POR ALBERTO GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
En aras de la progresía las miembras tratan de imponer un lenguaje inclusivo exigiendo que el diccionario de la Real Academia y hasta la propia Constitución se modifiquen para que no haya votante sin votanta ni escaño sin escaña.
Además de bastantes que son mujeres, en España hay más de quinientos cronistas oficiales de sus ciudades. Casi cien en Extremadura. Cada uno suele ser licenciado, doctor, profesor, investigador, historiador, escritor y bibliófilo; muchos, todo a la vez. Hasta ahora lo proclamaban sin reparo, pero últimamente hay que andar con mucho cuidado antes de decirlo, porque tanto sustantivo terminado en o hace sospechoso de machismo.
Menos mal que lo de cronista oficial palia algo con sus ‘aes’ las ‘oes’ de los otros títulos. Aunque nunca se sabe. Por eso hay quien aconseja que para no herir la sensibilidad de las miembras se cuide mucho lo que se dice aplicando una rígida autocensura.
Que en vez de fortificación, foso, torreón, soldado o plano, escriban muralla, poterna, atalaya, tropa o mapa, que es lo mismo y elude la ofensiva o. Que no digan palacio del ayuntamiento, concejo o cabildo, sino casa de la ayuntamienta, la conceja o la cabilda. Y que si nombran un alcalde, edil, conde, duque, ujier o peón, no dejen de reseñar al lado a la alcalda, edila, conda, duca, ujiera o peona. La rica lengua española, que para todo tiene un término-palabra acabado en o y otra en a, permite hacerlo y, para respetar lo políticamente correcto -ya se sabe, lo intelectualmente inaceptable- diluir cualquier cosa con circunloquios, perífrasis, eufemismos, sinónimos y otras figuras literarias. Y si no existe el término, inventarlo, como miembra. O pena, si a pelo viene.
La pugna entre la a y la o no es nueva. Sobre el antecedente de la Lisístrata de Aristófanes ya en el siglo XIV el Arcipreste de Hita (vaya la ta por el te ) narra la sostenida por don Melón y doña Endrina con primacía del don sobre la doña.
Entonces la dama es rendida y parece que gana el acosador. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces y hoy es el pobre don Melón el sometido por una brava doña Endrina, liberada y furibunda, que tras siglos de supuestas vejaciones contraataca en todos los frentes con la pretensión decidida de aniquilar sin piedad lo que ciertas arriscadas huestes han dado en llamar machismo.
En este nuevo panorama no sería raro que se exija quemar el Libro de Buen Amor donde hace casi siete siglos el salaz don Melón se aprovecha de la indefensa doña Endrina.
Ante la sugerencia de plegarse a las exigencias de las Endrinas de nuestro tiempo algún cronista lo ha intentado. Pero a la mayoría, por mucho que lo intenta, su sindéresis no se lo permite. Ni a la Real Academia Española (HOY 21.01.20) tampoco.
Fuente: https://www.hoy.es/