POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Me gusta la capacidad que tiene la televisión de otros países para montar historias amenas sobre la vida de la gente corriente. Con personajes auténticos. Aquí se hizo alguna vez TV de altura, caso de las novelas de Blasco Ibáñez, Torrente Ballester, o de Galdós, por poner ejemplos. Ahora no hay nada similar.
Acaso por eso la serie “Cuéntame como pasó” tuvo éxito. Yo me enganché al principio. Luego me defraudó, porque la trama es increíble. Seguramente los guionistas pensaron que si no había emociones fuertes, sería un fracaso. Pero a mi no me molesta ver que a la gente corriente la va bien la vida. Que la mayoría de las parejas enamoradas, montan una familia, educan a los hijos, conocen a sus nietos y envejecen juntos. Eso sería lo normal. Menos en casa de los Alcántara. Van de susto en susto. Me explico.
Resulta que todos los hijos les salieron comunistas, aunque los padres no hablan de política en casa. Y todos pasan por la cárcel. Resulta que todos van de fracaso en fracaso en lo sentimental. La hija mayor, tras varios novios raritos, y ser hippy en una comuna ibicenca, se casa con el cura del barrio, rojo, tiene un hijo al que ve poco; lo abandona todo para ser artista, y es drogadicta. Lo habitual. El siguiente Alcántara se lía con una compañera de la universidad comunista, hija de un jerifalte impresentable, franquista y jefe del padre. Como los muchachos van por ahí robando multicopistas y ayudando a comandos revolucionarios, terminan en la cárcel y los apalean los grises. Él chico estudia Derecho. Pero aprueba poco. Dice que le tienen manía los profesores franquistas, por ser rojo. Por entonces se lía con la vecina, amiga de la familia, madre soltera y mucho mayor que él. Al final se hace periodista y convive con otra novia, también comunista, hasta que la abandona por otra, dejándola embarazada. Lo normal. Respecto al pequeño de la casa, es mal estudiante y acaba montando un bar, o algo así, hasta que lo entrullan, injustamente, por trafico de drogas. Ya digo, lo corriente en cualquier casa. A esa altura yo ya no veía la serie, pero me enteraba de algo: hasta los periódicos se hacían eco de esta odisea .Pero sigamos con al trama, lo que me sé.
Respecto al padre, empezó siendo ordenanza de un ministerio. Se le veía muy aburrido en el trabajo, y se escaqueaba lo que podía, hasta que, como dije antes, su hijo dejó embarazada a la hija de su jefe. Ahí la cosa se animó. Pero la moza abortó y todo se fue al garete. A la vez trabajaba en una imprenta para un empresario casposo, mujeriego y corrupto. Franquista, naturalmente. Es tan tonto este Alcántara que el pájaro de su jefe lo mete en un negocio inmobiliario y él firma todo lo que le ponen delante. No acabó en la cárcel de milagro. Lo corriente, ya digo. Su mujer es la más lista de la casa; pero como es mujer se tiene que hacerse la tonta. Eso si era bastante normal. Pasa de ama de casa sin estudios, a empresaria y universitaria. Lo que no sé es como no murió antes de infarto, porque la vida que le dan, ente unos y otros, es para pegarse un tiro. La menos rara es la abuela, una mujer de pueblo, más machista que el yerno. Aunque claro, en ese ambiente, también se echó un noviete, hasta que se le murió, creo. Queda por citar a la otra abuela, que palmó pronto, también republicana, porque en la guerra los de Franco le mataron al marido y los hijos. Del resto del paisanaje del barrio, mejor no entra en detalle: una madre soltera, un callista mujeriego, una vieja salida, y otro hermano Alcántara- comunista, claro-divorciado, que se lía con la sobrina. Ya digo, supernormal.
Ahora están haciendo más capítulos. Hace poco me picó la curiosidad y vi uno, en mala hora. Iba de cuernos. Alcántara padre se los pone bien puestos a la mujer; le pilla el hijo. Se entera todos y lo echan de casa. La benjamina, crecidita, apunta maneras: pregunta en la mesa qué significa eso de que tiran más dos tetas que dos carretas. Muy lista no parece, porque con los que lleva visto en casa la pregunta no procede. En fin, que “Cuéntame”, es un cuento chino. De la TV que pagamos todos, dice mi papelera.