POR CARMEN RUIZ-TILVE CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO

Si la fiesta no existiera, habría que inventarla. Oviedo es ciudad festera y desde hace casi 150 años San Mateo le fue comiendo terreno a San Salvador, que está muy tranquilo en la Catedral. San Mateo, el 21 de septiembre, es fecha especialmente oportuna, porque, siendo el final del jubileo de la Santa Cruz, importante cita peregrina en otro tiempo, señala además el final del verano, del largo y cálido verano de este año y también de los lluviosos, que haberlos, húbolos.

Las sucesivas corporaciones municipales se empeñaron siempre, con variable acierto y no muchos cuartos en general, en quedar bien con los ovetenses, especialmente desde que tenemos voz y voto. Este año se anuncian novedades y a pesar de los avances técnicos, la fiesta echa mano de lo de siempre, con predilección por la música, el bocata de calamares y la caña. Como quien dijo fiesta dijo niños, hay programados para ellos una serie de atractivos, con el Campo como escenario imprescindible, pero, ¡oh, dolor!, sin barracas, que fueron la verdadera fiesta de varias generaciones de niños ovetenses, desde los tiempos de Calvo Sotelo, hasta lo que hay, la nada, porque nadie las quería cerca, que es lo que también le pasaba a la feria de ganado. Otra cosa que se echa de menos es el baile, elemento esencial en otro tiempo, reducido ahora al sucedáneo del verano en el Bombé, sucedáneo para la eufemística tercera edad, quizás oportuno para tantos y tantas que en su juventud no tenían cerca ni la gramola del Topu.

En tiempo no demasiado lejano, La Herradura era la reina del bullicio mateín, con animadas orquestas.

Entre enero y febrero de 2005 se celebró una exposición de programas de fiestas ovetenses en el Café Español, al que tanto echamos de menos. Fue colaboración fructífera entre el Ayuntamiento de Oviedo y la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. Para que todo aquello no lo llevara el viento se hizo cuidadoso catálogo en el que se recogen muchos datos y curiosidades del tema que hoy nos ocupa.

Si ustedes lo conservan, les felicito. Si no, siempre queda el consuelo de acudir a una de nuestras bibliotecas.

La fiesta hay que vivirla, y vivirla en la calle, para lo que no se necesita especial filiación. Pásenlo bien, nos veremos por ahí, en esta tregua que hemos de llenar de buenos propósitos para el eterno invierno, que llegará

Fuente: http://www.lne.es/oviedo/