POR FRANCISCO SALA ANIORTE,CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Un submarino en aguas de Torrevieja

El vapor brasileño “Alicia” se hallaba a mediados de agosto de 1918 cargando sal en Torrevieja. El capitán ofreció una fiesta a la colonia veraniega, fiesta que se vio concurridísima.

Poco después, cuando iban a ser levadas las anclas, se vio que los cables de radiotelegrafía habían sido rotos de manera sospechosa, inutilizándose el aparato. El capitán saltó a tierra comunicando al cónsul inglés lo ocurrido. No lo hizo al cónsul de Brasil, sin embargo… El cónsul de Brasil lo era también de Austria. El buque suspendió la salida por temor a ser torpedeado.

Ese rumor estaba justificado. Unos pescadores habían visto fondear en las cercanías de la isla Grosa, a una milla del “Alicia”, un submarino alemán. El sumergible tuvo que pasar entre las barcas pesqueras que trabajaban entre Cabo de Palos y Torrevieja. Nada preguntaron ni pidieron los pescadores.

En la noche del día 15 de agosto llegó a la Torrevieja un extranjero desconocido que desapareció sin saberse que rumbo tomó. Ante la publicación de esta noticia en la prensa, José Mora, cónsul Brasil en Torrevieja se vio obligado a escribir la siguiente carta Francisco Vicen, corresponsal de “El Liberal” en Torrevieja, mintiendo esos rumores:

“Muy señor mío: En “EL LIBERAL” llegado hoy a esta población, leo con sorpresa una información fantástica del corresponsal de Alicante de dicho periódico en la que hace gala de su exuberante fantasía forjando una novela en la que juega principal papel el vapor brasileño “Asia” antes “Alicia” que con objeto de cargar sal ha permanecido en esta rada varios días.

Como su compañero de Alicante le invita en la crónica de que queda hecho mérito a que ponga usted el último capítulo a su folletinesca creación, cumplo un deber en manifestarle que es absolutamente incierto que en el vapor “Asia” haya ocurrido nada anormal durante su permanencia en ésta.

La menor novedad que hubiera ocurrido hubiérase apresurado el digno capitán de la mencionada nave a ponerlo en mi conocimiento sin perjuicio de los medios de información directa con que cuento para tener inmediatamente noticias del más leve acaecimiento que ocurra a cualquier vapor de la nación de cuya representación me honro, mientras permanezca en aguas de este puerto.

Queda usted autorizado para dar esta carta a la publicidad a fin de que quede completamente desvanecida la tendenciosa especie, y aprovecho la ocasión de reiterarme de usted muy atento s. s. q. b. s., José Mora, vicecónsul de los Estados Unidos del Brasil en Torrevieja.”

Sobre este episodio nos quedan muchas dudas y habrá que seguir investigando sobre este hecho. Lo verdaderamente cierto es que desde el inicio de la 1ª Guerra Mundial y hasta finales de marzo de 1918, habían sido hundidos por los submarinos alemanes más de 70 barcos españoles.

La misteriosa historia del abuelo de Mari Paz Andreu

Par acabar con las numerosas visitas de submarinos alemanes a las aguas de Torrevieja, copio de Mari Paz Andreu una historia que protagonizó su abuelo, y que fue publicada en este semanario hace más de cincuenta años.

“Era en la guerra europea del 1914.

En el muelle los barcos de pesca se preparaban para hacerse a la mar. El sol, aún radiante, bajaba a esconderse más allá de los montes oscuros. El ‘lebeche’ que había bramado todo el día, comenzaba a calmar conforme caía la tarde. Había en el ambiente olor a brea de redes recién teñidas, a algas húmedas y a mariscos.

Entre los pescadores, desaliñados en sus ropas de faena destacaba la figura impecable del forastero. En el pueblo, como todos los pueblos tan propicio a los comentarios, la estancia de aquel hombre extraño era muy llevada y traída. No se le reconocía ninguna ocupación determinada; no se sabía el origen de sus ingresos; no tenía explicación su vida solitaria en el pueblo. Y esto daba lugar a se dijera de él desde espía hasta contrabandista en gran escala.

A pesar de su interés en pasar desapercibido llamaba siempre la atención sus trajes claros, su jipi-japa, su boquilla de ámbar, y sobre todo su dejo extranjero.

Aquella tarde en sus paseos por el muelle, a los que era muy aficionado, encontró a bordo de un bote a su amigo el patrón.

Muchas veces le ‘cargaba’ la pipa y le obsequiaba en la taberna del muelle. A cambio de estos regalos satisfacía su curiosidad que no tenía fin; preguntaba; preguntaba sin descanso.

El patrón que había recorrido medio mundo a bordo de aquellos barcos de vela, donde cada viaje se podía contar como una novela de aventuras, no tenía inconveniente en recrear al desconocido con sus relatos.

Mientras charlaban, y como cosa casual, el forastero le propuso al patrón que dieran un paseo en bote. Inmediatamente se adentró en el mar: Remando sin prisa hablaban y hablaban, mientras la brisa del atardecer les humedecía la cara y las manos.

Un poco más adentró –rogó el desconocido. Le gustaba sentir tanta profundidad bajo la débil embarcación que les sostenía.

Cuando el patrón hizo ademán de volver hacia la orilla, en vista de que estaba oscureciendo, aún insistió su compañero en que se alejaran algo más.

Aquel empeño empezó a resultar extraño. Ambos parecían impacientes. El patrón no sabía disimular su contrariedad. Decayó la conversación y se produjo un enojoso silencio.

El mar había quedado tan quieto que se podían distinguir las voces de los pescadores que habían quedado allá lejos en el muelle.

De pronto junto a la borda del bote surgió, cual serpiente de acero, un periscopio. Y tras él un submarino. El forastero sonrió satisfecho porque parecía haber conseguido lo que esperaba.

En menos que un decir amén, y ante los atónitos ojos del patrón, hizo transbordo, desapareciendo por la escotilla del submarino, que se sumergió sin más ceremonia.”

Gracias Mari Paz por esta preciosa historia.

(Continuará)

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 14 de septiembre de 2013