POR JOSÉ ORTIZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MONTORO (CÓRDOBA)
Jamás me entrometería en teología o en cuestiones meramente divinas, pastorales, o invisibles por lo espiritual del alma, ya que no soy ministro de la Iglesia, ni nadie en ello.
Pero obviamente, hay cosas que saltan a la vista, se ven, quedan en evidencia, y si encima están en el único templo catalogado de BIC (Bien de Interés Cultural) algo se puede argumentar al respecto, tanto por mi formación, como por conocedor del pueblo a través de cientos de documentos que pasan a diario por mis manos.
He de entender que el presbiterio da una sensación e impresión de inacabado, por la blancura de sus paredes en un espacio estéticamente realizado integramente en piedra molinaza, la cual tarde o temprano al ser tapada regurgitará nuevamente el salistre y los tonos amarillentos de marea.
Si a ello unimos la disposición iconográfica arbitraria de la imágenes, nos encontramos con un calvario erróneo (calvario de Presidencia -no de coronamiento-, el patrón en un lateral y la Virgen del Carmen o Candelaria -fuera de su altar de las Ánimas-).
Si nos vamos a otras advocaciones que sí estuvieron en su día formando parte del desaparecido altar de Hurtado izquierdo, altar mayor, si hallábamos una imagen de un San José. Esta advocación ha pasado al altar que Regiones Devastadas preparado ex profesó para San Bartolomé y respetada su ubicación por los padres carmelitas, don Constantino y Don Emiliano Calle, don Pedro Zurita, don Rafael Rabasco y don Antonio Jesús Morales.
Deseo que pronto todo vuelva a ser como hace setenta y cinco años, que precisamente se cumplen en este 2020.