Tras llamar, al otro lado, se oye una voz suave: Ave María Purísima, para responder: Sin pecado fue concebida. Por la rendija del torno nos llega un olor a costrada, perrunillas, mantecados, roscas, empanadas y corazones de almendra. Mientras, con paciencia, permanecemos a la espera”. Un legado de repostería de unas mujeres dadas a Cristo, que ponen su paciencia, su sabiduría y sobre todo su amor, a la hora de confeccionar los manjares que llenarán las bandejas de nuestras casas. El antiguo torno del convento, en un rincón del zaguán que separa las cosas de este mundo con la otra vida nada fácil de sacrificio, entrega, oración y contemplación, desprende durante todos los días del año el mejor de los olores posibles. Muy especialmente, ahora, en Navidad. Por el torno pasa el sabor dulce, delicioso, exquisito y agradable que nos pregona en actitud sencilla, en cada una de las piezas de su extenso y variado surtido: “Perrunillas, galletas, roscas, magdalenas, empanadas, palmeras, tartas, tortas, sultanas, trufas, pastas, princesitas, corazones de almendra, costrada, mazapán, polvorones, alfajores, turrón, pasteles de gloria, bombones, anguilas, yemas, alfajores, roscas de Pascua, bollos de San Antonio, merengues y cubiletes reales”, que todo sabe a Gloria bendita por los siglos de los siglos, bajo el saludable sonido de una campanilla que en su tintineo nos anuncia el saludo del carisma de las hijas de Santa Clara.

¿El secreto? Ingredientes de primera calidad, sabias combinaciones, mucha dosis de paciencia en su lento proceso de elaboración y unas expertas manos dulceras que iniciaron las hermanas Belén y Nicolás, que ahora están bajo la supervisión de madre Concepción, su abadesa. Así, en Navidad, presentan un amplio surtido que nos lleva a los endulzados paraísos del Belén de los cielos.

La comunidad de clarisas nos invita a que entremos en el zaguán del convento, llamemos al torno y adquiramos sus productos hechos con mucho amor, generosidad y entrega. Así, ayudamos a la comunidad y conseguimos indulgencias para abrir los cielos y entrar en el paraíso de los mejores sabores. Estarán conmigo que al llegar al torno del convento seguro que les evocará la copla del inolvidable Carlos Cano: “Alacena de las monjas, que te dan gloria bendita”.

FUENTE: https://www.facebook.com/manuel.garciacienfuegos