POR FRANCISCO JOSE ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS).
Lo más característico de una muerte repentina es la sensación de irrealidad, porque lleva consigo el agravante de cogernos desprevenidos, motivo por el que el impacto suele ser más intenso, de manera que no da tiempo a prepararse para un duelo, como cuando se trata de la muerte tras una enfermedad o de una persona mayor.
Agustín tenía 57 años, puesto que había nacido en La Solana (Ciudad Real) el día 25 de junio de 1963 y su antigüedad en el cuerpo del Magisterio Nacional data del día 21 de octubre de 1985.
En el Colegio Público “Río Sella” de Arriondas ejerció como maestro de Educación Infantil y -después- en el Instituto de Educación Secundaria “El Sueve”, también de Arriondas, del que fue profesor y director, trasladándose al Colegio Público “Veneranda Manzano” de Oviedo, en septiembre de 2018, lugar en el que ejerció la docencia hasta el pasado viernes.
De forma frecuente, Agustín y su familia acudían a su residencia en Santianes del Terrón, como vecinos ya habituales de Arriondas.
Colaboró en la Parroquia de San Martín de Arriondas de diferentes formas, especialmente trabajando en la catequesis con los niños y niñas. También se implicó en trabajos solidarios con los más necesitados, llegando a presidir en 2015 la plataforma humanitaria «SOS Refugiados», en favor de aquellos refugiados que dejaban Siria y se trasladaban como a Grecia como podían.
Fue también Agustín uno de los promotores y coordinador en el concejo de Parres del partido político Ciudadanos.
Pero -por encima de todo- su vocación fue la enseñanza, con gran entrega y dedicación, siempre promoviendo iniciativas docentes de interés, como podemos dar fe los que con él trabajamos durante años en este campo en Arriondas.
Pocas horas antes de su muerte, Agustín escribía: “El mundo es la feria de las vanidades… pero lo que necesita este mundo es humanidad. La vanidad tiene piernas muy largas y escapa con los años, pero la humanidad siempre permanece”. Toda una filosofía que se supo aplicar a sí mismo.
La tanatología no es bienvenida entre los vivos y, por ello, diríamos que nadie nos prepara para la muerte, ni para la propia, ni para la de los seres que nos rodean, convirtiéndose en una vivencia confusa, dolorosa y -algunas veces- con las características de una crisis.
Es duro observar (o intuir) el cambio de la presencia vital de un ser humano por la desagradable de un cadáver, entrando en juego toda una serie de valores, creencias y suposiciones que cada uno resuelve como puede, porque todos sabemos que la muerte es una experiencia que puede presentarse de un modo progresivo, o de manera inesperada como en este caso, pero -anunciada o sorpresiva- siempre llega.
Imaginamos a Agustín diciéndonos que la muerte no es una contradicción existencial, o que el ayer pasó y que el mañana ya es su presente, porque ha llegado al lugar de la serenidad y la paz eternas en las que creyó y depositó su fe mientras vivió.
Sea nuestro sentido pésame para Begoña, su mujer, para sus hijas Beatriz y Paula, junto con su nieta Noa, lo mismo que para su madre y sus cinco hermanos, con el resto de su familia y amigos, diciéndoles que no lloren porque la vida de Agustín haya terminado, sino que sonrían porque haya existido