POR HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Llega el verano y con él sentimos el renacer de la capital y la provincia. Se activa la trashumancia turística, comienzan las vacaciones escolares y se intensifica la vuelta a pueblo debido a las fiestas patronales repartidas por todas las comarcas zamoranas.
El progreso acabó con aquellos largos veranos de los tres meses, duros y difíciles, que se resolvían con mano de obra, la mayoría para las labores agrarias. Nuestra fiesta de San Pedro era un ejemplo que se repetía año tras año con la Plaza Mayor a rebosar de muchos centenares de trabajadores de todas clases y edades, ajustándose bajo una de las tres fórmulas admitidas: de San Pedro al Cristo (14 de septiembre), de San Pedro a Navidad, y de San Pedro hasta otro, lo que se llamaba por año.
Este mercado de trabajo tuvo siempre una continuación en la vecina localidad de San Marcial cuya festividad se celebra el día 30.
Y nada digamos de la célebre Feria de la Madera, en los espacios de la avenida del Mengue y todo lo que rodea al actual colegio desde la iglesia hasta el Puente de Piedra, un auténtico espectáculo de material de verano, utensilios de todo tipo y su continuación, Balboraz arriba. Con aperos de cuero principalmente. Este gran acontecimiento ferial termina con la primera mitad del pasado siglo. La vida laboral ordenada con arreglo a la nueva legislación y el creciente aumento de la maquinaria en el campo cambiaron definitivamente los trabajos de la recolección del verano y este quedó reducido, en el mejor de los casos a un par de semanas, cambiando totalmente la vida en ese mundo rural.
Hoy, en ese mundo, el verano se convierte en una especie de fiesta permanente. Son ya tres generaciones de emigrantes las que se mantienen más o menos vinculadas al pueblo con toda su carga emotiva y sentimental. Con menos firmeza la segunda, sentimiento que ya se está notando. Y con la tercera este fenómeno sufrirá tal merma que refuerzan la sensación de abandono de los pueblos. Sobre todos recae y pesa la enorme responsabilidad de cuidar ese entorno: cañadas, calzadas, caminos, veredas, senderos y atajos.
Hagamos del verano esa estación que enlace el descanso con la fiesta y el disfrute de la naturaleza a la vez que cuidamos de ella.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/