POR JOSÉ JULIO ORTIZ CHISVERT, CRONISTA OFICIAL DE COBEÑA (MADRID).
Todos nos hemos preguntado alguna vez por el origen del nombre de los sitios y es por eso que hoy, y al hilo de lo que me comentaba una “daganceña” de pro, Nieves Álvarez, la esposa de mi primo Victoriano Chisvert, (Nani), he decidido escribir este curioso artículo.
Cuenta la tradición que en Madrid, a finales de la Edad Media, había al Sur, una dehesa de importante extensión. En ella, y a los pies del antiguo Madrid medieval, se asentaban vecinos, que venidos de localidades aledañas, se acercaban a la ciudad. Más allá solo había campo doblado y alguna casa de labor, terraplenes y al final el rio Manzanares. Dicen que por allí vivía un alfarero al que su mujer le enviudó, pues esta murió al dar a luz a una hija, a la que el hombre, llamado Sancho, le puso por nombre Sancha.
Cuando Sanchita fue creciendo y tuvo 10 o 12 años, aunque por su delicadeza y poca fuerza aun no podía ayudar en las labores del alfarero, para ayudar a la economía familiar, se dedicaba a portar un cántaro de agua y a ganase el pan como aguadora, mitigando la sed de los que por aquellos lares venidos de pueblos de alrededor, había.
Pues según narra la tradición, corría finales del S. XV cuando la joven Sancha, aun, recorriendo aquellos aledaños madrileños mitigando la sed de los concurrentes, a las gentes le dio por llamarla “La Daganzuela”, pues al parecer, su padre el alfarero era de Daganzo de Arriba o de Daganzuelo, antiguo sitio, hoy despoblado, que llevó también el nombre de Daganzo de Abajo. Al alfarero le llamaban el “Tio Daganzo” y así, a Sancha le apodaron “La Daganzuela”.
Cuenta la tradición que, un día pasó por aquel lugar la reina Isabel, la Católica, con algunas de sus damas y séquito y teniendo sed la reina se detuvo la comitiva. Uno de los caballeros vio a la aguadora y pidiéndola a esta agua para la reina, la niña se la ofreció en una de sus mejores vasijas. Agradecida la reina por la rapidez, esmero y mucho interés puesto por Sanchita y a la vista de la pobreza de la niña, la ordenó que llenase su cántaro, y que chorreara con el agua del cántaro un alrededor hasta tres veces el recipiente lleno y todo el terreno chorreado se diese a la niña en dote. Así se hizo y Sanchita, la Daganzuela, se convirtió en dueña de esas tierras.
De ahí parece que derivó el apodo de la niña de “La Daganzuela” en “La Arganzuela”, dando finalmente este nombre a la dehesa que la niña aguadora recibiera de la reina Católica.
Tras este episodio, llegó la peste negra y el padre y los hermanos de Sancha murieron a causa de la epidemia. Tan solo se salvó Daganzuela, luego esta se casó y tuvo tres hijos pero también murieron. Cuando murió el marido de Sancha esta ingresó en la Venerable Orden Tercera de San Francisco, dedicada a ayudar a pobres y enfermos. Sancha contribuyó con su dinero a la construcción de una capilla y una fuente cerca del antiguo Puente de Toledo. A su muerte fue enterrada en el convento de San Francisco en la capilla de San Onofre con una inscripción reconociéndola como benefactora del convento.
La reina Juana, “La Loca”, mandó construir unas casas en las tierras que pertenecieron a Sancha, arrabal que todos llamaron el campo de La Daganzuela o Arganzuela.
De la citada dehesa de la Arganzuela, hoy solo queda un pequeño parque con dicho nombre. En esta dehesa se solía celebrar el “entierro de la sardina.
Otra versión dice que su nombre hace referencia al gentilicio de alguno de los habitantes que por aquella época medieval se asentaba en esa dehesa, siendo los de Arganda los que mayormente hubiese y por tanto se denominaría, dehesa de la Arganzuela como sinónimo de Arganda pequeña.
FUENTE: https://www.facebook.com/josebajuliokorena.ortizuetxea
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