POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
La belleza artística que encierra en sí este primoroso edificio monástico medieval en el concejo de Cangas de Onís y con gran relación con nuestro limítrofe concejo de Parres, evoca caballerescas gestas y aleccionadoras catequesis para sencillos campesinos, ganaderos, agricultores, vecinos y visitantes.
El monasterio benedictino pervivió hasta 1835 y fue declarado Monumento Nacional en 1907; estuvo muy abandonado durante largos años y se dedica a Parador Nacional desde hace poco más de dos décadas.
La primera construcción eclesiástica se atribuye a la época de Alfonso I «el Católico», yerno de don Pelayo.
Como ya he publicado muy amplios artículos sobre este complejo monástico cada vez que cumple un año más -desde la supuesta colocación de su primera piedra el 21 de febrero del año 746-, me detengo hoy en algunos de sus más destacados capiteles que fotografié este mismo fin de semana otoñal.
Más de mil años contemplan estas venerables piedras en un paisaje circundante de poético encanto, a orillas del Padre Sella y -aunque vivimos bien cerca de este monasterio- pudiera ocurrir que pasemos toda una vida junto a él y nunca nos hayamos detenido a observar algunos de sus detalles, como estos capiteles en los que canteros de lejanos siglos plasmaron intenciones y lecciones de rústica catequesis pétrea.