POR ÁNGEL DEL RIO, CRONISTA OFICIAL DE GETAFE Y MADRID
Hace veinte años, la monarquía española estaba en el momento más álgido de respaldo popular. Era imposible pensar que don Juan Carlos no fuera a culminar un reinado vitalicio. Luego vinieron los tiempos de cierta relajación en las relaciones Corona-pueblo, y de forma más reciente, cierto descrédito por asuntos que han salpicado a la familia real, que unido al cansancio físico y a la necesidad de un relevo generacional, han llevado a la abdicación del monarca.
Hace veinte años, en el mes de diciembre, se producía el primer viaje oficial de los Reyes al sur de la Comunidad. En una jornada intensa estuvieron en Leganés, Alcorcón, Móstoles, Fuenlabrada, Parla y Getafe.
También bajaron al sur de la capital, a esos suburbios lapidados por el fenómeno chabolista y la marginación social. Llegaron a La Celsa, uno de los poblados más deprimentes de la geografía madrileña. El rey se emocionó cuando el hijo del tío Isidoro, le ofreció un café: “Es lo único que le puedo dar, pero es de puchero, hecho en casa”.
Después el patriarca, tío Aquilino, le dio el bastón de mando: “Ya es usted también rey de los gitanos”, le dijo con solemnidad. Por primera vez, un monarca se metía en una mísera chabola de 30 metros de difícil habitabilidad. Los Reyes salieron impresionados y los chabolistas quedaron esperanzados en que la visita real les cambiara las condiciones de vida.
Ahora, cuando el Rey ha anunciado su abdicación, han salido a las calles esos párvulos de pantalón largo, repetidores de la ancestral demagogia, aprovechando para pedir una III República, amigos de que el pueblo decida la forma de gobierno, amigos ellos de regímenes dictatoriales a los que no toman en cuenta, como Cuba. El camino se acaba, pero el tonto sigue.
Fuente: <a href=http://gentedigital.es/comunidad/angeldelrio/>http://gentedigital.es/</a>