POR HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Han pasado las ferias y fiestas de nuestro San Pedro y hemos tenido ocasión de disfrutar a plena carga de ellas, con las matizaciones propias de acontecimientos de esta clase y categoría.
Las peñas están perfectamente definidas en el diccionario con variantes propias del tipo, ambiente y hasta costumbres, pero siempre con normas muy concretas y formas propias de toda asociación sociocultural.
Como tal asociación deben constar las normas estatutarias en las que figuren con todo detalle desde el nombre de la peña a su estandarte o bandera, el icono que la representa, su himno o canción representativa, incluido como es natural el uniforme o disfraz acordado para sus actos de presentación o actuaciones públicas, según parece su única motivación. Y por supuesto con todos los permisos y legalidades que correspondan.
La peña lleva sobres sus espaldas responsabilidades: la representativa, la cultural y la de espectáculo, ya que desde sus pregones, proclamas o música, dichos o canciones acomodadas en cada caso al momento, constituyen en ocasiones auténticas creaciones. Todas ellas bien merecen conocerse, disfrutarlas y conservarlas. Dentro de este aspecto, no podemos olvidar nunca que una peña puede ofrecer a través de sus desfiles el más atractivo espectáculo de calle. Desde este punto de vista podemos preguntarnos qué son si no las célebres «majorettes» que tanto disfrutamos hace más de cuarenta años, dentro del campo profesional. Hay peñas que a pesar de estar formadas por aficionados y en determinadas ocasiones del año, quieren ofrecer auténticas lecciones de buen hacer.
Sin embargo, tristemente hemos de reconocer, y en estas pasadas fiestas lo hemos visto que las peñas han sufrido un serio y grave deterioro dando ese bochornoso espectáculo auténticamente callejero, en el que la calidad no está en la multitud ni en el número, sino en ese programa que toda peña tiene, estudia, prepara y desarrolla con esa alegría y elegancia que constituye su protocolo de actuación y presentación en público.
Ese tristísimo espectáculo no se puede cargar solamente sobre los autores y víctimas a la vez de su desorden personal. Hay tres responsabilidades conjuntamente por este orden: la cocina, la administración y el orden. Es una pena que unas posibilidades y un motivo tan atractivo se malogre por falta de un mínimo de la adecuada atención por quien corresponde. Peñas sí, pero… cumpliendo.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/