POR JUAN FRANCISCO RIVERO DOMÍNGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE LAS BROZAS (CÁCERES)
Hoy, hace un año, 14 de julio de 2019, visitaba por el lado brasileño las famosas cataratas de Iguazú, Patrimonio Mundial. La primera vez que lo hice tenía unos 25 años, tras un largo viaje de un mes, el primero que yo hacía al extranjero, por Venezuela, Argentina y concluir en Brasil.
En esta ocasión fue la clausura del Congreso Internacional de Turismo Religioso, que organizan dos amigos míos Santiago Cano, argentino y Rubén Moyano, argentino radicado en Brasil y que se celebró en la ciudad de Guarapuava, en el estado de Paraná, donde clausuré el evento de la mano de mi amigo Gustavo Loza, hablando de la información turística y el turismo religioso. Quien quiera leer la crónica de este congreso, aquí está: https://pacorivero.blogspot.com/2019/07/el-congreso-de-turismo-religioso-se.html
El congreso anterior se había celebrado en la ciudad hondureña de Comayagua, fundada por el extremeño de Alcántara, el capitán Alonso de Cáceres. Otra crónica: https://pacorivero.blogspot.com/2018/09/cronica-del-xiv-congreso-internacional.html
Pero no estamos aquí para hablar del congreso de turismo religioso, sino de la magnifico parque de las Cataratas de Iguazú, repartido entre Argentina y Brasil. La noche anterior dimos un paseo por el lugar que llaman “Tres fronteras”, donde se unen Brasil, Argentina y Paraguay, allí donde se unen los ríos Iguazú y Paraná y donde se nos ofreció un singular espectáculo indígena.
Era el año 1542 cuando el conquistador español Alvar Núñez de Vaca iba desde el Océano Atlántico hasta Asunción en Paraguay oyó un enorme ruido. Así se descubrieron las cataratas. En la primera ocasión que estuve allí (octubre de 1979) fue con motivo de una Embajada Turística Balear que promovía Viajes Barceló, oímos desde el autocar el rugido de las cercanas cataratas.
En esta ocasión fue de manera muy distinta. El grupo internacional de invitados al congreso, entre los que se encontraba argentinos mexicanos, portugueses y este español que les escribe, la visita la iniciamos por el Centro de Visitantes, abarrotado de turistas, A la ida paramos cerca del Hotel das Cataratas, un hotel de lujo que visitamos en 1979, y fue donde, entonces, tomamos unas ricas caipiriñas, escasamente a dos minutos del camino que nos llevaba a los enormes saltos. Tras andar por estos terrenos e ir mirando, con detenimiento las cascadas que se ven en la parte argentina, y apreciar a esos simpáticos animalitos llamados “quatis”, algo extraños para nosotros, llegamos a la Garganta del Diablo donde pude hacer maravillosas fotos de un espectáculo único de la naturaleza, un lugar lleno de gentes a 90 metros de altura sobre el río.
Estas fueron las primeras grandes cataratas famosas que conocí a mis 25 años y volví pasado 40 más tarde; las segundas, un salto en la comarca extremeña de las Hurdes; las terceras el Salto Ángel, la catarata más alta del mundo, con cerca de mil metros de caída libre, en el Parque Nacional de Canaima en Venezuela y las cuartas las que se usaron para rodar la última película de Tarzán, en Camerún… Todo, por esos mundos de Dios.