POR JOSÉ JULIO ORTIZ Y CHISVERT, CRONISTA OFICIAL DE COBEÑA (MADRID)
Hablar de los quintos de un pueblo era hablar de los «mozos» del municipio. Un mozo era aquel joven que estaba obligado a realizar el llamado servicio militar y aquellos mozos lo eran desde que eran alistados hasta que ingresaban en la caja de reclutamiento, siendo pues los nacidos en el mismo año, a los que llamaban para reclutar.
Yo fui quinto en Cobeña y conmigo ocho mozos más. Y como yo, hubo muchos quintos antes y los hubo después también. Y así fue hasta que este servicio militar obligatorio, «La Mili», fue suspendido por Ley en 1999 y por Real Decreto en 2001.
Pero por qué nos llamaban «Los Quintos». Pues proviene ni más ni menos que de un impuesto medieval, el llamado «impuesto de sangre», que obligaba al reclutamiento forzoso de uno de cada cinco jóvenes en edad militar. Esta contribución de sangre obligaba a servir militarmente al rey y fue el rey Juan II de Castilla quien lo impuso durante su reinado de 1419 a 1454, según la cual uno de cada cinco varones debía servir en el ejército, obligación que retomaría Felipe V en 1705.
Tal vez algunos no sepan que de esta situación, en Cobeña como en algún que otro pueblo más, surgió una tradición que desde hace muchos años se ha venido llevando a cabo y es la de poner el Mayo en la Plaza de la Villa durante las fiesta del Cristo del Amparo, tarea que realizaban los quintos de cada año. Así, los mozos, desde antaño salían al Valle de Abajo, acompañados de los hombres del pueblo, en busca de un Mayo; un árbol, un álamo negro, alto, grande, hermoso. Entre todos talaban el árbol, lo pelaban quitando la corteza y podaban sus ramas hasta dejar solo un cogollo en lo alto del mismo, dándole al árbol un aspecto de mayor esbeltez, altura y finura. Luego todos lo festejaban celebrando una comida campestre juntos allí en el valle, transportándolo entre todos, (antaño, hace mucho tiempo, a hombros y posteriormente con carros y jumentos), y más en la actualidad en un remolque y con un tractor, llevándolo a la Plaza de la Villa y cavando un hoyo, lo clavaban en el centro de la plaza, colgándole una bandera de España en su parte más alta. Sin duda siempre esta tradición era parte de las costumbres más alegres del municipio.Y de esta alegre tradición surgió otra costumbre aun más alegre y apasionada. Así, en el mes de mayo, los mozos enamorados, (y aquellos que ya no eran mozos pero sí enamorados), colocaban un Mayo alto a los pies de la ventana de su amada. Por la noche, o durante la madrugada, cuando estas dormían, ellos colocaban el mayo a su amada, levantándose esta a la mañana y descubriendo la emocionante sorpresa de haber sido distinguida con tan «notorio acicalado» en su fachada.
Un año los álamos en Cobeña empezaron a enfermar y a secarse, y en poco tiempo todo el plantío existente murió por completo. Desde entonces el Mayo fue sustituido por otro noble árbol que de igual altura, también abundaba en Cobeña; el chopo.
Existen otras tradiciones en localidades de nuestra provincia, así en Robledo de Chavela hacen La Hoguera de Los Quintos, antigua tradición que se remonta a la edad media, en la que, en la madrugada del 31 de diciembre los quintos queman una gigantesca hoguera en el centro de la Plaza para recibir el año nuevo, o El Día del Judas, en el que en Semana Santa, el Domingo de Resurrección, los quintos apedrean un muñeco que representa a Judas el traidor, que clavan en un tronco.
Para terminar decir que he buscado en los Boletines Oficiales de la Provincia de Madrid desde 1833 http://bibliotecavirtualmadrid.org/…/p…/numeros_por_mes.cmd… y si alguien está interesado, allí puede encontrar los quintos que a lo largo de los años tuvo Cobeña, («Coveña»). Es sorprendente encontrar quintas de tan solo un mozo.
Como dato curioso, hay que decir que el servicio militar obligatorio nunca fue bien visto por la sociedad en España y que hasta su abolición, fueron muchos los movimientos sociales que hubo en contra, sobre todo por parte de las madres, ya que veían a sus hijos marchar con el consiguiente riesgo de las guerras, así, en 1865 hubo «madres y abuelas coraje» que firmaron un manifiesto, mandado a las Cortes de la Nación para que se suprimiera el «impuesto de sangre».