POR ÁNGEL DEL RÍO, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE MADRID
Una vez resuelto que la estatua de Felipe II volverá a su anterior emplazamiento, entre la catedral de la Almudena y el Palacio Real, en el Ayuntamiento de Madrid se baraja la posibilidad de cambiar de sitio algunas estatuas emblemáticas, lo que sería seguir alimentando una práctica frecuente a lo largo de la historia: el baile de las estatuas, de los monumentos; una danza que parece inacabable y que ha provocado que algunas piezas se hayan movido de lugar hasta cuatro veces, como es el caso de la de Agustín Argüelles.
Siendo alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, se barajó quitar del centro de la Plaza Mayor la estatua ecuestre de Felipe III, que fue el promotor de esta plaza, tal como la conocemos 400 años después, incluso se llegó a pedir opinión de los Cronistas Oficiales de la Villa, sobre esta posibilidad. El argumento era que ninguna plaza mayor de las ciudades más importantes de España tenía en su centro una estatua de ese tamaño, que dificultara la movilidad e impidiera celebrar algunos eventos populares. Hay que tener en cuenta que en la Plaza Mayor de Madrid, dejaron de celebrarse corridas de toros, proclamaciones y autos sacramentales, cuando en 1848, por iniciativa de Mesonero Romanos, la reina Isabel II autorizó a que se instalara en el centro la estatua ecuestre de Felipe III, que hasta entonces se encontraba en el palacete de la Casa de Campo.
La idea de sacar a Felipe III de su actual emplazamiento no salió adelante. El Ayuntamiento no quiso abrir ninguna polémica y la estatua se quedó donde está. En caso de que ahora se retome el asunto y se decida su traslado, ¿en qué lugar se instalaría? Uno de los sitios más probables sería el de la Plaza de la Villa, donde ha fracasado el intento de colocar la de su padre, Felipe II. Esto sería más factible si, como parece, el monumento a Carlos III, no se mueve de la Puerta del Sol y se anula la posibilidad de que fuera trasladado a la Plaza de la Villa. Si finalmente Felipe III acabara en esta plaza, antes habría que desalojar de la misma a don Álvaro de Bazán, ilustre marino, pero sin ninguna vinculación con Madrid, sobre todo para ocupar un lugar tan emblemático como en el que nació el Concejo de la ciudad.
En esta hipótesis, ¿dónde se llevaría la estatua de Bazán? Se baraja como lugar más idóneo el paseo del Prado, cerca de Cibeles y frente al Museo Naval o en una zona próxima a éste.
Dentro de esta nueva pieza del «baile de la estatuas» se estudia la posibilidad de sacar del Museo del Prado la de Carlos I, una escultura en bronce patinado encargada por el mismo monarca al escultor de Milán Leone Leoni en 1549, que forma parte de la colección de esta pinacoteca, desde el final de la guerra civil.
El argumento municipal para que Carlos I salga del museo y esté en la estatuaria callejera de la Villa es que ya lo estuvo antes. En 1608 se colocó en el Real Alcázar; en 1620 se trasladó al jardín del Palacio de Aranjuez; en 1634, a los jardines del Buen Retiro; a finales del siglo XVIII, a la residencia de Manuel Godoy, el Palacio de Buena Vista; en 1811, por decreto de José Bonaparte, la estatua fue cedida en propiedad al pueblo de Madrid y se colocó sobre una fuente, en la plaza de Santa Ana, pero a comienzos del siglo XX se encontraba en el Alcázar de Toledo , donde pasó toda la contienda nacional hasta su cesión al Museo del Prado.
La referida estatua de Carlos I cambió de lugar en siete ocasiones, y puede que ostente el récord de mudanzas, sobre todo si ahora saliera, de nuevo, a la calle. Pero hay otras muchas que también han estado sometidas a esa interminable danza de las estatuas. He aquí las más importantes:
Agustín Argüelles
Esculpida en mármol por José Martínez Alcoverro se instaló inicialmente en 1902 en la calle de la Princesa, en el cruce de Alberto Aguilera con Marqués de Urquijo. En 1967 fue trasladada al paseo del Pintor Rosales para retornar más tarde a la calle de la Princesa, a la altura de Quintana y Mártires de Alcalá. En esa ubicación, en 2006, un coche colisionó contra el monumento. En el accidente falleció el conductor del vehículo. El pedestal sufrió daños importantes y la estatua de Argüelles se rompió en mil pedazos. Fue trasladada para su restauración y devuelta en 2011 al paseo de Rosales, esquina a la calle de Ferraz.
Francisco de Goya
En 1902, Mariano Belliure realizó la estatua de Francisco de Goya, para situarla delante de le ermita de San Antonio de la Florida, aunque finalmente se colocó en el paseo de Coches del Retiro junto a la antigua Casa de Fieras. Tres años más tarde se trasladó a la calle de Goya, próxima al cruce con el bulevar de la calle de Velázquez. En 1946, nuevo traslado a su actual emplazamiento, junto al Museo del Prado. En 1932, Juan Cristóbal González esculpió en piedra caliza la cabeza de Goya, de grandes dimensiones, que se colocó en el marco de la Florida. Fue retirada tras la Guerra Civil a consecuencia de los daños sufridos, y permaneció en unos almacenes municipales hasta ser restaurada en 1967 y colocada en el Parque del Oeste, de donde se trasladó en 1978 hasta su ubicación primitiva, aunque ocho años después sería cambiaría a su actual posición, en los jardines de la ermita de San Isidro.
Claudio Moyano
En 1900 Madrid rindió homenaje a este político liberal, que llegó a ser ministro Fomento. Con tal motivo, Agustín Querol le hizo una estatua esculpida en bronce, que fue colocada en la calle de Atocha. Fue retirada en una de las reformas de la calle, y se llevó al patio del instituto que lleva el nombre del político. Allí estuvo abandonada durante varias décadas, sirviendo incluso como poste de una portería de fútbol del recinto estudiantil, hasta que en 1982 el alcalde Enrique Tierno rescató la estatua de Moyano, y quedó colocada en el actual emplazamiento de la cuesta de los libros antiguos que lleva el nombre del político.
Daoiz y Velarde
El monumento a estos dos héroes de la guerra de la Independencia, es obra de Antonio Solá, y se situó en 1822 en el Parterre del Retiro. Más tarde fue llevado, de forma temporal, al Museo de Escultura para ser colocada en 1869 en la plaza del Dos de Mayo.
Cervantes
Antonio Solá fue también el autor de la escultura de Miguel de Cervantes. Se instaló en 1835 en el patio del Palacio de la Cruzada, en la plaza del Duque de Nájera, para trasladarla posteriormente a la plaza de las Cortes. Con motivo de la construcción del aparcamiento subterráneo, la estatua fue desplazada unos doce metros hacia el oeste.
La Mariblanca
Estatua obra de Ludovico Turqui, que coronó la fuente de la Puerta del Sol de 1630 a 1838. Tras ser desmantelada, fue trasladada para coronar una fuente de la plaza de las Descalzas, derribada en 1892. La Mariblanca pasó varios años en unos almacenes municipales, hasta que en 1914 se ubicó en los jardines del Retiro. En 1969, fue colocada en el paseo de Recoletos, donde unos desaprensivos la causaron graves desperfectos, en 1984. Una vez restaurada quedó expuesta en el zaguán de la Casa de la Villa. Un año después, el Ayuntamiento encargó una réplica que es la que actualmente podemos ver en la Puerta del Sol, esquina a la calle del Arenal.
Estatuas del Palacio Real
Durante el reinado de Fernando VI, se comenzaron a instalar unas estatuas de piedra de los reyes de España sobre la balaustrada de la cornisa del Palacio Real. Pero la reina Isabel de Farnesio, tuvo una pesadilla: soñó que un vendaval abatía las estatuas, que cayeron sobre ella, aplastándola. De natural supersticiosa, pidió a su hijo Carlos III, que se retiraran. Así se hizo, y éstas se distribuyeron por los Jardines de Sabatini, Plaza de Oriente y Parque del Retiro, en Madrid, y por Vitoria, Pamplona y Burgos.
Hay otras esculturas notables que también han participado a lo largo de la historia en el baile de las estatuas: la Violetera, el Marqués de Salamanca, Bravo Murillo, Mesonero Romanos, Colón o el monumento a los Saineteros Madrileños.
Fuente: https://www.larazon.es/