POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)

Me congratula, me enardece, me sulivella también que el alcalde Arahuetes, que se las tiene tiesas frente a la oposición que obtuvo ventaja de votos, y la que tantas necesidades le requiere, proclame la “identidad segoviana” ante el mundo entero, como una señal de acercamiento y no de diferencia exclusiva ni separadora de nadie, ya que es Patrimonio de la Humanidad. Estaría bueno que no.

Segovia extendió sus reales dominios hasta Madrid, Toledo, Guadalajara, Burgos, Soria, Ávila y Valladolid y luego las diversas circunstancias históricas se los fueron arrebatando y rebajando, pero ahí está, ahí está con su acueducto conductor de aguas monteras, su dama de catedrales monísima ahora reparada, su alcázar asediado pero imbatible, su iglesia universal de la Vera Cruz templaria asomándose al tajo del barranco clamoroso y eresmeño, su enriqueño monasterio de San Antonio el Real, su cartuja y alameda del Parral… y sus hombres y mujeres de linajes ilustres, etc, etc. Más la tropa de ciudadanos colaborando en su mejora sobreañadida, hoy como ayer, que ser segoviano es un título de honra hereditaria.

Judíos, moros y cristianos dejaron su huella en la ciudad, y así se ve esta…todavía, sin duda mejorada y ampliada. ¿Hasta cuándo? Esa es otra cuestión. Segovia no ha alcanzado aún a ser la que fue ni la que tiene que ser en el concierto turístico global. No me obliguen a poner ejemplos competidores, más activos y persuasorios que los nuestros, mejor organizados y más valientes en las propuestas, aunque sean los enfrentados menos competentes. Unidad, alcalde, en la proposición conjunta de actividades de todo tipo; sólo la unión hace la fuerza; lo demás es tirar salvas al aire.

Tenga usted el ánimo propicio a la convergencia y no se deje llevar por los malos humores que le traicionan a usted mismo con frecuencia y que no transfieren la imagen de ecuanimidad y justicia dúplice que dio en un principio y que tan necesaria es en un puesto de hegemonía compartida con su izquierda.

Todos son, somos, imprescindibles, y tantos como ningunos otros, los que se callan por miedo a no sé sabe qué, pero no por eso otorgan beneficios a soluciones simplistas sin explicación. Tampoco aquí le voy a detallar los casos constatables, porque usted bien los conoce de antemano. Los mudos, señor mío, se expresan a su manera, habrá que respetarlos, y los ciegos, a veces, son los que más ven o no quieren ver. Abra usted los ojos, y no aparente ser bizqueño. No me gustan nada las mentiras, las dobleces de las costuras, los engaños, el mirar para otra parte. Porque los cuatro puntos cardinales de la ciudad le competen a usted, y debe atender al conjunto del arco parlamentario que comprende todas las vistas de esa imponente ciudad, la suya y la nuestra. Y así mostrarla al mundo.

No quiero ver más exclusiones, más imposiciones, más obstrucciones contra natura. Segovia bien vale una misa o puesta en escena comulgatoria de todos y cada uno, por su trascendencia universal. Confiésese pecador y tráguese las hostias de sus opositores racionales, que acaso sean tan saludables como las suyas propias. Amén.