POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
A principios de la década de 1940, fechas en las que tengo consciencia de mi existencia, todos los jornaleros se daban cita en «Las Cuatro Esquinas», con en fin de ser contratados por encargados y cabezaleros, para trabajar en las faenas del campo y de la huerta.
Como todo el trabajo era manual, la frondosa huerta uleana, daba mucho trabajo y pocos eran los jornaleros que se quedaban sin trabajar.
Los latifundistas de Ulea, siempre tenían faena en sus fincas para una decena de trabajadores, de principio a fin de año. Como consecuencia, en «las cuatro esquinas» teníamos a los encargados de las fincas de Joaquín Pastor, José María Vargas (parrales), Miguel Cutillas, Miñano López (el guerra), Juan Cutillas, de los Valientes, los encargados de fincas intermedias como las de Blas Carrillo Moreno y José Antonio López Abenza(el pequeño), Paco «el cetra» de la finca de Jesualdo Cascales, Juan Céspedes, de la finca de Gumersindo Cascales; Alfonsico, de la finca de Damián; de los Tomas y Valiente, el mismo Gregorio Tomás, ayudado por Cecilio Garro Además de los encargados de la empresa Muñoz, Yevar y la de Gómez, que compraban las naranjas y limones y buscaban trabajadores para cortar el género de los árboles, jóvenes de corta edad para acarrearlas al hombro hasta el lugar en donde las destriaba el cabezalero y, además, se contrataba arrieros de gran prestigio, que tenían animales de carga muy potentes, Tales como Félix, Antonio González, Ramón, El Barquero, Antonio Bermejo, El Torrano, etc., que trasladaban las naranjas y limones hasta los almacenes que tenían en el pueblo. Fueron importantes en Ulea, Celedonio y Ángel Moreno Tomás (tomatico).
Sí, todas las mañanas, al clarear el día, todos los trabajadores uleanos, que trabajaban por cuenta ajena, se daban cita en «Las Cuatro Esquinas y, mientras esperaban a los encargados empleadores, se tomaban un café, o una copillas de aguardiente, en los colmados aledaños del Tio Blas Carrillo, La Poncila o la Carmen de Justo.
Llegados los encargados para contratar a los trabajadores, «el Paco de tres pelos» daba la voz y todos salían de los colmados para que les asignaran trabajo. Sin embargo, aunque yo era muy pequeño, todos los días observaba que se quedaban sin contratar cuatro o cinco, siempre los mismos, que según decían, tenían fama de poco trabajadores. A estas personas, que omito sus nombres deliberadamente, se les denominaba «boyagas».
Generalmente eran personas de gran volumen pero de complexión «fofa». Sí, metidos en carnes pero con pocas ganas de trabajar e indolentes. Cuando todos los contratados marchaban a sus casas para coger sus herramientas y sus bolsas con el companaje, los que no habían sido contratados, regresaban a sus casas, recibiendo las reprimendas de sus padres y abuelos. A estas personas, a las que también se les denominaba «Mirones», parecía no importarles el regresar a sus casas sin ser contratados. Sí, volvían cabizbajos por el mismo camino que habían ido.
Los encargados y contratistas, los tenían fichados como «personas inútiles y desaliñadas» que en vez de trabajar, entorpecían la labor de los demás.
Sí, a estas personas con el perfil descrito, se les llamaba «boyagas».