POR FRANCISCO TUBÍO ADAME, CRONISTA OFICIAL DE FUENTE PALMERA (CÓRDOBA)
El baile de Los Locos es un ritual traído por el pueblo “tirolés” a las nuevas poblaciones de Andalucía en le último tercio del siglo XVIII. Aunque nos consta, que a principios del siglo XX, existían “locadas” en casi todos los pueblos de la Colonia, en la actualidad solo existe la Hermandad de Locos de Fuente Carreteros.
Sobre las fiestas de Locos nos dice Jacques Heers, profesor en la Sorbona en su obra “carnavales y fiestas de locos”: “A los cronistas y en su momento a los historiadores les resulta difícil orientarse entre las distintas fiestas de locos, que no se enclavan todas en la misma fecha”. Jean-Baptiste Thiers, uno de los primeros observadores de tales diversiones, dice que “en algunos lugares, los eclesiásticos tenían por mérito ante Dios y ante los hombres el danzar en las iglesias el día de Navidad, el día de San Esteban (26 de diciembre), el día de la Circuncisión (1 de enero) o de la Epifanía (6 de enero). Se puede añadir a la lista, ya desconcertante, la festividad de San Nicolás (6 de diciembre) y la de los Santos Inocentes celebrada el 28 de diciembre. Así pues, se desarrollaban en el interior de las catedrales y colegiatas una serie de festejos, casi ininterrumpidos, desde el 25 de diciembre al 6 de enero, marcados por unos rituales insólitos y danzas litúrgicas; había la posibilidad de un anuncio ya el 6 de diciembre y también, a menudo, una prolongación durante los ocho días que siguen a la fiesta de la Epifanía. En total más de un mes, señalado por siete u ocho puntos clave que remiten cada uno a un origen diferente y sostenido también cada uno por una devoción particular, que se limita a un solo día y a una ceremonia.
A pesar de todo, la cercanía del solsticio de invierno, a finales de diciembre y comienzos de enero, se impone de forma absoluta y de hecho se habla de las “fiestas de las calendas de diciembre”. Evidentemente, ahí se origina la tentación de ver en ellas la herencia completamente normal de las famosas saturnales romanas, tan a menudo evocadas por todos los censores y por los primeros eruditos
Las fiestas de locos de ninguna manera se presentan a través de los siglos, como una simple transferencia en el mismo registro de lo burlesco, y a pesar del nombre que les ha quedado, su origen no se encuentra jamás, en la exaltación del loco, de la locura. El punto de partida es un ritual muy distinto, el de la celebración litúrgica según las reglas que la Iglesia imponía por aquellos días. Si la historiografía reciente se da por satisfecha, en general, con un solo vocablo, como si fuera una única dedicatoria los locos y a la locura, el habla de aquellos tiempos, en cualquier medio social que venga, se muestra mucho más variada. Fiesta de los Inocentes, de los Niños, del Asno, de los Diáconos”.
Me supongo que el ritual que actualmente se baila en La Colonia, fue traído por el pueblo tirolés a las nuevas poblaciones Carolinas, como indicaba al comienzo, y que según la tradición oral llegada hasta nosotros avalada por dos breves apuntes históricos uno en 1820 y otro a comienzos del siglo XX.
Pero, ¿qué sucede a lo largo de la danza? ¿son iguales sus pasos?
Si analizamos los pasos que ilustran los danzantes de la Hermandad de Locos de la Herrería, a la que conozco y he presentado en numerosos lugares, podemos apreciar que no son iguales y que los locos de acuerdo con su ritual se van consultando con la mirada a lo largo de la danza.
En los pasos iniciales, a decir de los antiguos, los locos se consultan con la mirada y se van comunicando la noticia de que Herodes ha matado a los Inocentes, hasta llegar a la conclusión de que tendrán que protegerla. Entonces cambian de ritmo y en la llamada “carrerilla”, dicen: “La protegeremos, la protegeremos. Y en los últimos pasos la “loquilla” acompañada por dos locos es introducida en el centro. En la evolución final los locos giran en torno a la misma a modo de protección.
Sobre “El Baile de los Locos” la mayoría de las fuentes que nos hablan de él son consuetudinarias, tan sólo he encontrado dos escritas, posteriores a la fundación de La Colonia, que analizaré más adelante.
Como decía, todo lo que sabemos a cerca del Baile de los Locos, ha sido transmitido verbalmente de padres a hijos. Todos los historiadores coincidimos que es de origen tirolés y basamos nuestra certeza en que así se ha dicho desde su venida a estas tierras y en que los Locos llevan cosidas en sus ropas alhajas y abalorios, costumbre tirolesa.
Este baile a su llegada a La Colonia se convirtió en religioso y a comienzos del presente siglo contaba con hermandades en los siguientes pueblos: Fuente Palmera, La Peñalosa y la Herrería, que han desaparecido y la hermandad de Fuente Carreteros que actualmente sigue en vigor.
Tradicionalmente el día 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, todas las locadas o hermandades salían por las calles de sus pueblos a interpretar esta danza, éstas aunando su doble carácter folclórico religioso, comenzaban bailando en la plaza de sus pueblos, frente a la iglesia, pues las hermandades llevan el nombre de las patronas de sus pueblos. Así, la de la Herrería esta bajo el patronazgo de la Virgen del Valle y la de Fuente Carreteros de la virgen de Guadalupe. La costumbre era que, una vez recorridos sus pueblos, las locadas se concentraban en un pueblo, ya establecido, para competir todas, siendo ganadora aquella que abandonaba la última el baile.
Como dije al comienzo, tan sólo son dos las fuentes escritas más antiguas que he encontrado sobre el baile de los Locos.
La primera corresponde al acta capitular del 20 de mayo 1820 en la que con motivo de la conmemoración del acatamiento por Fernando VII de la Constitución de Cádiz de 1812, tras el levantamiento de Riego en las Cabezas de San Juan, se celebraron en la plaza actos lúdicos para la instalación de una lápida, se dice en ella: “…abrían calle unos vecinos vestidos primorosamente al modo de los que llevaban armas de fuego, la música componente la que bailaba una danza compuesta de seis individuos primorosamente y músicos componentes; los que bailaban una contradanza en cada parada que se hacía…”
La segunda corresponde a un cuadro popular escrito por el cronista ecijano Manuel Ostos Ostos, titulado: “un loco en los Locos”, premiado en los juegos florales de Écija del año 1904, y publicado en El Defensor de Sevilla, El correo de Andalucía y El Comercio ecijano, que nos refleja el paso de la Hermandad de los Locos por aquella ciudad.
Entresancando lo más interesante, se nos dice: “Si Juaniyo no caminara tan preocupado, hubiera llamado su atención aquella multitud que, saliendo de todos los extremos de la ciudad, camino carretera arriba cual intensas avalanchas de guardadoras hormigas, en busca de la Choza de José María o Alto Rolluelo, verdadera meca de la romería de “LOS LOCOS”, como en Écija se denomina al tradicional paseo de la tarde del veinte y ocho de diciembre. Si su ánimo estuviera sereno, seguramente se hubiera fijado en los puestos de salaitos y dulces, garbanzos tostaos, avellanas americanas, alfajores, arropias, palmitos y auténtico vino del gaitán, disfrazados en esta tarde con el pomposo apodo de Montilla o Manzanilla que bien en mesas de todos tamaños y figuras, o en el santo suelo y sirviendo de asiento al vendedor el pequeño escalón que forma el vaciado de la cuneta, había en el comienzo de la empinada carretera, y ya no en esas pequeñas industrias, de estar Juan tranquilo, se hubiera recreado en aquel interesante ir y venir desde el principio de la cuesta de la Choza, y desde esta otra vez al comienzo de la carretera, para repetir el paseo, de aquel abigarrado y desigual conjunto de coches de todas clases, gustos y épocas, repletos de elegantes damas, jóvenes que golpeando con el bastón el piso del coche y batiendo palmas, corrían su primera juerga ; amas de cría con ubres como cántaros amamantando la futura generación acomodada, niños y niñeras de las clases ricas, o señoritos del pueblo. Pero no, Juaniyo no podía fijarse en nada de esto; no se fijaba en nada de esto, ni llamaba su atención la airosa apostura de ágiles jinetes que montaban nobles y hermosos caballos de la tierra, enjaezados a la andaluza, con sillas jerezanas y estribos vaqueros; o a la inglesa, con ridículas monturas llamadas de galápago y estribos afeminados, por lo endebles y pulimentados, insuficientes para contener el brioso empuje de un corredor de liebres, de buen mozo de escopeta y perro de esta bendita tierra ecijana. Estaba muy preocupado Juaniyo para recrearse en aquel hermoso cuadro que abrillantaba un espléndido sol de invierno; pero de invierno y sol ecijanos, todo luz, todo vida, todo calor y alegría. El pensamiento de Juan estaba fijo en Valle y únicamente el deseo, el ansia loca de encontrarla era el que movía de un lado para otro de la carretera, pero subiendo la empinada cuesta y deteniéndose a cada momento para no ser atropellado para examinar esta o aquella fiesta de mozas y mozos del pueblo que, sentados en el suelo a los lados del camino, o en algunas de las inmediatas eras empedradas, cubiertas en el verano de doradas mieses, y ahora tapizadas en finísima y tupida yerba, cantaban y bailaban al son de panderos y guitarras, entre trago y trago de lo blanco, las clásicas canciones de la zumba, el pelele, los toreros, las cabras, la jeringonza, y las demás del repertorio popular ecijano de las fiestas de Navidad.
¡Y Valleciya! sin aparecer, y Juaniyo cada vez más alocado. Sigámosle en su carrera , que ya llega a la Choza, a la Meca de la romería de los “Locos”: en la amplia explanada en que se encuentra enclavada la Choza de José María, el pobre Juan, jadeante y medio loco, busca y rebusca por entre el confuso tropel de personas, coches y caballerías que llenan todo terreno no ocupado por los nacientes sembrados, y que respetuosos guardas del ruedo a caballo, con sendas banderolas al pecho y antiguos retacos al arzón de la montura, defienden de aquella desvastadora avalancha, sin que logre verla, sin que logre encontrarla.¡ Suerte más perra….! repite el pobre Juan cansado de inútiles pesquisas; pero allá abajo ve avanzar en el confuso tropel inmensa y apiñada multitud y allá vuelve el pobre Juan. Más, ¡oh desencanto!, son los Locos, los Locos, los Locos… gritaban los rapazuelos y las mujeres del pueblo formando inmensos y apretado círculo, en cuyo centro quedan los rústicos danzantes; y Juaniyo se acerca al círculo para buscar y rebuscar con afán creciente a su Valle, y tampoco la encuentra, tampoco la ve entre aquella bulliciosa multitud. En tanto que el pobre Juan sigue buscando a su Valle, empieza la danza, con su sonsonete moruno, pegajoso, dormilón primitivo, que hacen a dúo cornetín y un terrorífico y enorme bajo, y que la chavalería ecijana traduce libremente con la letrilla salvaje de
A la danza los locos
Que te limpies los mocos…
Más Juaniyo no oye el sonsonete, ni se fija en que han comenzado la original y extraña danza, si se fijara, vería asomar en el centro del círculo de curiosos varias cabezas con caras hombrunas y atenazadas, curtidas por el sol y el aire de los campos, cubiertas con caperuzas o gorros, adornados con cintajos de todos los colores, y que se mueven y saltan a compás, bien solos, por parejas, o todos al mismo tiempo, y juntándose, y separándose en mil combinaciones caprichosa. Si Juan no estuviese medio loco, vería que esos rústicos y estrafalarios danzantes , al dar sus enormes y acompasados saltos y asomar la cintura por encima de la apiñada multitud, mostraban grandes y múltiples rosarios, abalorios baratos, zarcillo, sortijas antiquísimas y mil baratijas colgadas en el pecho como grotesto y digno complemento a las enaguas cortas almidonadas y blanquísimas, pantalones blancos de mujer por cuya y precisa abertura asoma el calzón de tela azul que denota al trabajador de campo y zapatos de becerro vuelto, con enormes suelas, dignas tan solo de oprimir el rudo arado para roturar esta fecunda tierra ecijana, en la forma que gráficamente se denomina a pie puesto…”
Como encuentra Juaniyo a Valleciya:
“Ahí está su Valle, su Valleciya. Sentada en el suelo, con vestido de percal claro, su blusa grana, su toca de estambre color de rosa al cuello, y con aquellos ojos tan grandes, y tan negros como el azabache, aquellas negrísimas y tupidas pestañas; aquel pelo abundoso y negro y aquella carita de cielo, pero de cielo andaluz moreno claro, parece una reina mora, como le decía Juaniyo cuando andaban juntos y dichosos por entre los frondosos olivos de la Colonia. Allí estaba Vaslleciya… y no estaba sola, junto a ella ha visto Juan al mozo del pueblo, el artesano, al rebanaíya, que, coo decía Juaniyo, le había dao el día de “Los Locos”; él no lo conoce, pero se lo dice su leal corazón que no le engaña. Y si no… ¿no lo dicen a voces lo acicalado de su traje, el estar tan arrimao a su Valle, y aquel exagerado amaneramiento de flamenco de pueblo con que toca la guitarra? Y no ha pasado desapercibida la presencia de Juan; sobre todo para Valle, que se ha puesto del color de la cera, y que ha bajado al suelo sus negros ojos, como si quisiera desaparecer bajo la tierra. Pero se están cantando por soleares, y Juan, el pobre Juan, con la saliva más amarga que la retama del monte, la cara como la de un difunto , y el corazón más intranquilo que el de un pajarillo en manos de chicuelo travieso, se adelanta hasta el centro de la fiesta, dice que va a cantar y canta; pero canta una mezcla de soleares y fandanguillo, el canto suyo, el de los olivares, el que se canta en la dulce tranquilidad de la Colonia.
Oigámosle:
Yo no sé por qué motivo
güertves la cara a otro lao,
serrana, cando te miro.
Concluir Juaniyo de cantar su copla, y abrazársale su Valle toda llorosa, y más hermosa que nunca, con sus ojazos velados por las lágrimas, fue cosa hecha en menos que se dice.
¡Pero señor, -decía el pobre Juan, más ancho que largo de puro contento, después de rápido diálogo y completa reconciliación con su Valle- si esto tenía que pasar, si esta mujer es mía, y su cariño es mío, y su via entera es mía.
De esta manera veía el cronista Manuel Ostos el baile de los Locos a comienzos de siglo.
Una danza que se baila actualmente en el Subtirol italiano, es el baile de SAN NICOLÁS, tan bien con matices religiosos, y alguna semejanza en la indumentaria de los ángeles que acompañan a San Nicolás con el baile de Los Locos, concretamente, van de blanco y cruzan su pecho unas cintas verdes, rojas y azules. En Stelvio que se encuentra en la parte del Tirol meridional, en el sudtirol italiano, la fiesta de los Klosen( Nikolausspiele), el Juego de San Nicolás, tradición que está difundida por toda el área tirolesa y bávara, se ha mantenido con la frescura ingenua de la representación comunitaria, germen del teatro y del arte.
El baile los Klosen, está ligado a la difusión del culto a San Nicoló (San Nicolás), obispo de Mira, figura difusa cuyo estudio está entre la leyenda y la historia. Santo muy popular que vivió en el siglo IV y cuyo culto se difundió rápidamente por el centro de Europa después de haberse trasladado sus reliquias a Bari el siglo XI.
La fiesta que se desarrolla en Stelvio, es una escenificación de la lucha entre los espíritus buenos y malignos.
En el juego de San Nicolás intervienen, además del Santo, tres tipos de personajes: Los Demonios o bestias horribles (Klaubauf), Los Asnos (Esel o Scheller) y los Blancos o Bellos (Weissen).
Los Demonios representan a los espíritus más malos, encadenados o desencadenados, llevan horribles máscaras de madera esculpidas de manera muy artesanal a las que colocan unos cuernos, otros llevan una especie de máscaras de lana de oveja a las que les cuelga una larga lengua de trapo. Además los Demonios, se cuelgan trozos de tela y lana que les hacen aparentar de forma monstruosa. Llevan en sus manos pesadas cadenas, con las que intentan agredir a las personas. Es evidente que se quiere escenificar la leyenda según la cual San Nicolás rescató de la violencia a algunas jóvenes vírgenes.
Los Asnos, representan los espíritus más benignos que los Demonios. la característica más importante de ellos es su inocuidad. No desdeñan de ayudar a los hombres. Son los seres legendarios que pueblan las montañas, los bosques, los torrentes, los campos… Se limitan a meter miedo o a sembrar la superstición. Su contraseña sonora es continuo ruido de los campanos o cencerros que llevan atados a sus cuerpos. Por eso son llamados también Scheller. Consiguen alejar a la oscuridad e invitan a la naturaleza a que duerma bajo los hielos a despertar lo más pronto, posible. La máscara de los Asnos no es de madera sino de piel.
Acompañan a San Nicolás y van delante de él los blancos (Weissen). San Nicolás va vestido va vestido de forma tradicional con su indumentaria de Obispo, que además de los blancos le acompañan los portadores de la Luz (Il Lichtroger), que con sus linternas encendidas hacen desaparecer las tinieblas; los portadores del Libro (Il Buchtfroger) que llevan el libro de la palabra de Dios donde está escrito con letras de oro las gracias de la comunidad y de cada persona; Los portadores de Dones (Il Gabentroger) que llevan los dones recogidos para ofrecerlos a los niños; los portadores de Varas (Il Rutentroger) que sirven para azotar a los niños que no han sido buenos.
El grupo de los Blancos ángeles(Weissen éngel) llevan las bandas cruzadas en su pecho y cintura que van acompañados de un diablo que siguen insistentemente a San Nicolás dando a entender que la tentación está siempre presente. Símbolo del mal el diablo ha sido desarmado por San Nicolás y le obliga a seguirle, como si se tratara de un perro.
Y como última figura que devuelve a la escenificación su esfera mágica, está la comunidad de hombres, son los Gendarme (Il Scharsch), vestidos con ropas militares.
El juego se desarrolla de la siguiente manera:
Los Asnos se encuentran en la sima del llamado sendero Gaschitsch, allí llegan los Blancos o ángeles con San Nicolás y todos los personajes que intervienen, que se arrodillan y quitan sus máscaras. A continuación se desarrolla unas frenéticas carreras con sonidos de los campanos y cencerros. Hasta tres veces los Asnos recorren el sendero mientras las personas congregadas se apartan de ellos. A un tiempo los Asnos con acrobáticos saltos pellizcan a los brazos de las personas y los Demonios, altos y negros, aparecen en escena llevando sus horribles máscaras y cadenas en las manos, gritando horriblemente: tú has sido malo, has hecho esto o aquellos durante este año y por eso te cojo…
Al final se reúnen todos en el lugar que el Comité organizador establece y allí degustan frutas y dulces.
Hasta aquí, el resumen de este Juego de San Nicolás que quizás a finales del siglo XVIII, cuando fue traído del Tirol el Baile de los Locos a la Colonia de Fuente Palmera, ya se bailaban conjuntamente por aquellas regiones.