POR MIGUEL ÁNGEL FUENTES CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE NOREÑA (ASTURIAS).
No hace muchas semanas hemos visto y no recuerdo dónde, un texto relativo al abandono –por parte de sus dueños- de los cerdos vietnamitas que tras prestarse a ser animales casi casi domésticos o de compañía, son abandonados, y en ocasiones, algunos fecundados por jabalíes lógicamente montaraces. La mezcla debe ser horripilante, pero como decía el torero Rafael El Gallo, “hay gente pa tóo”, así que no es de extrañar que hace algunos años, un empresario ganadero soriano, Diego López, a finales de los años setenta en su finca La Horcajada, cercana a Burgo de Osma, llevó a cabo un cruce de cerda ibérica con un jabalí puro en cautividad y oportunamente estabulado, habiéndose decidido preferentemente por cerda con jabalí macho, naciendo sus descendientes con muchos más genes y conformación de jabalí de campo que de cerdo doméstico; con el pelo mucho más denso y vigoroso, con el hocico más apuntado y prominente, así como los colmillos que caracterizan a la raza. Había nacido el “cerdalí”. El resultado fue una carne con mayor suavidad que las del jabalí y con mayor textura que la del cerdo, es decir, con menos grasa y menos aspereza y dureza que el primero. De su agresividad, sabe el citado criador soriano porque uno de ellos le dio una dentellada que necesitó cuatro puntos de sutura. Esta mezcla de genes la comentamos una noche en Casa Conrado con Don Emilio Alarcos que la consideraba anti natura, siendo ratificado en su opinión por D. Ángel González que tampoco estaba por la labor de estos apareamientos.
En la mesa se presentaba de muy diversos modos, ya que admitía y ya no admite, todo el tratamiento de las carnes de cerdo, tanto en fresco como adobada o como salazones curados, incluso tuvimos la oportunidad de probar su carne escabechada, lógicamente servida en frio en cortes muy finos, según la maestría de Gil Martínez Soto, padre y madre del invento de las jornadas matanceras burgenses en el Virrey Palafox. Uno de esos pregones de la matanza, el correspondiente al año 1987, lo leyó el Nóbel Don Camilo José Cela que prestó su apoyo a la lograda mezcla y apuntó un nuevo fonema para definir el invento: el jabalpuerco, ya que cerdalí le parecía “el nombre de un bordado a punto de cruz”. La familia de Diego López abandonó la producción de cerdalíes o de jabalpuerco hace una década tras fallecer el fundador y patriarca.
FUENTE EL CRONISTA