POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
A Europa, a Europa, toro violador de sus naciones encausadas. A Europa, a Europa, matrona de sus hijos en la desesperanza. A Europa, a Europa, ubre que fue de leche de promisión y es parca hoy que se anuncian elecciones libres de diputados en la experiencia maya.
A Europa, a Europa, la griega, la romana, la turca, la balcánica y volcánica, la de la Media Edad católica en cruzada, la del Renacimiento del hombre en sus medidas clásicas, la de la Ilustración dieciochesca, liberal, y después puritana, la de las guerras de dos mundos que la postraron destrozada, la del espíritu francés, la sensatez inglesa pérfida y la rotundidad nazialemana, la de las armas y las letras y las bellas artes plásticas, que aunque no es como quisiéramos en estas horas tristes y baratas, resulta una opción obvia por mejorar su estampa.
A Europa, a Europa, antes hoy que mañana, para emprender un nuevo rumbo de concordia final tantos siglos soñada.
A Europa, a Europa, esa “montaña mágica”, ese tahalí de ríos que Magrís, Kapuscinski, Víctor Hugo, Laurence Durrell y Chesterton cruzaran y cantaran, esa esperada “primavera” surgiendo de una concha de bancos y de barcos piratas, esa tabla de salvación ante el naufragio humanitario, esa Venus aún manca, y esa congregación de asuntos políticoeconómicos que apenas muchas veces quedan solo en palabras.
A Europa, a Europa, pueblos en marcha por la paz y la idea. Se acabaron los muros, las rayas y las vallas.