POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Situada junto al arroyo de su nombre, al final de la calle Puerto de Carrales, en una rinconada o calleja sin salida que tiene 4’5 m. de ancha (frente al arenero y controlador del citado arroyo).
Tanto el pasaje (cuando se podía acceder a ella…) como el propio manantial son de dominio público, según consta en el Archivo Municipal (en un documento que redactó aquel gran secretario que fue don Germán Duque, y que yo hallé hace unas décadas), con una profundidad de 3’5 metros, ubicado y protegido por un muro de mampostería (que se añadió en 1917, cuando el municipio llevó a cabo la penúltima reparación). A diferencia de otras fuentes (como la Bamba, Lo Caños Viejos o los Nuevo), el agua surge en el mismo lugar, y rara vez se seca. Por eso gozaba de gran aceptación entre los moralos/as en el pasado, a donde acudían a por agua y a lavar (en el arroyo: invierno y primavera, porque se seca en verano).
Además, es una de la más antigua del municipio (junto con La Bamba, los Caños Viejos y la de los Cabreros), pues ya hay constancia de ella en el siglo XIX (aparece en el conocido plano de Francisco Coello, de 1850). Y me contaban los mayores hace bastantes años que era muy parecida a la mencionada de los Cabreros (ubicada junto a la colá de la Parrilla, dentro de la Dehesa de Arriba), con un arco de medio punto (lo que demuestra su antigüedad). Y, como ella, se asentaba en el inicio –o final– de una vía pública (lo que era fundamental entonces…): en este caso, en el camino de la Serradilla, que nos comunicaba con Peraleda de la Mata a través de la dehesa del Berrocal, que usurpó gran parte del mismo; caso similar al camino de Millanes por la Dehesa de Arriba, que transitaba frente a la reiterada fuente de los Cabreros (el camino de abajo iba paralelo a la actual carretera y camino “del colesterol”…): la prueba de que ese camino es público es que, cuando se construyó la Autovía, se instaló un paso elevado sobre ella…
Hace medio siglo sufrió un episodio dramático, al ahogarse un moralo en ella. Por lo que, de nuevo, la Corporación decidió restaurarla (y, al igual que se hizo con los Caños Viejos y tantas otras muestras de nuestro Patrimonio, de un modo lamentable): se eliminó el arco de medio punto, se sustituyó por unos sillares rectangulares, donde insertó una chapa metálica con un candado (para evitar que sucediera lo comentado antes).
Y así la conocí yo cuando llegué a Navalmoral en 1977. Y, al poco tiempo, dadas mis inquietudes agrarias derivadas de mis orígenes y amor por la naturaleza, compré un huerto situado frente, disfrutando de su exquisita agua (especialmente tras las penosas tareas primaverales o veraniegas). Entonces, su estado de conservación era aceptable: tanto por la atención municipal como de algunos vecinos que aprovechaban el agua para regar sus huertos.
Pero, desde que se reestructuró el mencionado arroyo junto a la citada calleja para evitar riadas aguas abajo, el estado de la calleja por la que se accede es salvaje, por lo que es imposible acceder a la fuente.
En 1990 aprobé las oposiciones de Secundaria y, creyendo que me tendría que marchar de Navalmoral (lo que afortunadamente no sucedió, al surgir una plaza en el IES Zurbarán), vendí mi huerto. Y, a partir de entonces, rara vez me acercaba por ese estimado paraje: sobre todo cuando comencé a observar que, paulatinamente, se iba degradando, sin que nadie se preocupara de ella.
La pasada semana falleció un buen amigo que vivía cerca de ella. Y a sus hijos (que casi todos fueron alumnos míos, y hoy mis amigos) le pregunté por ella… Como me conocen bien, me aconsejaron que no me acercara por allí, pues pasaría un mal rato…
Ayer tarde, al igual que hace el lagarto en febrero, aproveché la ruptura de la niebla por el sol, hice un esfuerzo y no les hice caso. Saqué una foto y me acordé de aquel famoso y popular poema, que el murciano Vicente Medina publicó hace un siglo, y que he adaptado a mi manera y a las circunstancias de mi querida fuente:
CANSERA
¿Pa qué quies que vaya?
¿Pa vel la calleja como una serva,
plagá de zarzalis y matas salvajis
que me impidin verla?
Anda tú, si quieris:
que a mí no me quea
ni un soplu d’alientu,
ni una onza de juerza.
Anda tú, si puedis:
que yo pueh que nunca
pisi más la senda,
ni pueh que la pasi,
si no es qu’entre cuatru,
ya muertu, me llevan…
¡Con lo que a mí me guhtaba bebel del su agua,
cristalina, cárdena y fresca,
tras caval en el mi guertu
que tenía enfrenti d’ella!…
Anda tú, si quieris…
No te cansis, que no me remuevu;
anda tú, si puedis, y éjame que duerma…
¡A vel si es pa siempri!…
¡Si no m’espertara!…
¡TENG’UNA CANSERA!…