POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DEL ESTADO DE ZACATECAS (MÉXICO).
Recuerdos de la infancia: el pan de Jueves Santo.
Durante la cuaresma podemos disfrutar de una variada gastronomía, propia de esta temporada.
Sin embargo, una de las delicias de jueves santo eran los panes que se mandaban hacer para ese día. Era la única ocasión del año en la que podía degustar ese pan, hecho con una receta especial y secreta. Era un manjar.
Lo único malo es que no podía comprar todo el que quería. El único sitio donde lo tenían y administraban era en la parroquia de San Judas Tadeo.
En el antiguo bautisterio del templo, la gente pasaba a besar la imagen de Nuestro Padre Jesús. Una impresionante escultura del siglo XVII. Luego, a quien dejara una ofrenda en efectivo en un canasto, le obsequiaban algo. Todo dependía de la cantidad. A los que depositaban una o algunas monedas, les daban la cuarta parte de un pan. A los más generosos, sobre todo, a quienes ofrendaban un billete, les tocaba un pan completo o un manojo de manzanilla fresca en flor. A mi solo me alcanzaba para un cuarto de pieza de aquel delicioso pan.
Recuerdo que a quienes salían de apóstoles en la ceremonia del lavatorio de los pies, le daban un pan completito a cada uno. En más de una ocasión yo me apunté como voluntario con tal de que me dieran mi pan entero para mi solito.