LOS COMENTARISTAS FUERON LOS CRONISTAS FCO. JAVIER ARELLANO LÓPEZ (LUIS MOYA, ZAC.), BERNARDO DEL HOYO CALZADA (GUADALUPE, ZAC.) Y EL DR. JOSÉ MANUEL DE LA RIVA ESQUIVEL (SAINALTO, ZAC.)
POR FCO. JAVIER ARELLANO LÓPEZ
El pasado viernes 12 de julio del 2019, a las 12 horas del día, en el vestíbulo del Palacio Legislativo de Zacatecas (México) se presentó el libro ‘El Caballo Mojino contra El As de Oros, una carrera veloz’. del autor Daniel Monreal. Dirigió el acto con gran acierto la Dra. Marlem Silva y los comentaristas fueron los cronistas Fco. Javier Arellano López (Luis Moya, Zac.), Bernardo del Hoyo Calzada (Guadalupe, Zac.) y el Dr. José Manuel de la Riva Esquivel (Sainalto, Zac.). El cantante Jorge Montalvo amenizó cantando los corridos del Caballo Mojino y el del As de Oros. El Autor Daniel Monreal concluyó y señaló que el recuerdo transcurrido de esa carrera de caballos sigue viviendo en la memoria colectiva.
Yo hice el siguiente COMENTARIO AL LIBRO ‘EL CABALLO MOJINO CONTRA EL AS DE OROS’ (Una carrera veloz):
“i>Compadezco a un hombre sin vaca, compadezco a un hombre sin asno,… pero un hombre sin caballo tendrá dificultad para quedarse sobre la Tierra. (Decir popular)
El libro ‘El caballo Mojino contra el As de Oros, una carrera veloz’ fue escrito por don Daniel Monreal Arroyo en el año 2013. Es una edición particular impresa en EE UU. El autor ya ha sido galardonado con varios premios en concursos estatales e internacionales.
El tema del libro es una famosa carrera de caballos que se realizó el 31 de julio de 1902 en un lugar llamado “El llano de la Palma”, cerca de Sombrerete, Zac. y que ha trascendido a través de varias generaciones. La vida campirana del México de los siglos XIX y XX giraba sobre la hacienda y el poder económico que daba la agricultura y ganadería eran enfocados en el gusto por las carreras de caballos. El caballo jugó un papel muy importante en la vida del hombre, por un caballo se daba la vida, un hombre sin caballo era un hombre incompleto. Los caballos de carreras parejeras fueron los temas de los juglares que no se cansaron de cantar sus hazañas llenas de triunfos, de gloria y de muerte.
El narrador de este libro es omnipresente y, algunas veces, es la primera persona. Él, todo lo sabe y todo lo cuenta con esa emoción que causa la apuesta de dinero a las patas de un caballo. El inicio del libro cuenta la muerte de don Manuel Leal junto con sus recuerdos. En este espacio están las haciendas de San Mateo, de Santa Mónica, de Proaño, de Sainalto y Cantuna. La explotación minera está en su auge. Don Manuel llega a Sainalto y ahí se establece, crea junto con su hermano Francisco una pequeña empresa de calzado y ahí muere. Según el narrador, no se puede morir por tanto recuerdo; pero el final, siempre es el mismo. No somos eternos.
Continúa la segunda generación de Los Leal fortaleciendo la riqueza de la hacienda. Llega la tercera integrada por los nietos de don Manuel, José Vicente y Leopoldo Leal. Ellos son herederos de una fortuna y les gusta gastarla. Pareciera que trabajan el decir “padres ricos, hijos herederos y nietos limosneros” y que les gusta el juego, en este caso las carreras de caballos. A ellos no les tocaría ser pobres sino hasta sus descendientes cercanos. El autor lo cita con relación a las fortunas: “Él que las construye, él que las disfruta y él que las pierde”
En la hacienda de Proaño vivía don Severo Estrada y tenía un caballo negro, de origen español, muy fuerte y de patas muy ligeras. Ya había ganado varias carreras y muchas personas que lo conocieron, lo sentían como si fuera suyo, lo amaban, lo alababan y se enorgullecían de sus triunfos; tanto, pero tanto, que las nuevas generaciones siguen creyendo que el caballo Mojino ganó la carrera más famosa de inicios del siglo XX. Cuando fue todo lo contrario.
Los Leal establecidos en Cantuna y en Sainalto tuvieron que ver una partida de caballos árabes que pasó por ese lugar con rumbo a la Hacienda de Santa Mónica, cuyo dueño era don Higinio Escobedo, para enamorarse de uno de esos corceles, cita don Daniel Monreal. Los hermanos fueron con don Higinio a comprar ese caballo colorado, no muy alto pero muy bien “amarrado”. Convencer al vendedor no fue fácil, lo tuvieron que pagar su peso en oro. Por eso le pusieron El As de Oros. Lo querían para semental y para jugarlo en carreras parejeras. Por eso lo cuidaban como a una niña de 15 años, no lo dejaban ver y después del triunfo de una carrera, lo escondían para evitar una contrariedad. Esa estrategia les dio resultado. La fama comenzó a crecer como la espuma de una cerveza caliente.
Los Leal no pudieron evadir el encuentro del As de Oros y el Caballo Mojino. Esa primera carrera la jugaron de a 5 mil pesos y el As de Oros la ganó con la punta de la nariz. Don Severo Estrada, dueño del Mojino, quedó conforme, pero la gente de sus alrededor, no. Y comenzaron a calentar los ánimos, que la carrera la ganó el Mojino pero que los jueces estaban comprados, que todos vimos como ganó el Mojino, etc. El compadre Ricardo Jaques fue el que calentó más los ánimos de don Severo. Solicitaron la revancha.
Esta segunda carrera entre El Mojino y el As de oros quedó pactada para el día 31 de julio del 1902 en el carril del Llano de la Palma, cerca de Sombrerete. En todos los días anteriores a la carrera, la gente sacó sus ahorros, dice el autor que los desenterró de la pared, también hipotecó sus propiedades, empeñaron sus instrumentos de trabajo, gastaron el dinero que todavía no tenían, juntaron un buen bonche de plata. El convenio fue por 25 mil pesos pero las apuestas, por fuera, llegaron hasta el medio millón de pesos.
El autor se regodea en la narrativa y coge al lector de la mano. Lo lleva por veredas y travesías hasta el lugar de la carrera. Oye a los jueces, a don Pioquinto Pérez, a don Herlindo Lazalde y a don Natividad del Toro, él que luego sería defensor de Sombrerete de la revuelta de 1910; el lector mira a los caballos llegar, primero llega el Mojino y la gente le aplaude; no se mira llegar al As de Oros, a lo mejor se rajaron, tendrán que pagar las apuestas, a rajarse a Cantuna, su tierra. Esa misma gente, de pronto vio llegar al caballo colorado, al As de Oros, lo traían muy arropado “en una funda de algodón desde el cuello hasta las ancas”, a lo mejor lo tienen resfriado, va a perder.
Los caballos están en el partidero. El compadre Ricardo Jaques monta al Mojino. El As de Oros no tiene jinete. Hay expectación. Yo no sé por qué la hacen de tanta emoción. Los gritos del chicharronero, del gelatinero, de los niños se asilenciaron, hasta las mujeres callaron. ¿Quién va a montar al As de Oros?
Entre la multitud estaban los Leal y don Severo, como gallos de pelea, que querían apostar más dinero, hasta los cueros o sean los caballos. Eran hombres apasionados, ninguno cedía, ninguno tenía miedo, en este momento. Tuvo que llegar don Herlindo para calmarlos y decirles que esa carrera era por 25 mil pesos que si querían apostar más, que eso sería en otra carrera. De esta manera se calmaron los dueños de los caballos.
Pero ¿dónde estaba el corredor del As de Oros? Por allá apareció un hombrecillo, vestido con una camisa negra, pantalón ajustado, un paliacate verde ajustado a su cabeza y los calcetines del mismo color. Es el Diablo Verde, dijo la gente en forma burlesca, hoy dirían que le hicieron bulling. Pero la gente del caballo Mojino se asombró, estaba muy liviano, era un “jocker” traído desde Arandas, Jal. y no había perdido carrera alguna.
Don Natividad del Toro, juez de partida, vio que eran las dos de la tarde y anunció: “bien, señores, es la hora, tomen posiciones, los caballos, a la línea, vamos…”
Una larga plebada rodeaba al carril parejero en el trayecto de 400 varas, se hablaba de más de 10 mil personas. Ricos, empresarios, mineros, peones, mujeres, niños, policía, políticos, todos presentes en la carrera del siglo. Todos vieron como El Mojino adelantó al inicio y también como lo sangró su corredor porque no quería perder esa carrera; pero, también vieron el varazo que dio el Diablo Verde al As de Oros a la mitad del carril y fue con ese varazo con él que ganó.
Daniel Monreal Arroyo maneja un lenguaje sencillo en su narración. Describe con lujo de detalle todo el proceso de antes, en y después de la carrera. Nos dice cómo nació el corrido “Recuerdo de una carrera en el Llano de la Palma” y cómo lo compuso doña María San José Lazalde de Castro junto con don Ladislao Flores. Diez años más tarde esta composición se convertiría en el corrido del Caballo Mojino. Termina su narración concluyendo como terminaron sus personajes como un paradigma de los apostadores.
Es importante señalar que el libro tiene 262 páginas, algunas ilustraciones en color blanco y negro. No podría dejar de mencionar el prólogo que hiciera el distinguido Profr. Efraín Gutiérrez de la Isla con su abundante adjetivación en favor del paisaje de Sainalto y enalteciendo la pluma de don Daniel Monreal. También es importantísimo decir que el autor de la novela agradece infinitamente a mi compañero cronista de Sainalto, el Dr. José Manuel de la Riva Esquivel por toda la vasta información que le proporcionó para construir este trabajo y a la compañera cronista adjunta (sic) de Sombrerete Margarita Bustos Castañeda que le proporcionó los nombres de dueños y partidarios del Caballo Mojino.
Es una obra recreativa con varios datos reales que el autor se dio a la tarea de investigar. Su lectura es amena.
A modo de colofón, el corrido del Caballo Mojino, que originó esta obra, es una pieza musical muy representativa de México. Se ha tocado durante 117 años casi en todas las carreras de caballos, peleas de gallos, fiestas y se siente una alegría inusitada. Es como un sentimiento atorado en el folclor nacional. Algunos cantantes en su crónica cantada narran que el Caballo Mojino ganó. No es cierto, pero tal vez tengan razón, los partidarios del Mojino de aquel tiempo querían, anhelaban y deseaban que ese caballo ganara y los de ahora, también dicen que ganó. No es cierto, ganó El As de Oros, según este libro, y ganó bien en ambas carreras. Yo termino este comentario citando un cuarteto de este corrido:
El As de Oros ya se va
no lo volverán a ver
hasta el año venidero, señores,
que lo vuelvan a correr.
Muchas gracias.”