NUNCA SE HABIAN SUSPENDIDO LAS CAMPANADAS DE LA PUERTA DEL SOL CON PÚBLICO DESDE QUE SE INVENTARON EN 1912. NI EN LA PANDEMIA DE LA GRIPE “ESPAÑOLA” NI EN LA GUERRA CIVIL DE 1936 A 1939

POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE LEGANÉS (MADRID)

Puerta del Sol, años sesenta del siglo pasado.

 

Estos últimos días del año Covid, la policía local de Madrid, supervisa en la Puerta del Sol de Madrid, que nadie haga unas preuvas, o simulacros de reunión para comerse las doce uvas a las doce del mediodía como se venía haciendo últimamente.

No está el circo para feria, ni animales, enanos o consumición de champan y uvas. Este año 2020, el año de la pandemia, nada de nada. A comerse todos las uvas desde casa, con los seres queridos más cercanos, tus padres (quien los atenga aún) tus hijos (algunos) con los nietos (algunos) con los hermanos (algunos) con el circulo más cerrado y reducido posible y algún familiar o amigo cercanísimo y sin atragantarse, porque tenemos que soportar estoicamente como podamos esta parte de nuestra propia historia personal y de España, para poder contarlo a los nietos algún día (cuando crezcan) y para ser consecuentes con las advertencias de la autoridades. Aunque eloos mismos estén divididos en 17 partes.

Las Nochevieja de antes

Ya en el siglo XVIII las autoridades municipales tenían que poner controles para evitar los abusos en la venta de alimentos y alcoholes la semana previa a la Navidad. En un documento de 1797 aparece una curiosa práctica fraudulenta: Previénesé que todo el turron que se conduce en caxas han de venir llenas sin traer tarugos de madera dentro de ellas, pena de 50 ducados.

Las uvas, en Navidad

Además del turrón, los polvorones o los mantecados se vendían muchas uvas, aunque todavía no se asociaban con ninguna celebración de fin de año. Las uvas más apreciadas ahora son las del Alto Vinalopó de Alicante, pero eran las de Jijona (escrito así en la época) porque maduraban en diciembre.

Todos los años en diciembre los periódicos se llenaban de anuncios de tiendas donde vendían turrón, mazapán, uvas y otros golosinas navideñas. La mejora de los transportes permitía ofrecer las uvas cada vez más frescas y en 1864 llegaban en un «tern-AVE» de la época, por eso de podía leer en los periódicos: Acaban de llegar las uvas frescas de Jijona, cortadas el día 14, colocadas en cajas de diez libras; dichas uvas se han conducido por el ferro-carril en gran velocidad.

Se expenden en la calle de la Concepción Jerónima, posada de los Huevos, cuarto núm. 11, donde también se venden los turrones finos de todas clases, del mismo Jijona, y peladillas de Alcoy (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 18 de diciembre de 1864).

Hasta comienzos de la década de 1890 no aparecen en la prensa las primeras referencias asociando el consumo de las uvas con las campanadas de la Nochevieja: No sabemos si El Estandarte habrá seguido la costumbre de comer las uvas á las doce de la noche en punto de ayer, para preparar la felicidad del año nuevo. Pero si las ha comido, seguramente las ha encontrado verdes (La Iberia, 1 de enero de 1893) – La imperecedera costumbre de comer las uvas al oir sonar la primera campanada de las doce, tenía reunidas en fraternal coloquio á infinidad de familias, y todos á coro gritaron: ¡Un año más! (El Correo Militar, 2 de enero de 1894).

Llama la atención que en esas primeras noticias no dicen que esa ingestión de uvas fuese una nueva moda, sino una «costumbre», así que no sabemo, cuando comenzó. La costumbre ha sido importada de Francia, pero ha adquirido entre nosotros carta de naturaleza. Hasta hace pocos años eran muy contadas las personas que comian uvas el 31 de Diciembre al sonar la primera campanada de las doce de la noche. Hoy se ha generalizado esta práctica salvadora, y en cuanto las manecillas del reloj señalan las doce, comienza el consumo de uvas, más ó menos lozanas (El Siglo Futuro, 2 de enero de 1894).

Había también otra costumbre que era diferente; hay muchísimas referencias de que al entrar en el nuevo año no se decía ¡Feliz Año Nuevo! sino ¡Un año más!

Al principio eran tres las uvas que se comían: En otras muchas casas hubo recepciones particulares y de familia; en muchas se comieron á la media noche las tres uvas simbólicas que han de dar, si Dios quiere, alegría, salud y dinero (La Correspondencia de España, 1 de enero de 1894) – Y luego del brindis, los ministros comieron tres uvas negras, con la esperanza de que tan sobrio manjar, consumido en aquella hora les diera el poder de vencer con fortuna las adversidades que más que ellos padecemos nosotros (La Justicia, 1 de enero de 1896). Pero parece que convivían varias tradiciones porque también había personas que tomaban doce uvas y parece que eran siete las uvas cuando la costumbre llegó a los teatros. «En Madrid, como en ninguna otra capital predominan los supersticiosos. Cuando asistía en la última noche del año pasado á la representación en el teatro de Lara de la saladísima comedia El crimen de las Vistillas, no dejó de sorprenderme el oir sonar en un reloj interior á la escena, las doce campanadas que anunciaban la entrada del Año Nuevo. Al principio creí sería parte integrante del desarrollo de la obrita, pero no tardé en salir de mi error al notar con sorpresa un ruido de papeles á mi espalda, al propio tiempo que precipitadamente se llevaban á la boca varias señoritas, algunos granos de uva hasta el numero de siete. A mi lado tenía una bellísima y angelical joven que no quiso ser menos y aceptando un paquetito blanco que le ofreció su acompañante, lo desenvolvió, dándose un banquete de la propia fruta. Para que mi estupor fuera completo hallaba á la Pino y á Balbina Valverde con la cara hinchada, sin acertar á continuar la acción de la comedia, sin duda, por la dificultad de zamparse los siete glóbulos rojos que con toda seguridad les habían de proporcionar futuras bienandanzas en el año de gracia de 1898″ (La Rioja: diario político, 9 de enero de 1898).

Esta costumbre en casa de los ricos de tomar uvas en Nochevieja debió transmitirse a las clases populares a través del servicio doméstico. No se sabe quién fue el primero a quien se le ocurrió tomar las uvas en la Puerta del Sol al ritmo de las 12 campanadas; los primeros años debían ser pocos los que acudían porque los periódicos no se hicieron eco de ello hasta la Nochevieja de 1902: Anoche, con motivo del Año Nuevo, hubo numerosas reuniones de todas las clases sociales, desde los salones aristocráticos hasta las humildes viviendas, para comer las clásicas uvas al sonar las campanadas de las doce. Muchos desocupados que no pudieron acudir á estas fiestas «por sus ocupaciones», se juntaron en la Puerta del Sol formando nutridos y bulliciosos grupos que puesta la mirada en la bola del reloj de Gobernación, desgranaban los racimos en medio de la mayor alegría y sin que el frío excesivo de la noche les impidiera detenerse. Los grupos eran tantos y de tanta gente que algunos tranvías se pararon y no faltó quién creyó que allí sucedía algo gordo (La Correspondencia de España, 1 de enero de 1903).

La nueva tradición se extendió con rapidez. En 1907: «Anoche, á eso de las once y media, había en la Puerta del Sol más de dos mil personas, encaradas con el ministerio da la Gobernación. iSe trata del cierre de algo, si queda alguna cosa por cerrar! ¡Es una manifestación! ¡Un motín, acaso! ¿Un pronunciamiento? Nada de eso. La multitud congregada antes del toque de queda frente á la Casa de Correos, no esperaba al Sr. La Cierva para ovacionarle; esperaba solamente las campanadas del reloj, que es cosa más permanente y seria que el ministro. Fué un bello espectáculo: al sonar la histórica campana anunciando las doce, más de dos mil cartuchos se manifestaron, conteniendo los granos de uva que es tradicional engullir en tan solemne momento. Un rumor indescriptible acompañó esta singular comunión bajo una sola especie, y alarmados por esta expansión desacostumbrada, asomáronse á las ventanas del Ministerio [la Casa de Correos] los empleados de guardia y los vigilantes de turno.

—No es nada, excelentísimo señor. El pueblo come sus uvas, y no se mete con nadie, ni siquiera con el reloj.

—Pues que me traigan las mías. No hay tal cosa como acabar un año con uvas y empezar otro con pavo. El día que salga de aquí y me acuerde, no quiero decir el pavo que me subirá..(El Liberal, 1 de enero de 1908).

El ministro de la Gobernación, Sr. La Cierva, era impopular porque había ordenado que todos los días las tabernas cerrasen a las doce de la noche y los cafés a la una y media.

Al año siguiente algunos periódicos difundieron el rumor de que La Cierva había dispuesto que el reloj del ministerio no diese las doce, para que los madrileños no pudiesen empezar á tomar las tradicionales uvas á la primera campanada del reloj […] Ahora bien, lo que ocurrió fué lo siguiente: Momentos antes de la hora de las uvas había en la Puerta del Sol más de 3.000 personas. Al señalar el reloj las doce se produjo un gran murmullo, y se oyeron voces de ¡Ahora es el momento! ¡Prevenidos! Sonaron las primeras campanadas, que no se oyeron bien porque el ruido las apagó, y las personas que allí había, creyendo sin duda que el reloj no funcionaba, hicieron comentarios en alta voz que impidieron escuchar las demás campanadas (La Época, 1 de enero de 1909).

A partir de ese año cada vez acudía más gente a la Puerta del Sol, no para tomar las uvas sino buscando bullicio y juerga; algunos incidentes empezaron a preocupar a las autoridades: Quedaron, después de las uvas, grandes grupos estacionados en la Puerta del Sol, grupos de mozalbetes irrespetuosos é insolentes, que traducen su alegría en actos de incultura y en alborotos colectivos. Esos grupos fueron los que luego deslucieron la fiesta. Colocados en el centro, se entretenían, alternativamente, en detener los vehículos, faltar á los conductores y empujar alborotadamente á los transeúntes, haciendo burla del que protestaba. Esto dio lugar á algunos incidentes desagradables (La Correspondencia de España, 1 de enero de 1910). Ese año se practicaron las primeras detenciones.

La celebración de la Nochevieja cada vez tomaba más un aire carnavalesco: «Los cánticos eran entonados por unos cuantos jóvenes que habían hecho su heroica entrada en la Puerta del Sol con sendos cirios encendidos y cantando cosas alusivas al inolvidable Cierva y al estupendo Maura. También llegó un numeroso grupo, de hombres y mujeres, vestidos con el indumento del sexo contrario. Aquellas hembras con calzones y aquellos hombres con enaguas eran muy representativos y fueron saludados con aplausos ensordecedores. El «peleón» corría, aumentaban las voces, y la greguería de la multitud congregada llegó a su apogeo cuando solo faltaban cinco minutos para las doce […] ¡oh, prodigio!, el minutero había traspasado el punto de las doce y la campana de Gobernación no había sonado,,. Ante tal descortesía del reloj ministerial, que negó sus doce golpes al nuevo año, el público tuvo á bien, ó á mal, indignarse, y’después de comerse precipitadamente ía docenita de uvas, con peligro de una obstrucción seria, los señores pidieron la devolución de su dinero. (El País, 1 de enero de 1911).

El ministerio de la Gobernación insistía en que las campanadas sonaban pero que no se oían debido al follón que había en la plaza. Para la Nochevieja de 1911 se decidió que para tener una referencia visual, la bola del reloj descendiese como sucedía al mediodía. El descenso de la bola era manual —sigue siéndolo hoy en día— porque no hay un mecanismo conectado al reloj que la haga bajar de forma automática.

La celebración de la Nochevieja en la Puerta del Sol ha continuado a lo largo de todos estos años con algunos altibajos, como el año de la gripe “española” o de la Guerra civil del 36 al 39, donde poca gente acudió o como cuando en la década de los años 80 no acudía mucha gente y se veía a por las calles a aquellos marineros, soldados… a los que cantaban Mecano y que este año se oirá en solitario, Nadie en la plaza, ninguna uva que consumir y solo un cantante Nacho Cano, recordándonos con una sola canción, los buienos años vividos y que algún día volverán..