 de septiembre de 1671, es decir casi un siglo antes de la fundación de Guarromán en 1767, el protocolo 6.177 del notario-escribano de Baños, Francisco de Mendoza, según el cual se establece una fianza de Juan Garzón y Francisca Pérez del Royo a favor de Juan Rodríguez, «ventero en la venta de Guadarromán que está en el término de esta villa [Baños de la Encina]” por la causa que se sigue sobre un incendio acaecido en la dehesa de la Cañada de Santiago y otras dehesas propiedad del Concejo de la Villa de Baños.
Otro documento en el que nos aparece referenciada la «Venta de Guadarromán» es el 6.180 del escribano de Baños Alfonso Fernández Navarro, de fecha 30 de marzo de 1692 (AHPJ), y en el cual aparece escritura de obligación de Domingo Guijarro y su consorte en favor de los Reales Haberes por las rentas de las Reales Alcabalas(1) que se han de pagar por las mercancías que se trajesen a vender por los forasteros.
Del mismo modo en el 6.185, fechado el 29 de enero de 1744, del notario de Baños A. de Orbaneja (AHPJ), en la escritura de Venta Real de Juan Francisco Galindo Mármol, vecino de Baños, a favor de D. Manuel de Zambrana Dávalos, se dice que el objeto de la venta son 117 olivas de pago, «las cuales lindan con el camino real que va desde esta villa [Baños] a la Venta de Guadarromán».
En el 6.187, de fecha 15 de junio de 1764, del notario de Baños, Juan Miguel de Orbaneja (AHPJ), se hace referencia a la «Escritura de Testamento abierto otorgada por Juan González, natural de la Villa del Viso y vecino de esta de Baños, como Huésped en la Venta de Guadarromán de su término»(2) firman como testigos los vecinos de Baños, Pedro López Montesinos, Antonio Valentín Nieto y Francisco Ontiveros, alguno de los cuales debía ser sirviente de dicha venta.
Sin embargo, en estos documentos notariales fechados con anterioridad a la fundación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena en 1767, también hemos visto la referencia hecha a la Venta de Guadarromán denominándola como Venta de Guarromán, e incluso apareciendo en el mismo texto ambas denominaciones. Así, en el 6.184, fechado el 22 de agosto de 1735, es decir 42 años antes de que llegaran los colonos, del notario de Baños A. de Orbaneja (AHPJ), se habla de la «Escritura de arrendamiento de la Venta de Guadarromán, Alfonso de Campos contra Juan de Cózar y Soguero», mientras que en el índice, folio 4, vuelto, se dice: «Escritura de Arrendamiento de la Venta de Guarromán, Alfonso de Campos contra Juan de Cózar y Soguero». Esto nos lleva a constatar la convivencia de ambas denominaciones, si bien pensamos con ánimo de conjeturar, que una era la forma, llamémosle culta, Guadarromán, usada en los escritos oficiales, y otra la forma popular, Guarromán, más para su uso oral que escrito, afecta de la pérdida de la “d” intervocálica en la última sílaba de la primera palabra que la compone: guada, circunstancia ésta tan común en el habla de las gentes del sur. La forma popular acabará por imponerse, hasta tal punto de aparecer escrita en los documentos notariales.
También en el Cuaderno Primero de protocolos de Bailén, en los escritos por Dionisio José Villarejo, leg. 6.018 (AHPJ), en el de fecha 7 de mayo de 1730, se reproduce el contrato por el que se da en almoneda, es decir en subasta, el aprovechamiento de la Venta de Guadarromán que es propia del duque de Arcos. En este documento se da noticia de que el otorgante que pujó es Martín Noguera, casado con Francisca Antonia Guadarrama, vecinos de la Villa del Viso y residentes «al presente en Bailén». La postura que le fue aceptada al otorgante tendría un período de tres años que comenzaría a contar desde el día de San Juan de 1730 y cumpliría el mismo día de 1733, estableciéndose el arrendamiento en 1.700 reales de vellón cada año. El contrato no llegó a cumplirse para la vigencia de todo el período por el que se suscribió, como nos pone de manifiesto el documento del mismo legajo por el que se le arrienda a Alfonso de Campos, dos años después, la Venta de Guadarromán con las mismas condiciones anteriores.
Quede también la referencia que sobre este asunto nos aparece en el Censo llamado del Marqués de Ensenada correspondiente al Concejo de Baños, fechada el 6 de septiembre de 1752, donde en el número 68 del orden alfabético por nombre de pila se nos dice: «Christobal de Cárdenas, casado y Huespede en la Venta de Guadarromán, tiene dos hijas, un hijo mayor de 18 años que trabaja y dos mozos sirvientes».
En el «Mapa del Reyno de Jaén», del que es autor «Thomás López, pensionista de S.M.», fechado en 1761, antes de la colonización de Sierra Morena, podemos ver un lugar denominado «Venta de Guarramón» (sic.) ubicado a 20 kilómetros más al norte de su emplazamiento real.
Den fe estos documentos de como la Venta de Guarromán es denominada Guadarromán ya desde el siglo XVII, sin que aparezca ningún ventero llamado «Juan Román» que diera lugar a tal nombre, pareciéndonos más probable, a la vista de los documentos notariales, que si en una primera aproximación Guarromán nos puede sonar a Juan Román, el topónimo Guadarromán tiene que ver poco con el pretendido ventero legendario, y mucho, en cambio, con la pérdida de la d intervocálica, fenómeno, que como ya se ha dicho, es bastante frecuente en Andalucía, como podemos constatar en los siguiente ejemplos de nombres de ríos que han sufrido un proceso fonético análogo:
En la provincia de Jaén:
– Guabrás por Guadabrás,
– Gualcebas por Guadalcebas.
– Gualcotón por Guadalcotón.
– Guarrizas por Guadarrizas.
– Gualimar por Guadalimar.
En la provincia de Sevilla:
– Guaira por Guadaira.
O en la lejana provincia de Teruel:
– Gualaviar por Guadalaviar.
Observamos, pues, que los prefijos guada y gua coexisten, no sólo en la mera percepción por transmisión oral, sino escritos en textos modernos.
LA REAL POBLACIÓN DE MUZQUIA
En la segunda mitad del mes de agosto de 1767, Pablo de Olavide, superintendente de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena, decidió que junto a la antigua Venta de Guadarromán iría ubicada una de las tres poblaciones(3) que acogerían al primer contingente de colonos venidos de Centroeuropa, hecho que ocurriría a finales de septiembre de dicho año. Aquel paraje situado junto aquella antigua venta, transcurridos unos meses, pasó a ser denominado provisionalmente como La Real Población del Sitio de Guarromán, tal y como aparece citado en algunos escritos por los primeros capellanes de la iglesia de Guarromán, siendo deseo del propio Olavide que pasara a llamarse Múzquiz o Muzquia, en honor de don Miguel Múzquiz(4), ministro de hacienda de Carlos III, quien tanto había hecho desde su departamento ministerial para el nacimiento de estas Nuevas Poblaciones. Tal hecho lo vemos narrado por don Miguel Gijón -un hacendado indiano amigo personal de Olavide, quien es invitado por éste a venir desde su ingenio azucarero de Vélez Málaga para hacerse cargo, como hombre de confianza, de la puesta en marcha de la empresa colonizadora– en carta-informe que escribe a don Miguel Múzquiz a modo de balance del desarrollo de su gestión en Sierra Morena, y cuyo texto, para su mejor lectura, hemos adaptado a la ortografía y sintaxis actual:
«Como todas las conversaciones del Superintendente de estas Poblaciones don Pablo de Olavide (cuando los grandes e importantes cuidados de la Asistencia le permiten venir aquí) se reducen al estado, progreso y esperanzas que prometen a la felicidad del Reino estas Nuevas Poblaciones, en una y muchas conversaciones, con aquella viveza y facundia que le son naturales, se le ocurrió comunicarnos el pensamiento de ilustrar los principales puntos de las Nuevas Poblaciones poniéndolas por memoria perpetua los nombres de las personas muy ilustres que los han fomentado bajo los especiales y soberanos auxilios del Rey.En aquella conversación propuso que a la capital y centro de las Nuevas Poblaciones, conocida hoy con el nombre de La Peñuela, se le daría el nombre de Regia Carolina, en perpetua memoria del augusto nombre del Rey, y que añadiéndola el nombre de Regia la distinguiríamos de La Carolina capital del Condado de Cumberland en Inglaterra, y de La Carolina que es una provincia a la que los ingleses pusieron este nombre en honor de Carlos II el año 1662, y la poseen enclavada entre las Américas Meridional y Septentrional, cuyas capitales son Charlestoron y Albemarle. A la población hoy nombrada Venta de Guarromán, dijo que le convendría el nombre de Múzquiz o Muzquia, en perpetua memoria de que en tiempo de su ministerio se habían franqueado y se estaban franqueando tan gruesas sumas de caudales para el establecimiento de una empresa tan costosa. A la población nombrada hoy de Santa Elena, dijo que le convendría el hombre de Aranda del Presidente para distinguirla de Aranda del Duero en Castilla y en perpetua memoria de que en el dichoso tiempo de su Gobierno se abrazó y se fomenta la empresa de Poblaciones. A la población conocida hoy con el nombre de Arquillos, dijo le convendría el nombre de Campomania, en perpetua memoria del infatigable celo con el que el Fiscal don Pedro Rodríguez Campomanes atiende y despacha tantos asuntos convenientes a los nuevos establecimientos de Poblaciones. Los discursos sobre estas nuevas determinaciones fueron oídos con tanto gusto y aplauso de todos los empleados, que cada uno con una rara uniformidad y efusión de aplausos y de afectos, no solamente difundieron la noticia entre los nuevos pobladores, sino que llevados de su fervor en sus cartas, papeles, y hasta en celulillas impresas han estampado los más de los nuevos nombres, sin que nadie haya podido atajar este progreso, a lo menos hasta tanto pudiésemos dar cuenta al Ministerio para que todo se hiciese con su superior aprobación mediante las representaciones y ruegos que en su tiempo debería hacer el Superintendente, pero como se han tomado todos unánimemente esta honrosa libertad, que en ningún tiempo se me culpe de la omisión de no haber dado cuenta de un asunto tan interesante a la firmeza de los instrumentos que se hacen en lo presente y lo futuro, ya sea de contratos, compras, alianzas y otros de esta naturaleza que del mismo modo es interesante a la gloria de estas Poblaciones, el consuelo de los Comisionados, y el unánime deseo de todos los nuevos pobladores, si todo se hiciese con la aprobación y consentimiento del Rey y sus superiores Ministros, me ha parecido rogar a VI se sirva apropiar está común pretensión, dar cuenta de ella a S.M.» (Archivo Histórico Nacional. Sección: Gobernación. Legajo 278, Expediente nº 2).
De la lectura de esta carta deducimos que los nombres de las Nuevas Poblaciones fueron fruto más de la buena acogida que las propuestas de Olavide tuvieron en los empleados en ellas, que como fruto de una formalidad administrativa. Los nombres, en realidad, fueron puestos más por aclamación que por decreto. Debió ser, sobre todo, el mayor o menor uso en los documentos oficiales de los nuevos nombres lo que determinó que éstos arraigaran entre los colonos. Esto sucedió en La Carolina, donde se fechaban y emitían la mayoría de estos documentos, y donde ha perdurado hasta nuestros días la denominación propuesta, debido, sin lugar a dudas, al gran acicate de llevar en su nombre el del propio rey fundador. Las demás denominaciones no llegaron a prosperar, no extendiéndose su uso más allá de cinco meses en 1768, caso de Guarromán, tres meses para el propuesto para Santa Elena, y mucho menos para el de Arquillos. Algo parecido debió ocurrir con el patronazgo de la Inmaculada Concepción en estas tierras, que fue impuesto más por el deseo de los empleados en las poblaciones por agradar la especial devoción que Carlos III sentía por esta advocación mariana, aclamándola, que por decisión de un decreto oficial.
Consultados los libros del Archivo Parroquial de Guarromán comprobamos como esta población no llegó nunca a denominarse Muzquia, apareciendo en algunas partidas, como vamos a ver seguidamente, la denominación Múzquiz para reemplazar a la del sitio de Guarromán, una de las nuevas poblaciones de Sierra Morena, que aparece en los primeros libros parroquiales, de los cuales extraemos los siguientes datos:
Libro de bautismos: Las partidas comprendidas entre el 22 de mayo y el 9 de junio de 1768 van fechadas en el sitio de Múzquiz. La partida siguiente a esta última va fechada el 26 de junio en el Sitio de Guadarromán, y en la del día primero de septiembre ya aparece en el encabezamiento Guarromán, estando firmada por el nuevo capellán don Juan Sánchez Colado.
Libro de Matrimonios: Van fechadas en Múzquiz todas las partidas comprendidas entre el 18 de mayo y el 11 de octubre de 1768. Es preciso que nos detengamos en la primera de este período, correspondiente al matrimonio entre Juan Kepler e Ysabel Sindaguin, en la que se nos hace referencia a las tres primeras poblaciones (La Carolina, Santa Elena y Guarromán) citándolas por los nombres propuestos por Olavide:
«… la última amonestación se publicó en la Iglesia de La Carolina el día Martes fiesta de la Invención de la Cruz 3 de mayo, y también el mismo día en las misas mayores de los sitios de Aranda La Presidente y Múzquiz».
Libro de Sepelios: Se fechan en Múzquiz todas las partidas comprendidas entre el 28 de mayo y el 8 de agosto de 1768.A tenor de los documentos eclesiásticos consultados podemos concluir que Guarromán fue Múzquiz desde el 18 de mayo al 11 de octubre de 1768, debiendo ocurrir algo similar en la documentación civil.
GUARROMÁN EN LOS TEXTOS DE LOS VIAJEROS DEL SIGLO XVIII Y XIX
Sin duda, para seguir ilustrando el tema objeto de este trabajo, será útil comprobar las diferentes referencias que los viajeros que pasaron por estas tierras utilizaron para denominar a Guarromán. La primera de ella se nos ofrece en la crónica de los viajes llevados a cabo por el agustino Enrique Flórez, quien está considerado como el padre del criticismo histórico, y a quien se debe, entre otras obras, la Clave Historial (1743), Memoria de las Reinas Católicas de España (1761), o la muy afamada y monumental España Sagrada, de la que publicó 27 volúmenes entre 1747 y 1773, fecha de su muerte. La crónica de sus viajes, así como sus datos biográficos, los recogió el también agustino Francisco Méndez, quien lo acompañó en el transcurso de ellos. Escribe Méndez en la referencia dejada del 16 de junio de 1770, casi tres años después de la fundación de las Nuevas Poblaciones:
«En el día diez y seis por la mañana fuimos a recorrer y ver diferentes lugares, casas, y heredades de las Poblaciones, como la de Guarromán que dista dos leguas de La Carolina, donde hay una Población muy hermosa, y antes sólo había una venta, pero con rastros de antigüedad, pues al tiempo de construir la Iglesia se descubrió, al pie de una encina, en el año 1768, un fragmento de Inscripción Romana, la que colocaron en la nueva fábrica, y yo copié a la vista del Rmo. Flórez. Dice así:
–F.G. AL. VA-LENS. AN::
VALERINA. AN. XXV»
Otra referencia hecha a Guarromán en el entorno de las Nuevas Poblaciones, es la que hace el diplomático provenzal Juan Francisco Peyron en su libro Nuevo Viaje a España, editado en Ginebra en 1780, si bien la andadura la realizó entre 1772 y 1773. Nos dice al respecto:
«Desde lo alto de las colinas más elevadas que están próximas a La Carolina, y que han puesto en valor, la vista se pasea con encanto sobre una multitud de viviendas, cada una de las cuales es el centro de una heredad y el asilo de una familia cultivadora; de trecho en trecho se encuentran veinte o treinta casas reunidas de forma simétrica que la naturaleza del terreno ha podido permitirlo. En la extensión de dos leguas se encuentran cinco de estas aldeas, que son Escolástica, Carboneros, Arellanos y Guarromán… [y los Ríos].»
Comprobamos como tanto el padre Flórez como Peyrón utilizaron la denominación Guarromán para referirse a esta nueva población, a pesar de haber pasado por ella dentro de los cinco años siguientes al de su fundación, donde todavía podía estar activa la denominación culta Guadarromán. Pero la elección de una o de otra por parte de los distintos viajeros que por aquí pasaron en el siglo XVIII, por lo comprobado, no debe ser una cuestión de tiempo. En el texto siguiente, perteneciente al libro Viaje a España hecho en los años 1786 y 1787, de Joseph Townsed, es decir veinte años después de la fundación, se dice:
«A unas dos leguas de La Carolina se encuentra «Guadarromán», pueblo que contiene cien familias, cada una de las cuales posee cincuenta fanegas de tierra. Está situado sobre una suave pendiente, junto a un arroyo y sobre suelo fértil entremezclado de campos de trigo y de pequeños grupos de encinas… ».
Don Antonio Ponz en su Viaje de España, tomo XVI, edición de 1791, también utilizará la forma Guadarromán. Muy curiosa es la descripción y la denominación que nos deja escrita en su relato novelado titulado Viaje a España del Caballero San Gervasio, el francés E.F. Lantier. Viaje que debió llevarse a cabo en los últimos años del siglo XVIII, pero que no vio la luz hasta 1809 en París. Dice así:
«En Guarda Romana, que pronuncian Guarraman, quedamos asombrados al ver casas de piedra de cantería y muy bien construidas. Están reunidas de cuatro en cuatro, teniendo la misma fachada. Pequeños jardines decoran su entrada; veíamos jarrones de flores en las ventanas y cunas de niños, ruecas en las puertas. En los huertos los hombres cultivan la tierra, los niños jugaban, corrían o pastoreaban corderos; mujeres limpiamente vestidas hacían girar la rueca o daban de mamar a su hijo, o tenían la aguja en la mano… ».
Lantier nos da una etimología que nos parece sorprendente, pero tratándose de un libro de caballería, y por tanto de una novela, no debemos extrañarnos ante ella. No faltaron, sin embargo, los que durante mucho tiempo tomaron Guarda Romana como el auténtico origen del topónimo Guarromán.
Puestos a elucubrar, digamos en honor a la verdad, que hace muy pocos años aparecieron restos de viviendas romanas y enterramientos correspondientes al siglo I junto a las ruinas de la antigua venta de Guadarromán. La existencia de restos de época romana en Guarromán ya fue puesta de manifiesto, como hemos visto, por el padre agustino Enrique Flórez. De todas formas, y a pesar de las apariencias, esta etimología nos parece poco probable. Ya en el siglo XIX, encontramos otra interesante referencia dada por el barón Charles Davillier en su Viaje por España, periplo que hizo en compañía del dibujante Gustavo Doré durante el año de 1862. Dice así:
«… Este es el nombre dado a algunos pueblos como Santa Elena, Guarromán y otros que fueron construidos sobre el mismo plan por orden de un célebre hombre de Estado, Olavide, para poblar las comarcas desérticas vecinas de Sierra Morena».
A la vista de los textos vistos, comprobamos como tanto Guadarromán, sobre todo en el siglo XVIII, como Guarromán, más en el siglo XIX, coexisten para denominar a este pueblo hasta llegar definitivamente a la forma como lo conocemos hoy.
TOPONIMIA DE GUADARROMÁN
El filólogo arabista Elías Terés en su nómina fluvial de toponimia hispanoárabe nos dice:
«Guarromán: Arroyo que nace en Santa María de Trassierra, cerca de Medina Azahra (Córdoba), y desagua en el Guadalquivir. Aparece escrito Guadaroman [sic.] en documento de Fernando III, año 1241, y sabemos que, después de la conquista de Córdoba, las tierras de Guadarromán fueron repartidas a los de criazón de Fernando III y Alfonso X, con la misma forma gráfica, se cita en el libro de Montería de Alfonso XI (t.II, p. 34).En los textos árabes, tenemos un Wadi-r-Rumman registrado ya por Muqaddasi (siglo IX), quien lo sitúa en el al-Ándalus, sin mayor precisión, por lo cual, aunque puede referirse a nuestro actual Guadarromán, no se puede asegurar con total certeza, pues se trata de voz toponímica que se da también en otras latitudes (por ejemplo, en el N. de África existe otro Wadi-r-Rumman que desemboca en el Océano por la ciudad de Salé). Otros autores, en cambio, lo sitúan con precisión: Ibn Hayyan cuenta como Wadi-r-Rumman, cerca de Madinat az-Zahra, el fatá Durri construyó una hermosa almunia que regaló al califa al-Hakam II, Idrisi, por su parte, reseña a Wadi-r-Rumman enclavado entre Almodóvar y Córdoba. Este es, pues, el étimo de Guadarromán, hispanoárabe Wád ar-Rommán «río de los Granados». A este mismo étimo se puede adscribir Guarromán (así lo entiende C.F. Seybold, Encycl. de l’Islam, s. v. «Guad») nombre de una villa con ayuntamiento en el partido judicial de La Carolina (Jaén)»
Por tanto, según los arabistas, Guarromán procede de Guadarromán y éste del hispanoárabe Wád ar-Rommán, que a su vez proviene del árabe Wadi-r-Rumman, que significa «río de los granados».
Conviene que nos paremos brevemente en el estudio de la voz al-wad, que ha sido y es utilizada en el mundo de habla árabe con el significado general de «el río», «el valle», «el arroyo», y se aplica para denominar cursos de agua de grande o pequeño caudal, ya sean perennes, intermitentes e incluso cauces secos.
Esta voz escrita en caracteres latinos bajo el influjo de la imela, fenómeno fonético éste de algunos dialectos árabes consistente en que el sonido «a» en determinadas circunstancias pasa a «e» y posteriormente a «i», hizo evolucionar la voz al wad en todas las grafías siguientes: al-wad, al-hued, al-guid y otras, que han llegado hasta nosotros insertas a través de un buen número de topónimos de ríos de nuestra geografía. Pero de todos esos nombres, en opinión de Terés, apenas una treintena están documentados en los textos árabes como es el caso de Wadi-r-Rumman.
La estructura árabe original de estos nombres responde a los siguientes esquemas:
a).- al-Wadi acompañado de un adjetivo calificativo.
b).- Wadi– determinado por un genitivo posterior, que en este caso podría ser de dos formas:
l).- Wadi– y un sustantivo árabe.
2).- Wadi– y un sustantivo no árabe preexistente.
A modo ilustrativo vamos a dar varios ejemplos de cada caso:
a) Guadalimar: al-Wadi-l-hamar. El río rojo.
Guadalquivir: al-Wadi-l-kabir. El río grande.
b-1) Guadacelete: Wadi Salit. Río de Salit. Guadalajara: Wadi-l-hyara. Río de las piedras. Guadamesí: Wadi-n-nisa. Río de las mujeres. Guadarrama: Wadi-r-ramal. Río de la arena. Guadaudalla: Wadi ‘Ahd Allad’. Río de Abd Allah. y Guadarromán: Wadi-r-rummam. Río de los granados.
b-2) Guadahortuna: Wadi Furtuna. Guadaira: Wadi Ayra, Wadi Ira. Guadalbullón: Wadi Bullum. Guadalest: Wadi Last. Guadiana: Wadi Ana, Wadi Yana. y Guadix: Wadi As.
UN PROBLEMA DE GEOGRAFÍA
Ante todo lo expuesto, vemos, pues, que entre la ramplonería de urgencia que nos situaba a Guarromán como hombre guarro, y la que nos habla del río de los granados, va un abismo poético al que nos arrojamos los guarromanenses con sumo gusto.
Pero resuelto el problema de etimología toponímica, debe quedar clara, también, la correcta ubicación del Guadarromán que aparece en los textos árabes citados por Elías Terés, o en este otro que a continuación transcribimos y que se localiza en la nota nº 521, página 169, del libro de Aguirre Sádaba y Jiménez Mata, sobre la Introducción al Jaén Islámico.
«Durri al-fatá al sagir, como le llama, Ibn’Idari, Bayan, II, tr. Fagnan, p. 437, ed. Colin and Leví-ProvenÇal, p. 263, e Ibn Hayyan, op. cit. tr. E. García Gómez, p. 136. Este último señala, además, que era tesorero y estaba al servicio en el palacio de al-Hakam IL En el año 362 (cronología islámica, 973 d. C.) cayó en desgracia y fue apartado de sus funciones, aunque al cabo de pocos meses era perdonado y rehabilitado de sus funciones gracias a la intersección del hijo de Al-Haham II, Abú-I-Walid Hisam. Poseía una almunia sobre el Guadarromán, que regaló al califa (Cf. Ibn Hayyan, ibidem y p. 132). Su nombre aparece citado en las inscripciones de dos botes de marfil, uno de ellos fechado en el año 3531964 y el otro sin indicación cronológica, aunque ambos deben ser de la misma época. (Cf. E. Leví-ProvenÇal, Inscriptions árabes d`Espagne, pp. 186-187, n. 2,188)».
Podríamos pensar, forzando mucho la Historia, que la famosa almunia (huerta) que regaló Durri al califa Al-Hakam II estuviera situada junto al Guadarromán de tierras jiennenses, y no junto al de tierras cordobesas. Esta elucubración nos vendría apoyada en el hecho de que Durri, tesorero de Yawdar quien a su vez era orfebre y halconero mayor de al-Hakam II, es contemporáneo a la fecha de construcción de Bury al-hamm (año 968 de la Era Cristiana), que en inscripción latina es Burgalimar, es decir, el castillo de lo que hoy conocemos como Baños de la Encina, en cuyo término estaba ubicada la Venta de Guadarromán, según vimos en los protocolos notariales y en el Censo de Ensenada, y que sirvió de campamento base a Olavide, durante el verano de 1767, para construir la futura población de Guarromán. La idea puede apoyarse en lo que F.J. Aguirre y M.C. Jiménez nos siguen contando en su Introducción al Jaén Islámico:
«No podemos asegurar que Durri ejerciera cargos de responsabilidad en Baeza, pero en alguna forma debería tener cierta autoridad en la ciudad…».
La proximidad de Baeza con Guarromán, y la cercanía de la protección del castillo de Baños (Burgalymar) podrían llevarnos a creer que no sería descabellado pensar que la almunia del tesorero Durri estaba ubicada cerca del actual Guarromán. Rizando el rizo podríamos llegar a la conclusión de que la Venta de Guadarromán estaba construida sobre las ruinas de la antigua almunia (huerta, casa de campo, granja), de hecho, la aparición reciente de restos arqueológicos en sus inmediaciones y la proximidad a un río, el Tamujoso, que bien pudiera ser el de los granados que nos hablan los antiguos textos árabes, así podría sugerírnoslo. Pero no disponemos de una base documental que así lo constate y que nos mueva a afirmar tal cosa con el mínimo de rigor investigativo, y sí, en cambio, disponemos de la afirmación de Elías Terés, ya recogida en un párrafo anterior, en la que dice que Guadarromán «se trata de voz toponímica que se da también en otras latitudes», citándonos el caso de uno que existe en el Norte de África y que desemboca en el Océano por la ciudad de Salé. No es de extrañar, pues, que existiera más de un río de los granados en la antigua Al-Ándalus, donde hay tal profusión de ríos y arroyos, y donde tanto abunda el árbol de la granada.
Esta evidencia nos lleva a concluir sobre el tema, e incluso a afirmar, que nuestro Guadarromán tiene que ver poco con el de Durri, como todos los indicios nos hizo pensar a más de un investigador en un principio. La descripción de los montes de Córdoba que se hace en el capítulo XXV, libro III, del Libro de Montería del Rey Alfonso XI (1311-1350) nos dice: «Guadarromán es un buen monte de puerco en invierno», para a renglón seguido darnos la pista cinegética de la también tierra cordobesa, Dehesa de Hornachuelos, de la que afirma que es «un buen monte de oso en invierno». Esto nos hace constatar definitivamente que el Guadarromán de Durri está en Córdoba.
Es del todo lógico pensar que el tesorero [Durri] del halconero mayor de Al-Hakam II, residiera cerca de la corte califal, y que para volverse a ganar la confianza perdida por el califa, le regalara a éste una posesión cercana a Córdoba, y no tan distante de ella como si la ubicáramos en las proximidades del castillo de Burgalymar (Baños de la Encina). Decisivo y contundente es el texto citado por Terés, donde Ibn Hayyan sitúa con precisión al Guadarromán de Durri cerca de Medina Azahara, en las proximidades de Córdoba, y motivos no le faltan. Sea como fuere, hemos tratado de acercarnos a los orígenes de «los» nombres de nuestro pueblo, pues, como ha quedado expuesto, hubo más de una denominación con la que conocer a esta joven y real población de Carlos III, que este año cumple 231 años a la sombra legendaria, si bien no física, de unos granados que le dieron el nombre, y en la compañía etérea del mítico vecino Juan Román, que no existió más que ante el pudor que sienten algunos de nuestros visitantes a la hora de pronunciar el nombre de este pueblo, sin ánimo de molestar, ni ofender con ello a los guarromanenses, los cuales han sabido hacer de esta denominación, al menos curiosa, la noble bandera de su primer referente de identidad colectiva.
NOTAS
(1).- La alcabala era un impuesto indirecto castellano que solía ascender al 10% del valor de lo que se vendía o permutaba. En este caso concreto se hace referencia a lo que entonces se conocía como la alcabala del viento, que era lo que pagaba el forastero por los productos que vendía.
(2).- Hay que hacer constar que el concepto de huésped utilizado aquí difiere del que se tiene hoy en día. En el siglo XVIII, y en fechas anteriores, como nos lo ponen de manifiesto Cervantes y Quevedo en algunos de sus escritos, el huespede, o huésped era el encargado de la venta o mesonero, y no su dueño, ni quien se alojaba como transeúnte en ella, significado este último que se le da en nuestros días.
(3).- Las otras dos poblaciones surgirían, una junto al antiguo convento carmelita de La Peñuela, llamada a ser la capital, y otra junto a la ermita de Santa Elena que se erigió después de la Batalla de las Navas de Tolosa librada en 1212 contra los árabes. Las tres nuevas poblaciones seguían el curso del camino real que unía Sevilla con Madrid, con la idea del gobierno de Carlos III de poblarlo para así protegerlo de bandidos y salteadores.
(4).- La figura de Múzquiz ha quedado, en la historia de las Nuevas Poblaciones, relegada a un segundo plano, si bien está revestida por la orla de la eficacia. Es Múzquiz quien comienza a negociar con Thürriegel la traída de los colonos. Es su ministerio el que pone el dinero para financiar la empresa colonizadora, Es Múzquiz, a quien Olavide llama «mi amigo» en sus cartas, el ministro más afecto al proyecto. A título indicativo digamos brevemente quien fue este personaje ilustrado cuyo nombre se le pretendió dar a Guarromán. Don Miguel Múzquiz era vasco, señor de la Villa de Villar del Ladrón y conde de Gausa. Caballero de la Orden de Santiago, miembro del Consejo de Castilla, Secretario de Estado y del Despacho Universal de Hacienda (ministro de Hacienda), Superintendente General del Cobro y Distribución de la Real Hacienda y de la Reales Fábricas y Casas de la Moneda, y Presidente de las Juntas Generales de Comercio, Moneda, Minas, Juros y Tabaco.
FUENTES DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFÍA
AGUIRRE SADABA, F.J. y JIMENEZ MATA, M.C.: Introducción al Jaén Islámico. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1979. Pág. 169. Nota 521.
ARCHIVO HISTORICO NACIONAL: Gobernación, leg. 278 núm. 2.
ARCHIVO PARROQUIAL DE GUARROMAN: Libros de bautismo, defunciones y matrimonios. Años 1767-1770.
ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL DE JAEN: Protocolos de los notarios y escribanos de las Villas de Baños y Bailén. Años 1691-1766.
GARCIA GARCIA, F.: «Apuntes sobre las Nuevas Poblaciones de Carlos 111, en Sierra Morena, durante el siglo XVIII». Actas del I Congreso de Cronistas de la Provincia de Jaén. Diputación Provincial de Jaén. Jaén, 1991. Pág. 208 y ss.
GARCIA MERCADAL, J.: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Tomo III. Editorial Aguilar. Madrid. 1962. Pág. 124 y ss.
SUAREZ GALLEGO, J.M.: «Sobre los nombres de la Real Población del Sitio de Guarromán». Actas del XIV Congreso Nacional de Cronistas Oficiales. Diputación de La Coruña. Betanzos, 1987. Pág. 163 y ss.
SUAREZ GALLEGO, J.M.: «Ciudades, pueblos y lugares de Jaén en los viajes de un fraile de la Ilustración: El padre Enrique Flórez (1702-1773)». Actas del I Congreso de Cronistas de la Provincia de Jaén. Diputación de Jaén. Jaén, 1991. Pág. 153 y ss.
TERES, E.: Materiales para el estudio de la toponimia hispanoárabe: nómina fluvial. Instituto de Filología, Departamento de Estudios Árabes. C.S.I.C. Madrid. 1986. Pág. 428 y ss.
TERES, E.: «La voz árabe «Al-Wadi» reflejada en documentos latinos y romances». Revista Al-Ándalus. Vol. XLII. Pág. 2.
TERES, E.: «Sobre el nombre árabe de algunos ríos españoles». Revista Al-Ándalus. Vol. XLI. Pág. 409 y ss.