POR ANTONIO SÁNCHEZ MOLLEDO, CRONISTA OFICIAL DE MALANQUILLA (ZARAGOZA)
Mariano, que es un hombre observador y avispado, toma asiento en un banco de la plaza junto a Nicomedes y aprovecha la locuacidad del anciano de Malanquilla para conocer mil detalles de las peripecias locales que han llevado a este pueblo a aparecer en los medios de comunicación con cierta frecuencia desde hace más de 40 años.
Malanquilla, de cada vez más escasos habitantes, ha protagonizado páginas memorables en la historia local. La suma de estas historias de los pequeños pueblos y ciudades conforma la gran historia de España, por lo tanto, aunque a veces intranscendente, no deja de ser una aportación de enorme valía para el conocimiento de los aconteceres rurales en el marco de una España cuya historia provoca envía y admiración en buena parte del mundo. Mariano lo sabe y por eso escucha atentamente cuantas palabras salen a borbotones de la boca del tío Nicomedes.
Jubilado desde hace tiempo su única misión es ahora hablar y escuchar mientras da sus interminables paseos. Bueno, también tiene un pequeño huerto cerca de la fuente romana al que dedica sus horas. Sacar, sacar, no saca mucho pero se entretiene. Tiene plantadas unas matas de tomates, alguna judía y varios calabacines. También unas patatas y cebollas. Lo riega pacientemente y se encarga de mantenerlo limpio, sin hierbajos; todo en orden.
Hoy, con Mariano como interlocutor, el hombre está reviviendo historias pasadas que han dejado huella en él y en el pueblo.
-Pues aquí empezó todo señor Mariano. En esta plaza que preside nuestra iglesia comenzó el “resurgir de Malanquilla”, en agosto de 1974. Se acababa de terminar la reforma de las cubiertas de la parroquia, una obra que costó más de un millón de las antiguas pesetas, un dineral y unos muchachos del pueblo, aprovecharon las vacaciones de agosto para organizar festivales musicales y carreras populares para animar las fiestas de la Asunción, que por aquel entonces no eran como son hoy, se reducían a los actos religiosos y poco mas… y estos muchachos que no tenían más que 8, 10 y hasta 14 años, prepararon un festival con actuaciones de ellos mismos, que si jotas, fragmentos teatrales y hasta el “Viva España”, para recaudar fondos para sufragar las obras de la iglesia.
Mire, -prosigue- aquí siempre hemos sido muy amantes de nuestras cosas. El dinero de la reforma de la iglesia se recaudó con donativos de toda la gente del pueblo. Y nunca hemos sido un pueblo rico pero sí le hemos dado valor a lo que tenemos. Fue un gran esfuerzo, se tardó varios años en sufragar todo el coste, pero se sacó. Estos chicos que le decía contribuyeron a ello con sus actuaciones. Los festivales se celebraban ahí, -señalando el pórtico de entrada de la iglesia-. Los asistentes traían las sillas de sus casas.
-Menudos tiempos, lo que ha cambiado todo… -interviene Mariano- Igualito que ahora que todo se hace a golpe de dinero.
-En aquéllos años era todo mucho más natural y auténtico – señala Nicomedes, quien prosigue-. Fíjese que hasta se llegó a representar la obra Jesucristo Superstar. Ya sabe usted la polémica que rodeaba a esta obra. Los más radicales quemaban los cines y había altercados donde se representaba. Pues aquí se hizo, eso sí, el señor cura, don Antonio Martínez, no autorizó poner ese título en los programas y hubo que cambiarlo por el de Jesucristo Superperfecto (perfecto Dios y perfecto hombre).
-No me diga, de verdad? –pregunta Mariano.
-Como se lo cuento, responde Nicomedes. Eran tiempos de censura y ya se sabe, los curas siempre han tenido mucho poder.
Y le cuento otra anécdota más de aquella representación. El mismo chaval interpretó las canciones de Jesucristo y de María Magdalena. Y todo aquello dio para que el Noticiero de Zaragoza, un periódico que ya no existe, publicara un artículo hablando por primera vez de Malanquilla y sus fiestas con motivo de la inauguración de la reformada iglesia.
-Luego si se viene un rato a casa –le invita a Mariano-, le enseñaré este y otros recortes de la prensa de la época. Y le advierto que esto pocos lo tienen. Yo siempre me sentí atraído por las cosas del pueblo y he ido guardando las noticias que aparecían y los escritos que se publicaban hablando de todo esto. Tengo una buena colección.
-Que interesante, claro que me gustaría verlo –apunta Mariano, encantado con cuanto le va contando Nicomedes-.
-Al año siguiente, 1975, ya fueron tres periódicos de Zaragoza, La Hoja del Lunes, el Amanecer y el Noticiero los que hablaban de las fiestas del pueblo. –Le indica el anciano-. Y ese fue el primer año que se nombró Reina de las fiestas y damas de honor. Hubo pregón y se engalanó el pueblo con banderolas de papel. Los mismos chavales del año anterior se encargaron de todo y prepararon la obra de teatro Romeo y Julieta. De Julieta hacía la chica que fue Reina de las fiestas, Pili Jacinto se llamaba, de Barcelona y de Romeo, Antonio, un madrileño que todavía sigue haciendo cosas por aquí. Fue el Superstar del año anterior y el del OVNI del año siguiente.
-Y hubo muchas más actuaciones benéficas, le indica a Mariano-. Había que seguir recaudando fondos para ayudar a pagar las obras de la Iglesia. Recuerdo, si no falla la memoria, que en aquel año todavía se debían 155.000 pesetas, que finalmente se lograron reunir.
-No le quiero aburrir con mis historias Don Mariano, parece usted un hombre interesado por conocer y por eso se las cuento –le dice al viajero, que le contesta:
-No, para nada, ha sido una suerte encontrarme con usted a mi llegada a este pueblo. Estoy aprendiendo mucho y me recuerda mis años de juventud. Siga usted señor Nicomedes. Me resulta muy interesante todo lo que me dice y me da una idea real de lo que es Malanquilla.
-Vamos si quiere al bar que le invito a un vino –le dice el anciano.
-Vamos pues, que se le secará la garganta… -replica Mariano.
Mientras se acercan al bar, Nicomedes le cuenta que el nuevo Bar es otra de las realidades que se acaban de producir y que está contribuyendo decisivamente a potenciar este nuevo renacer local. Dos familias argentinas, afincadas en Barcelona, han decidido integrarse en la comunidad malanquillana con sus cuatro hijos en edad escolar y regentar el único bar del pueblo. Sus empanadillas ya empiezan a ser “famosas”… Le han dado un nuevo aire al Bar y, como es el único, se ha convertido en el centro de reunión habitual. Los vecinos y forasteros parecen encantados.
Toman asiento en una mesa y, como no, prueban las empanadillas al estilo argentino, con un vaso de vino tinto.
-Pues mire, -interviene el tío Nicomedes-, tan importante ha sido para el pueblo que esta familia abra el nuevo Bar que el otro día, sin más lejos, vino la televisión a grabar un reportaje que echaron hace un par de días por el canal de Aragón. Y no sabe usted lo que nos gusta a todos ver a nuestro pueblo en la tele. En pocos días han hablado de todo esto en varias televisiones incluso en una nacional. Es que el concejal de cultura, maestro jubilado en Zaragoza, se mueve mucho.
-Así tiene que ser –apunta don Mariano-, aunque cuentes con un grupo grande de colaboradores, al final es uno o dos los que tienen que coordinar y sacar las cosas adelante. Me alegra mucho esta vitalidad que percibo. Se ve que es un pueblo vivo y con afán de continuidad.
-No se si tiene usted tiempo o ha de irse a continuar su viaje ya, pero si usted acepta, -le dice Nicomedes- me gustaría que viniera a comer a mi casa. Mi mujer, la señora Pilar, ha preparado unas migas pa chuparse los dedos y así le enseño los recortes de la prensa que le decía antes…
Acepto encantado –señala el atento viajero-, sorprendido de la amabilidad del tío Nicomedes. No está acostumbrado en sus largos viajes rurales a encontrar esta hospitalidad. Antes sí era cosa común en nuestros pueblos, pero hace ya años que, en ese sentido, se han vuelto como los de las capitales…
-Me gustan las migas y no se crea que se encuentran buenas todos los días –le dice a Nicomedes, mientras suelta una sonora carcajada.
-Pues vamos, -prosigue el anciano- apure su vaso de vino y vamos que ya la señora Pilar tendrá la mesa puesta.
-Vamos entonces y muchas gracias por su hospitalidad. Espero no importunarles con mi presencia.
Cuando llegan a la casa, Pilar, una señora alta y fuerte, se encuentra pasando la escoba por el patio de entrada. La casa es una típica casa de pueblo, reformada, como casi todas, en la que vive todo el año el matrimonio. No han tenido hijos y hace años que descartaron irse a buscar fortuna fuera.
Tras las presentaciones, suben a la primera planta donde está el comedor y la cocina. Se sientan alrededor de una mesa que ya está preparada para la comida, con su porrón de vino en el centro. Acostumbran a tomar vino de Cervera o de Villarroya, dos pueblos cercanos con sendas cooperativas vinícolas que consiguen buenos y apreciados caldos.
La señora Pilar les tiene que llamar la atención porque mientras esperaban Nicomedes ha ido al aparador a coger un álbum repleto de recortes de periódicos y se han puesto a ojearlo.
-Vamos a comer, le dice Nicomedes, que se nos enfada la mujer. Luego le enseño todo, -concluye-.
Durante la comida hablan de las experiencias turísticas de Mariano, en Extremadura. La señora Pilar le cuenta de la dureza de la vida rural hace 50 años, cuando tenían que labrar las fincas con los escasos medios de que se disponía y trillar en las eras. Mientras Nicomedes, que no interviene demasiado, coge fuerzas para proseguir después. Para él, hay tres etapas en la historia reciente de Malanquilla, teniendo como centro Misión Rescate. Una previa y otra posterior, además de la actual, que es un nuevo rebrotar teniendo como base y guía lo anteriormente realizado, que consiguió poner a Malanquilla en el mapa.
Entre la etapa previa y la propia de Misión Rescate hay un capítulo, el del avistamiento de un OVNI, en julio de 1976, que marca un antes y un después en el desarrollo posterior de los acontecimientos, pero de eso hablarán, seguro, en otro momento.